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La lección de Weimar

Hay elementos extrapolables de la Alemania de 1932 a la España de hoy: la crispación y la falta de acuerdos entre grandes partidos

 

 

La pregunta sobre el sentido de la historia ha sido respondida de muy distintas maneras. No han faltado incluso quienes niegan el mismo concepto. Sin entrar en un debate doctrinal, creo que en la mayoría de los acontecimientos históricos, como en la biología, se combina el azar y la necesidad. Nada está determinado de antemano.

Esta reflexión viene a cuento de la lectura de ‘El ascenso de Hitler al poder’ (Galaxia de Gutenberg), escrito por el historiador Timothy Ryback. El libro se centra en el periodo entre abril de 1932 y enero de 1933, cuando Hitler es nombrado canciller. Diez meses en los que la polarización, la conflictividad en la calle y el desmoronamiento de los partidos tradicionales conducen a la liquidación de la República de Weimar.

En un reducido lapso, Hitler obtiene el 37 por ciento de los votos en las elecciones al Reichstag en julio, fracasa en su intento de ser elegido presidente, sufre una pérdida de dos millones de votos en la nueva convocatoria de noviembre y, tras una serie de hechos imprevistos, es designado canciller. Tan solo tres meses antes, el presidente Hindenburg había proclamado que jamás pondría al frente del Gobierno al líder nacionalsocialista, al que consideraba un agitador peligroso.

Unas semanas antes de su designación, Hitler estaba hundido. Incluso barajó la posibilidad de suicidarse. Los resultados de noviembre habían reflejado un fuerte descenso del apoyo popular al Partido Nacional Socialista, Gregor Strasser, su número dos, le había abandonado y la formación no podía pagar sus deudas. Von Papen y Schleicher, sus dos adversarios, conspiraban para apartarle del poder.

Una conjunción de errores fatales y casualidades llevó a Hindenburg a nombrar canciller a Hitler el 30 de enero de 1933 en medio de una grave crisis política y económica. Esa decisión determinó la liquidación de la República de Weimar y la ocupación del poder por el caudillo nacionalsocialista, que utilizó todos los recursos para eliminar cualquier vestigio de oposición. Los dirigentes socialistas y comunistas fueron eliminados o encarcelados. Y sus compañeros de viaje pasaron a la irrelevancia.

El ascenso de Hitler y el final de Weimar se produjeron en un contexto de fuertes tensiones sociales, de una extrema polarización entre la derecha y la izquierda y de la frustración por las severas condiciones del Pacto de Versalles y el deterioro de la economía. El sistema se resquebrajó y surgió un líder que prometía restaurar la grandeza de la nación.

Hay algunos elementos extrapolables de la situación de Alemania en 1932 a la España de hoy. La crispación, la falta de acuerdos entre los grandes partidos y la deslegitimación del sistema favorecen la emergencia de fuerzas extremas. Miremos al pasado para evitar los errores del presente. Weimar es una lección.

 

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