Ana Cristina Vélez: Arte que exalta la nada
No deja de sorprender lo irracionales y gregarios que somos los seres humanos. Carecemos de personalidad a la hora de obedecer las tendencias que se imponen en el mundo, por absurdas, banales o tontas que sean. La moda del vestido y del calzado nos lo demuestran a gritos todos los días

No deja de sorprender lo irracionales y gregarios que somos los seres humanos. Carecemos de personalidad a la hora de obedecer las tendencias que se imponen en el mundo, por absurdas, banales o tontas que sean. La moda del vestido y del calzado nos lo demuestran a gritos todos los días, pero también en el mundo comercial y en el del arte encontramos innumerables ejemplos.
En 1883, el colectivo de artistas franceses “Los Incoherentes” propuso el concepto del lienzo vacío como obra de arte. Posteriormente, en el siglo 20, los artistas y quienes los validan ante el público y las instituciones abandonaron las tradiciones. Se impuso una actitud desafiante cuya idea principal era innovar y trasgredir.
Los movimientos artísticos surgían como flores en tierra abonada; el de hoy remplazaba el de ayer. Los artistas entraron en un juego donde cada uno inventaba sus reglas. El imperativo era olvidar el pasado y sus obras. Hasta ese momento, el arte había sido el resultado de una superposición lenta de conquistas y de cambios sutiles dentro de la tradición. El Dadaísmo, un movimiento europeo de 1916, abrió la licencia a muchas tendencias.
Antes de que algunos artistas propusieran el vacío, la nada, como obra, otros ya habían explorado la simplificación extrema. Artistas como Kazimir Malévich propuso lienzos de un solo color, algo que se asemeja a no pintar nada. En 1918, hizo su obra Cuadrado blanco sobre fondo blanco, un ejemplo extremo del movimiento (puro concepto). Luego, en 1921, Aleksander Rodchenko presentó sus pinturas monocromáticas: Rojo puro, Amarillo puro y Azul puro. En 1940, llegaron las Pinturas negras de Ad Reinhardt. Más de 20 artistas, en distintas partes del mundo, han demostrado ser muy creativos pintando sus cuadros únicos de un solo un solo color. En Colombia, Ana Mercedes Hoyos no se quedó atrás. Todavía hay quienes siguen proponiendo lo mismo, como pinturas con tinta invisible.
En 1953, Robert Rauschenberg borró un dibujo de Willem de Kooning y lo presentó como obra de arte. Poco a poco se fue prescindiendo de todo, hasta evitar el objeto y evitar significar algo. Entonces se necesitó un término para nombrar esto: minimalismo fue el concepto que acuño el filósofo Richard Wollheim en la década de 1960. Después del minimalismo, apareció el arte conceptual. En el arte conceptual, el concepto era todo; muchas veces, la obra no era más que el título.

Willem de Kooning borrado.
No se necesita mucho talento para hacer una obra conceptual, pero sí muchos contactos para hacerla “notar”. Sin duda, se necesita estar bien instalado en el mundo de los poderosos del arte, ya sea en los museos, en las galerías, o ser famoso en las revistas o en los medios, para ser valorado. En muchos casos la única diferencia entre la obra de un artista conceptual consagrado y la de cualquiera que lea estas líneas es el nombre.
Las ideas se copian, proliferan y contagian mundos nuevos. Veamos una serie de obras famosas en las que no hay sino ideas, pero no hay obra física.
