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Chitty La Roche: Notas sobre el carisma, el síndrome de hubris y el poder

Las 4 Claves para desarrollar Carisma

 

La soberbia nunca baja de donde sube, pero siempre cae de donde subió.” Quevedo

“No soy pedante, soy perfecto” Dicho popular

 

Aún recuerdo a una periodista y escritora que, no nombro porque es un mero ejercicio de memoria y tal vez impreciso y apenas parafrasearé que, refiriéndose a Hugo Chávez Frías, advertía que su dominio en la escena era cuasi total por su espectacularidad, “Cuando el sol sale, las estrellas no se ven.”

No se trató de una perogrullada y por el contrario, resaltaba el impacto que para la sociedad significaba el comandante y presidente, cuya marca, en un momento dado, pareció deslumbrante.

Pio Gil y Edecio La Riva Araujo, entre otros, señalan cómo, ante los más destacados y prominentes de la farándula política, por así llamarla, surge una suerte de idolatría que concede a los concernidos favorecidos, una estatura espiritual gigante, y entre adulantes y alabarderos crean una atmosfera que trastoca lo humano en algo más, hasta divino.

El asunto es más interesante quizás, cuando somos testigos del despunte o la confirmación de una personalidad que brilla constantemente o fascina por su gesticulación, su habla, su inteligencia.

Hay otros que no necesariamente nos lucen extraordinarios o no nos convencen enteramente de que lo sean, pero para ellos, en su esfera personal, en su yo interno, la calidad intrínseca, la superioridad, más que una impresión es una convicción. 

Son aquellos que esperan más que deferencias, un reconocimiento de sus condiciones y virtudes sobresalientes en todo trance y eventualmente, se les trate no solo con admiración, porque ellos creen merecerla, sino que esperan acatamiento y sumisión.

Son los que hacen del diálogo un ejercicio monológico. Los que hacen prevalecer su criterio, su opinión sobre cualquier asunto y, acallan inclusive a los mas informados o curricularmente calificados sin admitir contradicción a su discreto o ausente conocimiento de nada.

Popularmente se oye decir, de algunos, que se enamoran de ellos mismos. Se creen y asumen como mejores y exhiben su pretendida preponderancia, sorprendiéndose de tropezar con quienes no se han percatado de su genio y divinidad. Lo mas grave surge de un entorno que se va tejiendo de lisonjeros, arribistas, trepadores, malabaristas de cualquier espacio de riqueza y/o de poder, capaces para agradar, de cualquier cosa y   probar más que su aquiescencia, su lealtad canina.

El paciente por denominarlo así, de una patología del engreimiento, la arrogancia, la soberbia deambula, seguro de si y dominador, por la escuela, universidad, campo deportivo, en la banca, en la profesión, en la economía y en la política, a la búsqueda del momento en que el mundo se percate de su primacía y le acuerde fascinado la guía, la conducción, la dirección.

Empero, sucede que a veces la cruda realidad pode las cosas en su sitio y alcanza a afectar al que se cree ungido y desnuda falencias y carencias que ni él ni sus apoyos pensaron que podrían mostrar o, acontece también que, en su carrera hacia el estrellato, los aleas y el destino, caprichoso, cruel y ciego no le sean proclives sino lo contrario y, el fracaso enerve el florecimiento de su otrora inevitabilidad.

La historia está llena de figuras con esas manifestaciones. Recientemente, Trump o Putin u Sanchez, Orban o Netanyahu, por evocar y convocar al liderazgo mundial o, acaso, ese extremo llamado Kim Jong Un o, ese otro asiático, Xi Jinping. 

No aceptan opositores ni disidentes e incluso, sus propios familiares o correligionarios, sufren de sus acciones que, por cierto, no admiten retadores, ciertos o probables o posibles. Estarán dispuestos a eliminarlos o socavarlos, por las buenas o por las malas.

La historia está llena de ellos y nombrarlos ocuparía un cuaderno muy grueso, pero, me interrogo sobre la realidad venezolana actual. ¿Quiénes son y/o quien es el que se siente más sobrado, el titular de la supremacía, el líder de todos los lideres y, aceptará el fin de su prevalencia?

A la distancia se mira en algunos y algunas que, reúnen una sintomatología variada pero concordante que apunta al síndrome de Hubris o Hibrys. Alguien inferirá que se trata de la cabeza más visible del oficialismo, pero, confieso que hay otros y otras que me llaman la atención porque de solo verlos y oírlos se les siente ese dejo de vanidad y displicencia típico de los irradiados por la exuberancia del poder y la impunidad. Fíjense bien, amigos lectores y, lo constatarán.

Siempre me vienen al espíritu acciones o frases o escritos de compatriotas destacadísimos y esta vez, en su discurso refranero vuelvo a oír a Luis Antonio Herrera Campins, recientemente celebrado su centenario de nacimiento, “No te remontes tan alto, prenda de tanto valor que, al árbol que más se eleva, le tumba el viento la flor.” 

 

Nelson Chitty La Roche, nchittylaroche@hotmail.com, @nchittylaroche

 

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