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El trilema brasileño: Bolsonaro (condenado), Trump y Lula

La evidente injerencia de EE. UU. en los asuntos internos brasileños ha galvanizado a amplios sectores de la población en defensa de su país

                                                        Jair Bolsonaro. Foto: EFE | Confidencial

 

Tras la reciente condena a 27 años de prisión por golpismo, delitos contra la democracia y otros cargos muy severos contra el expresidente Jair Bolsonaro y varios de sus más próximos colaboradores (tres generales, un almirante y dos comisarios de policía), las noticias relacionadas con el caso no han dejado de impactar en los medios y en las redes sociales. Las informaciones van en múltiples direcciones y cubren diversos aspectos de la realidad, algo normal dado el cúmulo de actores internos y externos involucrados, con serias repercusiones para la política interna de Brasil (el año próximo hay elecciones presidenciales) y su posición internacional.

Las noticias van desde la hospitalización del expresidente por serios problemas digestivos, herencia del atentado con cuchillo que sufrió en la campaña electoral de 2018, hasta el diagnóstico de cáncer de piel, pasando por una votación de la Cámara de Diputados que aprobó por amplia mayoría el tratamiento urgente de un proyecto de ley de amnistía que lo beneficiaría directamente. Adelantándose a un resultado adverso, dada la correlación de fuerzas en las dos cámaras, favorable a los partidos de centro y de derecha, el presidente Lula señaló que vetaría sin dudarlo una norma de este tipo aprobada por el Parlamento, por no concurrir en el caso motivaciones políticas.

Previamente, Donald Trump había salido en defensa de su viejo amigo y aliado acusando tanto a la justicia, especialmente al magistrado Alexandre de Moraes, como al gobierno brasileño de atacar la libertad de expresión y violar los derechos humanos. Incluso, una portavoz de la Casa Blanca apuntó que Trump “no tiene miedo de usar el poder económico y el poder militar de EEUU para proteger la libertad de expresión alrededor del mundo”. Y a tenor de la imposición de aranceles del 50% no hay la menor duda de la clara voluntad de querer castigar al gobierno brasileño, al considerar que sus “políticas, prácticas y acciones… amenazan la seguridad nacional, la política exterior y la economía de Estados Unidos”.

Sin embargo, si el deseo de Trump era amparar a su comilitón, su reacción ha provocado una serie de efectos no deseados que van justamente en la dirección contraria y ni siquiera han impedido un fallo judicial adverso. La más que evidente injerencia en los asuntos internos brasileños ha galvanizado a amplios sectores de la población brasileña en defensa de su país, aflorando sentimientos nacionalistas, los mismos que se quería apropiar Bolsonaro y sus seguidores.

Por un lado, han fortalecido a Lula en lugar de debilitarlo, aumentando su imagen de estadista. Así lo demuestran las encuestas de opinión, que tras varios meses de caída en su popularidad ahora reflejan una sensible recuperación y lo sitúan en mejores condiciones para aspirar a una nueva reelección en 2026. Por el otro, con su secuela de errores Trump está distanciando a Brasil de EE. UU., aproximándolo cada vez más tanto a China como a la Unión Europea, sobre todo si el Consejo y el Europarlamento ratifican el Tratado de Asociación UE – Mercosur.

El contundente fallo de la Corte, por cuatro votos contra uno, complica a la defensa de Bolsonaro y sus planes de apelar la sentencia ante el pleno del alto tribunal federal. De haberse alcanzado un resultado más igualado las opciones de que el recurso prosperara hubieran sido mayores, pero no lo son con la actual minoría. Pese a todo, los abogados del expresidente están dispuestos a llegar a las más altas instancias internacionales, por más que su gobierno (2019–2022) se haya caracterizado por un sistemático “antiglobalismo”.

La gran duda es si finalmente quedará bajo arresto domiciliario y si un eventual presidente de derecha en 2026 termina concediéndole el indulto. De todos modos, lo que resulta evidente es que la decisión de la Corte es una muestra clara de que la justicia y las instituciones brasileñas funcionan de manera eficaz.

Si Marco Rubio, el secretario de Estado, habló de “caza de brujas” y persecución política, Trump fue mucho más explícito al reconocer que lo ocurrido “realmente se parece a lo que quisieron hacer conmigo”, tras el intento de asalto al Capitolio en enero de 2021. La gran diferencia entre Brasil y EE. UU., un país que siempre ha hecho gala, y con grandes razones, del funcionamiento de su sistema democrático y de sus mecanismos de pesos y contrapesos, incluida la justicia, es que mientras en Brasil el Supremo Tribunal Federal (STF) ha cumplido con su misión, en tiempo y forma, en EE. UU. la Corte Suprema se ha inhibido de ir hasta el fondo de la trama golpista.

 

*Este artículo se publicó originalmente en El Periódico, de España

 

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