Yves Klein, quizás fue el primer artista en explorar el tema al presentar en 1958 la primera exposición completamente desprovista de contenido visible, El vacío. El artista americano Robert Barry hizo exposiciones vacías desde 1969 hasta finales de 1970. Las galerías permanecían vacías y cerradas, físicamente inaccesibles. Llevó la idea, ¿qué más podía llevar? a Los Ángeles, Ámsterdam y a Turín. Robert Irwin se propuso él mismo como obra de arte. Se ubicó dentro de una galería vacía, en la Ace Gallery, en Los Ángeles, en 1970. Chris Burden tuvo la misma idea; parece que él era la obra de arte. En 1975 expuso la obra White Light / White Heat. El artista se ubicó en una plataforma por encima del espectador y estuvo 22 días sin comer ni hablar, y el espectador podía entrar al recinto, pero no lo veía (ver para creer). Artistas como Simon Pope y Santiago Reyes Villaveces expusieron sus galerías vacías, el primero con el título de Galería Espacio Recuerdo (2006), y el segundo con el nombre de El Hueco (2025), donde solo hay un hueco.
A Andy Warhol no le faltó su obra vacía, que llamó Escultura Invisible, de 1985. Sabemos la fecha, porque en la galería estaban el pedestal y la ficha técnica. En la Hayward Gallery, en Londres, en el 2012, se expusieron 50 obras “invisibles” de artistas famosos como Yves Klein, Andy Warhol, Yoko Ono y Maurizio Cattelan. Más inaprensible fue la obra de Tom Friedman: 1 000 horas mirando fijamente. Se trataba de una hoja en blanco a la que el artista aseguró haber mirado mil horas en total, en el lapso de cinco años. La obra Io Sono (Yo Soy), es una escultura invisible del artista italiano Salvatore Garau y fue vendida por más de 15,000 euros (aproximadamente 18,300 dólares) en una subasta de Milán en mayo de 2021. La escultura no tiene forma ni materia física, y su existencia reside en el pensamiento y la imaginación del espectador. El comprador recibe un certificado con instrucciones para exhibirla en un espacio vacío de aproximadamente 1.5 x 1.5 metros, representando un vacío lleno de energía.
Cito algunos fragmentos tomados del periódico Guardian:
“En esa categoría se incluye una obra de Robert Barry en la que liberó diferentes gases nobles a la atmósfera en distintos lugares de California, tomando una fotografía del bote vacío y del gas.
Habrá mucho que provocará risa, en particular una obra que se burla de la absurda burocracia, que consiste en un informe policial que investiga la denuncia —tomada en serio— de Cattelan de que le habían robado una obra de arte invisible de la parte trasera de su coche. También está la película que Jay Chung tardó más de dos años en rodar sin película en la cámara; divertida para algunos, quizás no tanto para los actores.
Una exposición mucho más seria es una obra de Teresa Margolles en la que tomó el agua que se utilizó para lavar los cuerpos de víctimas de asesinato en la morgue de la Ciudad de México para luego evaporarla. Los visitantes recorren una sala, conscientes de que esta niebla superfina posee una relación con las personas asesinadas por los cárteles de la droga principalmente. Ante lo cual en crítico Rugoff dice: “Vemos fotografías todo el tiempo, pero esto es mucho más íntimo”, “Lo sientes en la piel”.
Las artes plásticas no son el único reino del minimalismo. Recordemos la tan escuchada obra de John Cage titulada Cuatro minutos 33 segundos. Una composición para el piano en la cual el pianista se sienta sin moverse y el espectador hace silencio durante 273 segundos.
En la literatura hay muchos ejemplos como: Poema colectivo, de Robert Filliou, de 1968. El capítulo 18 y 19 del volumen final de Tristram Shandy. El Ensayo sobre el silencio, de Elbert Hubbard. El libro What I Know about Women, Lo que sé acerca de las mujeres. El libro Qué piensan los hombres más allá del sexo, con traducción de José Gómez Benito (se vendieron más de 1000 libros). Menos mal que las anteriores obras se leen rápidamente, pues solo contienen páginas en blanco.
No todo puede ser arte, pero todo puede venderse como arte. Algunas obras no satisfacen nuestros criterios más naturales, pero responden a instintos jerárquicos y gregarios humanos, tan fuertes y decisivos a la hora de involucrarnos emocionalmente que pueden confundirnos. Si quieres leer sobre el tema a profundidad busca mi libro El arte al desnudo, editorial P&P.

