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Parecerse a Vox

Feijóo se ha puesto nervioso con las encuestas y en vez de marcar diferencias con Vox se está subrogando su agenda

Feijóo se reúne con Abascal en el Congreso

 

Si el Partido Popular acepta el marco electoral de Vox, emula el discurso de Vox y elabora su estrategia con un ojo puesto en Vox, lo normal es que muchos de sus votantes se acaben desplazando hacia Vox. Y eso es exactamente lo que está ocurriendo, y no al revés como parecen creer los cerebros pensantes de la calle Génova cuando se empeñan en abandonar el espacio de centro que siempre ha constituido su principal caladero. Pero pasa algo más, y es que la impetuosa escalada demoscópica de Vox reactiva el miedo de los electores de izquierda –un millón o millón y medio–que están pensando abstenerse escandalizados por la corrupción o decepcionados ante la deriva de este Gobierno. El resultado es que la alternativa liberal no sólo frena su crecimiento sino que retrocede a cifras de 2023 en medio de un patente estado de nervios, mientras la sensación de que carece de agenda propia aumenta a medida que va absorbiendo la de su rival por el flanco derecho.

De persistir estas condiciones, Feijóo podrá encabezar una clara mayoría pero tendrá muchos problemas para cumplir el compromiso de gobernar en solitario que formuló este verano. Esa percepción empieza a influir también en la motivación del electorado adversario, buena parte del cual está ahora mismo desmovilizado. Y sobre todo, si esta correlación de fuerzas se consolida, el probable futuro presidente quedará en cualquier caso muy condicionado por el peso de un inevitable socio –dentro o fuera del Ejecutivo– con cincuenta, sesenta o más escaños y con enorme capacidad de imponer los puntos más arriscados o controvertidos de su proyecto programático. Es decir, un panorama político donde la imprescindible reconstrucción de la centralidad devastada por Sánchez durante su mandato podría fracasar desembocando en una suerte de sanchismo de signo contrario. La misma atmósfera de confrontación civil con los bandos del poder y de la oposición cambiados.

El error conceptual de fondo que cometen los populares, y bastantes sectores sociológicos de la derecha, es el de seguir considerando a Vox un partido conservador convencional, una versión del PP más intrépida, más desacomplejada, más `cafetera´. Aunque así fuese al principio, en efecto, hace tiempo que caducó ese esquema; la formación de Abascal es hoy un movimiento populista radical similar a los que han irrumpido con notable éxito en casi toda la Unión Europea. Y como éstos seduce a capas transversales de población descontentas con la esclerosis de las viejas organizaciones sistémicas. No por casualidad representa ya la primera opción del voto joven, como Podemos hace una década. Si el moderantismo liberal, de tradición institucionalista, renuncia a combatir esa tendencia, y más aún si se subroga sus propuestas, corre serio riesgo de ser deglutido por ella. Para evitarlo le convendría comenzar por interpretar correctamente las encuestas.

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