Villasmil – Crisis en Colombia: Gobernabilidad, elecciones, relaciones internacionales

Colombia, como cualquier país con modelo presidencialista, gira sus análisis en buena medida en lo que hace, o deja de hacer, su primer mandatario.
Puestos a buscar figuras del pasado, incluso bíblico, podríamos decir que el actual presidente, Gustavo Petro, se ve a sí mismo como un David, enfrentado a un Goliat extranjero de cabellera rubia. Es una versión que Petro cree de sí mismo. Lo esbozó en Ibagué cuando aseguró que “ya en el mundo no conocen a Colombia por Pablo Escobar, ahora la conocen por Petro”. Y lo reiteró sin ruborizarse recientemente en una entrevista con Daniel Coronell: “Me volveré inolvidable; muchos hombres queremos serlo y a veces no podemos”.
Frase interesante, desde la perspectiva de la psicología política: “Me volveré inolvidable”. A mí me recuerda la hybris, la desmesura, plena de orgullo, y la confianza exagerada en uno mismo, que es la causa del desorden que abunda en la tragedia griega. Frase que asimismo es muestra inequívoca tanto de ambición como de arrogancia, e incluso de un posible desequilibrio irracional.
Olvida Petro -como muchos aspirantes a autócratas latinoamericanos antes que él- que los asuntos del Estado son asuntos públicos, no de la incumbencia privada de un mandatario.
Y si bien Petro se considera un David, sus adversarios lo consideran más bien un gobernante que padece del síndrome de Nerón, aquel emperador acusado de haberle prendido fuego a Roma y que quedó inmortalizado en la historia como el ejemplo de que la suma del poder y la megalomanía consume a los gobernantes.
Mientras tanto, la situación en Colombia se caracteriza por una compleja crisis de gobernabilidad en medio de tensiones políticas y el horizonte de las elecciones presidenciales y legislativas de 2026, todo ello en el marco de unas relaciones internacionales que ofrecen más posibilidades de conflicto que de cooperación.
No por nada, la revista Semana hace poco titulaba su portada con esta frase contundente: “Trump arrincona a Petro”.
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La gobernabilidad del actual gobierno se percibe como frágil y el gobierno enfrenta una oposición consolidada (si bien dividida) en el Congreso. La fragmentación política ha sido, en la historia colombiana reciente, un obstáculo constante para construir mayorías estables.
Como si lo anterior no fuera suficiente, ha habido momentos de alta tensión constitucional. En mayo-junio pasados se registró una crisis a raíz de los intentos del Ejecutivo de convocar una consulta popular o una asamblea nacional constituyente, percibidos por la oposición y gremios como una vulneración a la institucionalidad.
Nuestro Nerón neogranadino, nacido en Ciénaga de Oro, hace 65 años, sufre una alta percepción de corrupción (Colombia se ubicó en el puesto 92 de 180 en el IPC 2024), lo que obviamente mina la confianza en las instituciones democráticas. A esto se suma la persistencia del conflicto armado y los abusos de grupos como el ELN, las disidencias de las FARC y el Clan del Golfo, lo que pone en clara duda la efectividad de la política de «Paz Total». Ahora, Nerón Petro ha decidido bombardear disidencias de las FARC en el sureste de Colombia. Fin de mundo. Ex -guerrillero atacando guerrilleros.
Si lo anterior no fuera suficiente, la política de ‘paz total’, el llamado Pacto de La Picota, el tarimazo con los presos en La Alpujarra y el rechazo a extraditar a los narcos contextualizan un evidente malestar por el lado de la criminalidad. Y la prohibición de la Corte a las fumigaciones, más el fracaso de la erradicación forzosa que, según cifras del Ministerio de Defensa, se desplomó de 103.290 hectáreas en 2021 a 9.402 en el último año, no da mucho aliento a la esperanza.
Last but not least, la economía no ayuda: durante octubre, los bolsillos ciudadanos volvieron a sentir el aumento de los precios. Ese mes, el Índice de Precios al Consumidor se ubicó en 5,51 % anual, superior al 5,1 % de septiembre y también por encima de lo que proyectaban los analistas (5,47 %). Es el cuarto mes consecutivo en que la inflación asciende.
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Colombia celebrará elecciones al Congreso en marzo de 2026 y elecciones presidenciales en mayo y junio siguientes. El ambiente político, como es de esperar, ya está totalmente en modo campaña.
El sector de gobierno ha mostrado más cohesión, centrado bajo la sombra del actual presidente, aunque presentaba varios precandidatos para la consulta interna del llamado Pacto Histórico. El caso es que, tras la consulta de la izquierda, que en cuanto a los candidatos presidenciales superó los 2,7 millones de votos y para Congreso los 2,6 millones, Gustavo Petro dijo que ahora se debía trabajar en la consolidación de un frente amplio. Aseguró que, con su candidato, el senador Iván Cepeda —quien se impuso sobre la exministra de Salud Carolina Corcho—, se buscarán acuerdos programáticos para intentar alianzas que se lleven a urnas el próximo 8 de marzo.
La oposición, ya decíamos, se encuentra fragmentada, como ya es costumbre -casi un tic nervioso-. Aunque sus jefes comparten el rechazo al gobierno actual, los actuales líderes de la derecha y el centro (como María Fernanda Cabal, Germán Vargas Lleras, Enrique Peñalosa, Juan Manuel Galán y Claudia López) luchan por establecer un mecanismo de selección y una plataforma común. ¿Lo lograrán? Bueno, soñar no cuesta nada…
El contexto electoral está asimismo marcado por el riesgo evidente de violencia política, con reportes de atentados contra fuerzas de seguridad e incluso el asesinato de un precandidato presidencial, Miguel Uribe Turbay, quien muriera luego de una larga agonía, tras el atentado del día 7 de junio pasado.
La política exterior ha cambiado el enfoque tradicional de Colombia, y se ha hecho presente una grave crisis en las relaciones con EEUU, que han experimentado un deterioro notable, especialmente debido a desacuerdos en la lucha antidrogas, la postura frente a los derechos humanos y el alineamiento con ciertas potencias. Se han reportado incidentes que el gobierno colombiano ha calificado de violaciones al derecho internacional (como un reciente rechazo a los ataques de EE. UU. en el Pacífico colombiano a embarcaciones consideradas por el Gobierno norteamericano narcolanchas).
Mientras, el presidente sigue muy activo en los temas internacionales, como el que diera en la COP 30, en Brasil, donde una vez más atacó al presidente norteamericano; y es que el «inolvidable» sigue empeñado en su particular «feria de vanidades», plena de estupidez, vanidad y superficialidad, como motores principales.
Siempre en modo Nerón, en discurso callejero, el presidente acaba de afirmar que no pertenece a «quienes quisieron matar a Bolívar«(????) y que «Un clan de pedófilos quiere destruir nuestra democracia. Para evitar que se publique la lista de Epstein, envían buques de guerra para matar a pescadores y amenazan a nuestro vecino con invadirlo para quedarse con su petróleo. Quieren convertir la región en otra Libia, llena de esclavos».
Petro no le está echando simple leña al fuego, sino todo un bosque.
A pesar de todo, quisiera terminar en ánimo optimista. No hay Petro que dure cien años, y por ello menciono lo afirmado en 2022 por el reconocido historiador británico-colombiano MALCOLM DEAS, una de las frases más agudas que se han dicho sobre Colombia:
«Colombia será un gran país cuando los colombianos decidan en qué fecha,» sugiriendo que el futuro del país depende de una decisión colectiva y no de un destino fatalista o caudillista.
