Cultura y ArtesLibrosLiteratura y Lengua

Soledad Morillo Belloso: Juan del Val, el escritor que saluda al zapatero

 

 

Juan del Val: del partido al que dejará de votar a su fichaje frustrado por 'Supervivientes'

 

Yo no conozco a Juan del Val. O sí. Porque a los escritores se les conoce oyéndolos y leyéndolos, y eso hago yo cada día desde que lo descubrí hace algunos años. No solo lo conozco por la foto en la solapa de sus novelas, por las entrevistas en televisión y por su participación en El Hormiguero. Lo conozco por esa voz que se cuela entre líneas y me habla como si supiera quién soy. Lo conozco como se conoce a los que acompañan sin pedir permiso.

Juan del Val es de esos escritores que no se esconden detrás de la tinta ni se disfrazan de genio. Tiene el don raro de la cercanía, como si cada página que escribe viniera con olor a café en el bar de la esquina y con la cadencia de alguien que conversa sin prisa, sin pose. Me encantaría cruzármelo en la barra, no para pedirle una firma ni para hablar de literatura, sino para compartir el silencio cómodo de dos que entienden que la vida está hecha de cosas pequeñas: el saludo al vendedor de castañas, el gesto de levantar la ceja cuando pasa alguien conocido, el comentario sobre el clima que no busca conversación, solo complicidad.

No importa la fama, ni los premios, ni las entrevistas. Juan sigue siendo —o al menos así lo siento yo— ese hombre que camina por la calle con los hombros relajados, que no se ha creído el cuento de la fama porque sabe que los cuentos de verdad no se escriben para brillar, sino para acompañar. Y cuando pasa frente al zapatero, no hay distancia ni protocolo: hay abrazo. Porque su literatura, como él, no se sube al pedestal, se sienta en la banqueta de la vida cotidiana y escucha.

Ahora que ha ganado el Premio Planeta con su novela Vera, que no he leído, no parece que haya cambiado el paso. Más bien da la impresión de que lo ha dado con los mismos zapatos de siempre, esos que saludan al zapatero y no olvidan el camino. Porque Juan no escribe para una élite ni para adornarse con palabras difíciles. Escribe para la gente. Para quienes leen en el metro, en la cola del banco, en la cocina mientras se enfría el café. Escribe con humor, con ironía, con verdad. Y eso, en estos tiempos de tanto artificio, es un acto de valentía y de inteligencia.

Juan del Val no escribe novelas: las conversa. Las baila. Las lanza al ruedo con la certeza de que el lector sabrá encontrar en ellas un espejo, una carcajada o una herida. Y por eso, cuando lo celebro, no lo hago con reverencias, sino con una sonrisa y el pensamiento feliz de que lo logró sin dejar de ser él.

Lo celebro como se celebra a quien sabe estar sin estridencias, sin disfraces, sin necesidad de levantar la voz para hacerse escuchar. Lo celebro como se celebra lo que nos acompaña sin pedir permiso: con gratitud, con afecto, con esa alegría serena que me da saber que aún hay quienes escriben desde la calle, desde la cocina, desde el abrazo. Porque cuando un escritor logra ser verdad sin dejar de ser cercano, lo que se gana no es solo un premio: se gana el lugar íntimo donde sus palabras se vuelven compañía.

 

Soledadmorillobelloso@gmail.com
Soledadmorillobelloso.blogspot.com

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba