Santidad modélica
Ayer los venezolanos vivimos una jornada de profundas emociones.
La elevación a los altares de la hermana Carmen Rendiles y del doctor José Gregorio Hernández nos colmó de una serena gracia y nos mostró el rostro luminoso de lo que somos como pueblo.
En medio de la tragedia humanitaria que padecemos, y frente a la presencia abusiva y constante de los agentes de la usurpación en los medios de comunicación y redes sociales, resulta alentador recibir noticias reconfortantes para recordarnos que somos un pueblo de gente buena, trabajadora, honesta, solidaria y comprometida con el prójimo, tal como lo fueron nuestros santos.
Los valores de la santidad, encarnados en la madre Carmen y en el doctor José Gregorio, debemos reavivarlos en el alma de la nación. La presencia, durante los últimos veinticinco años, de esta pléyade de personajes de la llamada revolución bolivariana ha causado un daño multidimensional tan severo, que necesitamos extraer de nuestra historia y de nuestros mejores modelos humanos la inspiración para reconstruir ética, espiritual, cultural y familiarmente a nuestra Venezuela.
Necesitamos beber de esos ejemplos. Rescatar la espiritualidad fundada en los principios del cristianismo. La dictadura comunista que nos oprime ha intentado destruir esa amalgama espiritual hostigando a la Iglesia Católica y pretendiendo instrumentalizarla, para que sus prelados abandonen su compromiso con el Evangelio y se conviertan en agentes de su ignominia.
Sin embargo, los documentos pastorales de la Conferencia Episcopal Venezolana a lo largo de este siglo evidencian la permanente predicación de la Iglesia en defensa de la dignidad de nuestros ciudadanos y su constante cuestionamiento frente a la deriva autoritaria y criminal del chavismo en el poder.
Frente a tales pronunciamientos, la respuesta de los agentes del régimen ha sido el insulto y la descalificación. Como lo hicieron con todas las instituciones de la sociedad civil, la cúpula roja buscó cooptar a miembros del clero y del episcopado. Uno que otro sucumbió al halago, a la tentación o a la presión; pero justo es reconocerlo: ni Chávez ni Maduro lograron montar una iglesia paralela, como era su propósito, del modo en que sí lo hicieron con partidos políticos, gremios, sindicatos, universidades y otras instituciones.
En paralelo, buscando minar la base espiritual de la nación, el poder usurpador estimuló deformaciones religiosas, alentando expresiones sincretistas, prácticas santeras o vinculaciones con babalaos. Además, abrió las puertas del país a un proceso de catequesis islámica, denunciado oportunamente por el recién fallecido obispo emérito de San Cristóbal, monseñor Mario Moronta, quien expresó su preocupación por una “invasión islámica” en Venezuela. En noviembre de 2020, Moronta advirtió sobre la presencia de más de veinte mil iraníes en nuestro territorio.
Conviene recordar que ese país está dominado por la rama chiita del islam, promotora de un proceso de catequesis con propósitos de dominación política. En su fase inicial se presenta como una expresión religiosa, pero una vez alcanzada cierta masa de adhesión —superior al veinte por ciento de la población—, impone sus normas y controles de forma obligatoria o por la fuerza, como ha ocurrido con el pueblo iraní.
En nuestro país, la cúpula roja, usurpadora del poder del Estado, ha intentado reducir la fe católica de la mayoría de los venezolanos recurriendo a estas estrategias, con el propósito de lograr no solo el control político de la sociedad, sino también su dominación espiritual y cultural.
Han sido las sólidas bases cristianas de nuestro pueblo, cimentadas en su firme apego a la religión de Jesucristo, las que han levantado un dique de contención moral y espiritual frente a este perverso propósito de los ideólogos del socialismo del siglo XXI.
De ahí la importancia de la ceremonia celebrada ayer en Roma, al reconocer como santos a dos insignes compatriotas. Modelos de la persona humana. Paradigmas de nuestra nación: una mujer servidora y solidaria, que a pesar de sus limitaciones físicas consagró su vida a los más débiles y desposeídos, viviendo con apego a los mandamientos de la Ley de Dios; y un hombre que hizo de su profesión de médico un apostolado para atender a los más pobres, ejemplo de humildad, de disciplina para el conocimiento científico, y de vocación docente para educar y formar el espíritu y la mente de la juventud de su tiempo.
Estos paradigmas, que hoy veneramos como modelos de vida, están muy distantes de los que nos ha impuesto la llamada revolución socialista. Su “hombre nuevo” tiene por ídolos a figuras como el Che Guevara, Fidel Castro o Hugo Chávez; y sus modelos femeninos son Delcy Rodríguez, Iris Varela o Cilia Flores. Nada más distante de la madre Carmen que estas réplicas femeninas del mal.
En estos tiempos de dolor, pero también de esperanza, brillan en el firmamento venezolano los dos modelos de santidad que representan Carmen Rendiles y José Gregorio Hernández: nuestros santos, nuestros verdaderos paradigmas nacionales.