¿Es Francia un Estado fallido?
Francia sigue teniendo una clase política e intelectual de primer nivel, como acreditan los debates parlamentarios y mediáticos
Desde hace más de tres décadas, el declive de Francia ha ocupado a intelectuales y politólogos. Revel, Baverez y Bernard-Henry Lévy escribieron libros sobre la decadencia de la nación, que se han convertido en clásicos. Nada nuevo bajo el sol, porque ya Montesquieu, Musset, Chateaubriand y Zola cultivaron la idea del declive y la crisis moral de su país.
Esas alarmas vuelven a resonar tras la caída de François Bayrou, que perdió la votación de confianza para llevar adelante un recorte presupuestario de 44.000 millones de euros. En sus últimas palabras en la Asamblea Nacional, advirtió que Francia se aproxima a un colapso financiero.
Al mismo tiempo, cientos de miles de ciudadanos salían a la calle bajo el lema ‘Bloquons tout’, que expresa la negativa de una buena parte de la sociedad francesa a aceptar reformas. Ya quedó claro, con el movimiento de los ‘chalecos amarillos’, el malestar social y el descontento con los partidos tradicionales.
Lecornu, el nuevo primer ministro, se enfrenta a la tarea casi imposible de gobernar con una mayoría parlamentaria, ya que el macronismo quedó muy debilitado tras las últimas elecciones legislativas. Según una reciente encuesta, la extrema derecha que lidera Le Pen tiene un 33 por ciento de intención de voto, el bloque de la izquierda de Mélenchon conserva un 25 por ciento y las fuerzas de centro apenas llegarían al 15 por ciento.
La contestación en la calle, la fragmentación política y el deterioro de las cuentas públicas, con una deuda que supera la de España y se empieza a acercar a la de Italia, trazan un inquietante escenario de ingobernabilidad, acrecentado por la impopularidad de Macron y sus graves errores. Desde los atentados islamistas de 2015, el país vive sumido en una crisis de identidad.
¿Es Francia un Estado fallido? No lo creo, en la medida en que existe una democracia consolidada, un pluralismo envidiable y una estructura económica e industrial que resiste los embates de la globalización. Francia sigue teniendo una clase política e intelectual de primer nivel, como acreditan los debates parlamentarios y mediáticos.
Ello no obsta para constatar el auge de los populismos y las ideologías extremas, que han comido el terreno a las dos fuerzas hegemónicas desde 1945: el gaullismo y el socialismo. Los dos partidos han experimentado un declive que amenaza con su desaparición. El macronismo, heredero de lo que aglutinaba la herencia de Charles de Gaulle, está medio muerto. Las dos opciones que gozan hoy de la preferencia de los franceses son igualmente indeseables. La primera, porque representa la vuelta al pasado y una idea caduca y nostálgica de Francia. La segunda, porque propugna soluciones que llevarán a la ruina al país y harán insostenible el estado de bienestar. Francia no es un Estado fallido, pero corre el serio riesgo de serlo.