Ramón Peña / En pocas palabras: ¿Quo vadis USA?   

De un modo sin precedente en la historia contemporánea de Estados Unidos, la identidad política rebasa de modo creciente a la identidad social, En un clima polarizado, la hostilidad aparece como reacción natural ante diferencias o desacuerdos, minando las vías de consenso, esas que por tantas décadas han prevalecido en la sociedad estadounidense y han sido clave de su éxito.

No se debate con argumentos y doctrina en torno a los grandes temas.  En su lugar, la polarización se ha instalado como punto de partida en torno a lo económico, político, cultural, científico, climático, educativo. El desacuerdo entre bandos se acompaña cada vez más de profunda aversión, desconfianza y hasta de violencia, obedeciendo, más que a razones, a tribalismo puro y simple.

Las élites políticas tienen una responsabilidad crucial en este clima proclive a la distopía. Impera la falta de discusión interna, de cuestionamiento razonado sobre propuestas y decisiones fundamentales que responden más a prejuicios y paranoias que a necesidades reales y reflexiones. Por ejemplo, el endoso incondicional del partido republicano, hoy en el poder, a la persecución obsesiva de los inmigrantes, a la aplicación irracional de una caprichosa fiebre tarifaria o a terribles desvaríos de la política de salud pública y vacunas. Y de mayor gravedad aun, a la violación de la Primera Enmienda Constitucional al aplicarse una inédita mordaza a los medios de comunicación.

Se desvanece el check and balance, piedra angular de la Constitución, de los poderes públicos contra la tiranía, el abuso, la corrupción, agravado por la inmunidad, casi caudillista, que la Corte Suprema de Justicia le ha conferido a quien ocupe la Casa Blanca. Flaquea también el accountability, modelo histórico de la administración estadounidense… En fin, riesgos de quiebra institucional, en medio de un clima interno de pugnacidad y desencuentro, que minan la ruta de la nación que fue la luz original de la democracia occidental…