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Villasmil: Distópicos en serio

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Mi encuentro con la palabra “distopía” fue a través del cine y la literatura de ciencia ficción (las novelas de Philip K. Dick y de Ursula Le Guin, o programas de TV como “Dimensión Desconocida”, son ejemplos fantásticos). A la vista estaba el contraste con la palabra más usualmente usada “utopía”. Aprovechemos para diferenciarlas:

La diferencia principal entre utopía y distopía reside en su visión de la sociedad: mientras que la utopía presenta un mundo ideal, la distopía muestra una sociedad indeseable y opresiva.

El término utopía proviene del griego «ou» (no) y «topos» (lugar), lo que significa «un lugar que no existe». El concepto fue acuñado por Tomás Moro en su novela Utopía de 1516, donde describía una isla con una sociedad perfecta y armoniosa.

Utopía es una comunidad imaginaria donde todo funciona a la perfección. No hay pobreza, enfermedad ni conflicto. La sociedad se basa en la cooperación, la justicia y la igualdad para todos sus ciudadanos.

La utopía ha servido como un ideal, un «horizonte» al que aspirar para mejorar la sociedad real. Del término se aprovecharon, por ejemplo, en el siglo XIX, las nacientes familias socialistas; algunas de ellas llevaron a acuñar el término “socialismo utópico”, diferenciado del llamado “socialismo científico”, el creado por Marx y su amigo y mecenas Engels.

En realidad, las diversas ramas socialistas solo condujeron a sociedades distópicas, a sueños convertidos en pesadillas, en despojos.

Recuerda el intelectual mexicano Héctor Aguilar Camín en un excelente ensayo (“Pensando en la izquierda”), que Engels afirmó que “la historia camina por el lado malo”. Para Aguilar, y con justicia, el socialismo caminó “por la parte mala del camino malo”, destacando asimismo que “el árbol de la izquierda es frondoso, echa su sombra sobre buena parte de la historia moderna de Occidente. Difícilmente habrá una corriente de pensamiento de raíces tan nobles, árboles tan torcidos y frutos tan amargos”.

 

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1984 | Editorial Alma

 

Decíamos que la distopía es lo opuesto a la utopía. Proviene del griego «dys» (malo) y «topos» (lugar), que significa «un mal lugar«. Es la representación de una sociedad futura que, a pesar de lucir aceptable en la superficie, está controlada, oprimida.

En una sociedad distópica el control social es la norma, ya sea a través de la vigilancia masiva, la propaganda o la supresión de la individualidad. Los ciudadanos no tienen libre albedrío; el gobierno o una élite en el poder toman las decisiones por ellos. Aunque a veces se presenta una aparente igualdad, en el fondo hay una división social marcada y una deshumanización de los individuos.

La ciencia y la tecnología se usan como herramientas para controlar y oprimir a la población, como en la célebre novela 1984 de George Orwell.

Tengámoslo claro: la distopía no es un objetivo, sino una advertencia. Funciona como un espejo deformado de la sociedad actual, exagerando sus aspectos negativos para alertar sobre los peligros de ciertas tendencias políticas, sociales o tecnológicas.

Ciertamente la utopía es un sueño de lo que quizá podríamos ser, mientras que la distopía es una pesadilla de lo que podríamos llegar a ser si no cambiamos.

 

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¿Por qué se dice que el mundo está cada vez más distópico? La realidad actual muestra un aumento de tendencias que, históricamente, han sido la base de las sociedades distópicas en la literatura y el cine. Estas tendencias ya no son futuristas, sino que están presentes y se manifiestan en la vigilancia masiva, la desigualdad económica, el declive de la democracia y la crisis ambiental.

El avance tecnológico ha traído consigo una creciente vigilancia masiva. Las cámaras de seguridad, los datos recopilados por gigantes tecnológicos y el uso de la inteligencia artificial para el reconocimiento facial y la predicción de comportamientos, han difuminado los límites de la privacidad.  Este tipo de control, que antes solo se veía en ficciones como la novela mencionada 1984 de George Orwell, donde el «Gran Hermano» vigila a todos, ahora es una realidad en muchas partes del mundo. La gente tiene una sensación de ser constantemente monitoreada, lo que puede tener un efecto paralizante en la libertad de expresión y la participación social.

Otro pilar de la distopía es la gran brecha entre ricos y pobres. En un mundo donde el 1% de la población controla una parte desproporcionada de la riqueza, se genera una sociedad de clases que recuerda a las obras distópicas. La falta de acceso a servicios básicos como salud y educación para los menos afortunados crea una sociedad polarizada y frustrada, donde las oportunidades no son equitativas y la movilidad social es cada vez más difícil. Este desequilibrio alimenta el resentimiento y la inestabilidad social.

Para colmo, se observa un retroceso en los valores democráticos en muchos países. El auge de líderes autoritarios que concentran el poder, restringen la libertad de prensa y debilitan las instituciones judiciales, recuerda a las tramas donde el gobierno ejerce un control opresivo sobre la población. La polarización política, el uso de la desinformación en las redes sociales para manipular a la opinión pública y la erosión de los derechos civiles son elementos que contribuyen a esta percepción de un futuro menos libre y más controlado.

La destrucción del medio ambiente, la contaminación y el cambio climático son temas recurrentes en las distopías, como en la película Mad Max. La realidad actual de sequías, inundaciones y desastres naturales a una escala sin precedentes, sumada a la inacción de los gobiernos para resolver estos problemas, genera la sensación de que nos dirigimos hacia un futuro post-apocalíptico. Este panorama agrava la sensación de desesperanza que muchos sienten hoy.

 

 

¿Estamos exagerando? Leo en la prensa que Delta Airlines está comenzando a usar Inteligencia Artificial (IA) para investigar a sus pasajeros y entonces fijar sus precios. ¿Usted está muy urgido de viajar porque va a una boda o al velorio de un familiar? El precio de su boleto se incrementará.

Las peores distopías mostradas en esa extraordinaria serie de TV británica, “Black Mirror”, ya se están haciendo realidad. Preparémonos.

 

 

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