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Villasmil: ¡Por fin nuestros santos criollos!

A woman dressed as a nun in a white habit and veil sits at a wooden table holding a white cup of coffee in her right hand, with a cross necklace visible on her chest, smiling gently at a man dressed as a doctor in a white coat, black tie, and black hat, who holds a stethoscope around his neck and a cup of coffee in his right hand, looking at her with a slight smile, a saucer on the table between them, set against a warm beige background.

 

Venezuela es un país de profunda raigambre y tradición católicas. De ello, nos enorgullecemos todos, incluso tengo amigos no católicos que lo respetan y aceptan, porque reconocen que, durante nuestra historia criolla, en muchos momentos críticos (19 de abril 1810, 1 de mayo de 1957, para citar solo dos), representantes religiosos han dado un paso al frente y han ofrecido mensajes que han marcado para bien la historia nacional.

Sin embargo, un rasgo significativo, como una espina atravesada en todos nosotros, era el hecho de que no teníamos ningún santo venezolano.

Pregunta obligada, por cierto: ¿cuántos santos tiene la región latinoamericana?

La cifra exacta es difícil de establecer debido a la inclusión o exclusión de grupos de mártires (como los 25 mártires de México, que se mencionan en el párrafo siguiente), donde se cuenta a cada uno individualmente.

México lidera la lista: es el país de la región con más santos, principalmente debido a los mártires de la llamada Guerra Cristera -para los que anotan: La Guerra Cristera fue un conflicto en México que tuvo lugar principalmente entre 1926 y 1929-; un levantamiento armado de católicos enfrentados a las políticas anticlericales del gobierno mexicano posrevolucionario.

¿Cuáles fueron los primeros santos de América?

Los primeros santos de América fueron peruanos: Santa Rosa de Lima (canonizada en 1671) y San Martín de Porres (canonizado en 1962).

¿Y recientes? La lista ha crecido en las últimas décadas con canonizaciones importantes, como: San Óscar Arnulfo Romero (El Salvador), San José Gabriel del Rosario Brochero (Argentina), Santa Laura Montoya Upegui (Colombia), y Santa Teresa de los Andes (Chile).

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Mucho se ha escrito sobre ellas, pero repitámoslas: ¿Cuáles son algunas de las virtudes máximas de San José Gregorio Hernández y de Santa Carmen Rendiles, los nuevos santos venezolanos?

La santidad en la Iglesia Católica se basa en la vivencia de las virtudes en grado heroico, es decir, practicadas de manera constante y excepcional. En el caso del Dr. José Gregorio Hernández y la Madre Carmen Rendiles Martínez, sus vidas ejemplifican virtudes específicas que resonaron profundamente en la fe popular y en su proceso canónico.

No por nada, San José Gregorio Hernández Cisneros siempre ha sido conocido como “El Médico de los Pobres”, ya que mostró siempre una dedicación total a los enfermos, especialmente a los más necesitados, a quienes atendía sin cobrar honorarios, comprándoles medicinas e incluso alimentos.

Sus virtudes se enfocaron en la combinación de su vocación científica con su profunda vida de piedad y caridad, como laico y médico. Un científico y médico destacado, un ciudadano excepcional, un cristiano ejemplar.

Al mismo tiempo, su fe se manifestaba en una vida de oración constante, su participación diaria en la Eucaristía, y su deseo de hacer la voluntad de Dios, que incluso lo llevó a intentar la vida monástica en varias ocasiones.

Fue un hombre muy humilde: A pesar de ser uno de los científicos más brillantes de su época y de estar entre los que trajeron la medicina moderna a Venezuela, siempre mantuvo un perfil bajo, modesto y sencillo, sirviendo a todos por igual.

Es ejemplar la forma en que puso su inmenso talento intelectual y científico (trajo el microscopio y fundó la bacteriología en Venezuela) al servicio del prójimo y de su país, no para beneficio personal.

Por su parte, Santa Carmen Elena Rendiles Martínez fue la fundadora de la Congregación Siervas de Jesús en el Santísimo Sacramento, y sus virtudes se centraron en la obediencia, la perseverancia y el espíritu de sacrificio, a pesar de su condición física.

Se le conoce como la «Madre Perseverancia». Esta virtud fue crucial, ya que, al nacer sin casi la totalidad de su brazo izquierdo, fue rechazada por varias comunidades religiosas. Su tenacidad y fe inquebrantable la llevaron a cumplir su vocación y a fundar su propia congregación.

El carisma fundamental de su orden religiosa es la adoración a Jesús Sacramentado. Su vida estaba centrada en la Eucaristía, de donde extraía la fuerza para su misión.

Su amor al prójimo se concretó en la dedicación a la formación y educación, especialmente de las niñas y jóvenes de bajos recursos, a través de los colegios de su congregación.

Ambos santos son un modelo de la vida cristiana, demostrando que la santidad es alcanzable tanto en la vida laical (como médico) como en la vida consagrada (como fundadora de una congregación).

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Más allá del orgullo por tener no uno sino dos santos venezolanos, José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles, la importancia de que un país con una población mayoritariamente católica, que nunca había tenido un santo, ahora tenga dos, es profunda y multifacética. Toca aspectos religiosos, culturales, de identidad nacional y hasta de proyección internacional.

Ello es así, porque la canonización de dos compatriotas proporciona figuras tangibles, «de la casa«, con las que los fieles pueden identificarse mucho más fácilmente. Demuestra que la santidad no es solo un fenómeno de países lejanos o épocas pasadas, sino que es posible y se ha manifestado dentro de su propia cultura y nación. Y, sobre todo, AHORA. (alguien dirá, quizá con razón, “cuando más los necesitábamos”).

Y si fuera poco lo anterior, la Iglesia Católica, al reconocer a dos de sus miembros más insignes, valida la fe, la historia y la contribución de la Iglesia local a lo largo del tiempo; asimismo, los santos pasan a formar parte del patrimonio inmaterial del país. Sus nombres, historias y lugares de vida se integran en la cultura popular, la toponimia, el arte y la literatura.

Pasar de cero a dos santos es un hito de inmensa trascendencia que fortalece la identidad religiosa y nacional, proporciona nuevos y poderosos modelos de virtud, y otorga al país un prestigio y una presencia renovada tanto a nivel interno como ante la Iglesia universal.

En esta hora de tanta necesidad, su llegada renueva la esperanza, nos alumbra, anima y reconforta.

Y como bien afirma Elizabeth Sánchez Vegas, «era hora de que el mundo reconociera lo que el pueblo siempre supo: que la santidad también habla con acento venezolano».

 

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