Sánchez de la Paz para Alfred Nobel
Para 2026 le habrá dado tiempo a pacificar Gaza, repatriar a Puigdemont e indultar a la parentela

Pedro Sánchez, durante un acto en Londres –
La ocurrencia partía de Ángel Víctor Torres, ministro de Política Territorial y Memoria Democrática. Durante una entrevista hace unos días, se venía arriba con el elogio exorbitado y apuntaba a Pedro Sánchez como candidato al Premio Nobel de la Paz. La cosa ha terminado por alcanzar cotas delirantes. Pero es que es lo que tiene la hipérbole, que a veces, como las fiestas, se va de las manos. Y del peloteo impúdico al delirio comunal hay solo un paso. Basta que tres fanáticos con tiempo libre y wifi escuchen a un subalterno desacomplejado tratando de halagar sin mesura ni rubor a su superior para que, en menos tiempo del que tarda Tezanos en armar una consulta que lo legitime como líder en intención de voto, exista una campaña de recogida de firmas online apoyando la candidatura para el Nobel, fuera de tiempo y de un elemental sentido del decoro, para Pedro Sánchez. Porque, dicen, «con su humanismo y coraje contra el genocidio en Gaza, ha hecho de España un faro de justicia global» y porque «¡su voz es paz en acción!», así, entre signos de admiración y como gritando un poco, a ver si nos enteramos.
Lo cierto es que la lista de nominados a los premios Nobel no se conoce, porque no se hace pública. Se conocen únicamente las candidaturas de aquellos que deciden hacer público por su cuenta que han sido propuestos. Pero no hay una lista oficial de personalidades que optan al premio: es secreta y la organización del Nobel no la publica nunca. Este año se sabe que, entre otros, han sido propuestos Donald Trump, Elon Musk, María Corina Machado o la Corte Penal Internacional. Así hasta 338 postulaciones presentadas (el número de los que optan al premio sí se proporciona) hasta el 31 de enero, que es cuando se cerró el plazo de presentación de candidatos.

De entre todos ellos, entre los que se desconoce si realmente se encuentra Pedro Sánchez o no, el Comité Nobel selecciona a los candidatos elegibles y, de entre una primera selección de candidaturas, un grupo de expertos y asesores realiza informes sobre la trayectoria e idoneidad de cada uno. Finalmente, el Comité elige al galardonado. Así, si la campaña de recogida de firmas para proponer a Pedro Sánchez tuviese éxito (cuenta ahora mismo con poco más de tres mil firmas, no sé yo si es suficiente), tendría que ser presentada su candidatura para la edición de 2026. Lo bueno es que para entonces le habrá dado tiempo de pacificar Gaza, repatriar a Puigdemont y de indultar a la parentela si finalmente fuesen condenados por todos los cargos que se les imputa.
Mientras tanto, aquí continúa el frenesí exaltatorio del ínclito entre sus acólitos. Y, como todo es empezar, en la carrera de autos locos para ver quién le adula más y mejor en que se ha convertido esto (con sus oompa loompas aplaudiendo entusiasmados como norcoreanos al borde de la lipotimia), Paqui Santaella, diputada del PSOE en Granada, preocupada por no jalear lo suficiente y temiendo quedarse corta, decidía envidar e ir con todo a la canonización. Que merece que le hagan santo, dice. Y se queda tan Pichi. Y aunque lo haga de manera metafórica y simbólica, por agradar, porque nadie en su sano juicio (ni siquiera ella) propondría elevar a los altares a un político como Sánchez (ni como ninguno), no deja de ser sintomático del estado de desprejuiciado vasallaje en que se encuentra la formación. Quizá sería conveniente, ahí lanzo un consejillo, rebajar el tono, grotescamente laudatorio, porque corren el peligro de provocar el efecto contrario: en lugar de a encomio suena a chufla. Y no creo que al jefe le vaya a gustar intuir el leve perfume de que se están choteando de él.
Campaña a la contra
Pero si ya es ridículo que la ocurrencia de hacerle candidato al Nobel haya sido tomada en serio en las propias filas socialistas, casi más ridículo es que así haya sido también entre las contrarias: como guinda al pastel de la desinhibida atelana exaltatoria, una asociación ha creado otra campaña de recogida de firmas online, esta para impedir la candidatura. Llegados a este punto, uno se pregunta si es más preocupante el servil que irresponsablemente lanza la ocurrencia o los susceptibles que se la toman en serio. Porque el primero tiene la excusa del ánimo lisonjero, tal vez desmedido y sobreactuado, pero los demás han acogido lo que no pasaba de involuntaria humorada con seriedad y afectación.
Llegados a este punto, yo creo que estamos en la obligación de subir la apuesta. El Nobel para Pedro Sánchez se queda corto y, además, si aceptan la candidatura de su némesis, de Donald Trump, este premio no es premio para nuestro presidente: es desprecio. Así, propongo que el más grande premio a un hombre de paz que se conceda en la bolita del mundo lleve el nombre de un hombre de paz. Del hombre de paz del momento. Así: postulo a Alfred Nobel como candidato al Sánchez de la Paz. No nos conformemos con menos.