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Robert Redford: Una estrella, un hombre y un destino

«Es absurdo ahora decir que el cine lo echará de menos, porque ya se lo dio todo y porque el cine no echa de menos a nadie, lo conserva para siempre»

 

Faltan diez días para que se cumplan diecisiete años de la muerte de Paul Newman, tiempo suficiente para rubricar algo que se sabe desde siempre: los inmortales también se mueren. Robert Redford acaba de incorporarse a la lista de ellos, y en su caso, por haber dejado en la pantalla (para siempre) infinidad de momentos que lo mantendrán flamante en la memoria del tiempo. Con una bicicleta en ‘Dos hombres y un destino’, con la gorrilla bombacho en ‘El golpe’, con el traje blanco de ‘El gran Gatsby’, con el cabello mojado de Meryl Streep en ‘Memorias de África’, con la mano cálida de Tom Booker en ‘El hombre que susurraba a los caballos‘, con la paciencia agotada junto a Nick Nolte en ‘Un paseo por el bosque‘, con la pistola oxidada de Forrest Tucker en ‘The old man & the gun’…

Robert Redford tenía, como actor, dos cualidades muy habituales en las estrellas, clase y encanto, y que supo exprimirse para algunos de los mejores directores del mundo, incluido él mismo, que no encontró a nadie mejor que él para interpretar algunas de sus películas como director. Con la primera que dirigió, ‘Gente corriente’, que no quiso o no pudo encontrar sitio para él como actor, ya ganó el Oscar al mejor director, en realidad el único que consiguió en toda su carrera además del honorífico en 2001. Con lo que, además de en la lista de inmortales que ya han muerto, hay que añadirle a la lista de grandes actores de la historia que no obtuvieron el Oscar de interpretación.

Su clase y su encanto le permitieron, además de trabajar con los mejores directores de su tiempo, como Sydney Pollack, George Roy Hill, Alan J. Pakula, Arthur Penn, formar algunas inolvidables parejas con la aristocracia del Hollywood eterno, naturalmente con Paul Newman, pero también con Jane Fonda desde su primera película, ‘Descalzos por el parque‘, con Dustin Hoffman en ‘Todos los hombres del presidente’ o con Tom Cruise en ‘Leones por corderos’. Pero su mejor pareja, sin contar a Butch Cassidy, fue el director Sidney Pollack, al que se unió desde ‘Las aventuras de Jeremiah Johnson’, donde a su clase y su encanto, le añadía un asilvestrado atractivo, y siguió con él en algunos de sus mejores títulos, ‘Tal como éramos’ o la arrebatadora ‘Memorias de África‘, y también en los otros, como ‘Los tres días del cóndor‘, ‘El jinete eléctrico’ o ‘Habana’.

Su última película ‘entera’ fue como ladrón de bancos, con ochenta y dos años, ‘The Old man & the gun’, de David Lowery, y que tiene de especial, además de un curioso personaje real (Forrest Tucker), el mensaje de alerta que supo escuchar Robert Redford, ese ‘no va más’ de la ruleta justo antes de pararse.

Y es absurdo ahora decir que el cine lo echará de menos, porque ya se lo dio todo y porque el cine no echa de menos a nadie, lo conserva para siempre. Deja su imagen al mundo y su nombre, Sundance Kid, al festival de cine que él se inventó.

 

 

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