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Stephens (The New York Times): Un argumento a favor del derrocamiento de Maduro

In a black and white photo, Nicolas Maduro, in a suit and sash, stands before a line of military officers.

                        Credit…Juan Barreto/Agence France-Presse — Getty Images

 

El viernes, Donald Trump dijo que “más o menos” había tomado una decisión sobre su plan para Venezuela, pero “no puedo decirte cuál sería”. Con un grupo de ataque de un portaviones y unos 15.000 militares desplegados en la región, resulta difícil imaginar que la decisión del presidente será retirarse y regresar a casa.

Yo le he pedido abiertamente al gobierno que actúe contra la dictadura de Nicolás Maduro en Caracas: en enero escribí una columna titulada “Hay que sacar a Maduro del poder”. Ahora que la guerra podría llegar en cuestión de días, vale la pena volver a plantear el caso, y pensar en las formas en que podría salir mal.

Vayamos punto por punto.

¿Hay un interés vital de Estados Unidos en juego? Lo hay, y no solo se trata del que el gobierno no deja de mencionar: las drogas.

No es que haya muchas dudas de que el régimen está profundamente implicado en el tráfico de drogas, aunque existan dudas sobre si Maduro en realidad dirige un cártel. El análisis más minucioso que conozco, un informe de 2022 del grupo de expertos InSight Crime, señala que el “papel principal” del presidente y sus secuaces “consiste en garantizar que el sistema de narcotráfico funcione en beneficio del régimen, ubicando personal corrupto y leal en posiciones políticas y militares estratégicas”.

Pero el mayor desafío que representa el régimen de Maduro es que es a la vez importador y exportador de inestabilidad. Importador, porque los estrechos vínculos económicos y estratégicos del régimen con ChinaRusia e Irán proporcionan a los enemigos de Estados Unidos un importante punto de apoyo en el continente americano, uno que Teherán podría utilizar para la producción de drones kamikaze. Exportador, porque el catastrófico desgobierno del régimen ha generado un éxodo masivo de refugiados y emigrantes —casi ocho millones hasta ahora— con resultados devastadores en todo el hemisferio. Ambas tendencias continuarán mientras el régimen siga en el poder.

¿Existen alternativas viables al conflicto? Las sanciones económicas impuestas al régimen durante el primer mandato de Trump funcionaron más o menos como suelen hacerlo las sanciones económicas: empobreciendo al pueblo y permitiendo que el régimen se fortalezca mediante el control de los bienes cada vez más escasos. El gobierno de Biden buscó la distensión con el régimen suavizando algunas de esas sanciones, solo para reinstaurarlas tras concluir que Maduro había incumplido sus promesas de hacer reformas democráticas. Las elecciones del año pasado, que la oposición ganó con amplia ventajafueron robadas. La líder de la oposición, María Corina Machado, galardonada este año con el Premio Nobel de la Paz, vive en la clandestinidad.

Esto deja dos alternativas plausibles. La primera, sugerida por Maduro, es darle a Estados Unidos una participación en la vasta riqueza mineral de Venezuela a cambio de, en términos prácticos, permitirle seguir en el poder. Para mi sorpresa, Trump rechazó ese trato casi colonialista. La segunda es utilizar una demostración de fuerza para persuadir a Maduro y a sus altos cargos de que huyan del país, como hicieron el sirio Bashar al Asad y sus compinches. Para mi sorpresa, eso tampoco ha ocurrido. Al menos, todavía no. El domingo, Trump dijo que estaba considerando la posibilidad de entablar conversaciones con Maduro, tal vez para hacer más atractiva esta última opción.

¿Hay razones morales para un cambio de régimen? Aparte de Corea del Norte, pocos gobiernos le han causado más miseria a su propio pueblo que el de Venezuela. Hambrebrutalidad políticacorrupcióncolapso socialviolencia endémicacolapso del sistema médicocatástrofes medioambientales: lo único más impactante que la autodestrucción de ese país que solía ser rico es la relativa indiferencia ante la catástrofe, al menos entre los personajes a los que normalmente les gusta angustiarse por los apuros de otras personas. ¿Por qué Greta Thunberg no ha zarpado hacia Caracas con entregas simbólicas de alimentos?

Cualquier persona moralmente seria debería querer que esto se termine. La cuestión sería si la intervención estadounidense empeoraría aún más las cosas.

¿Podría convertirse en otro fiasco? La intervención significa guerra, y la guerra significa muerte: incluso el rápido y eficaz derrocamiento del panameño Manuel Noriega en 1989 se cobró las vidas de 26 estadounidenses y varios centenares de panameños. Las fuerzas de Maduro están mejor armadas y podrían oponer una resistencia importante. O podrían retirarse al interior e iniciar una insurgencia, quizá uniéndose a los narcoinsurgentes que están en Colombia, al otro lado de la frontera.

La ley de las consecuencias imprevistas es irrevocable. Pero también hay diferencias importantes entre Venezuela e Irak o Libia. Estas incluyen un líder elegido democráticamente, Edmundo González, que podría gobernar con legitimidad inmediata y amplio apoyo público. Incluyen la clara renuencia de Trump a poner soldados estadounidenses en el terreno durante un periodo prolongado. E incluyen el hecho de que podemos aprender de nuestros errores pasados, sobre todo prometiendo amnistía inmediata y trabajo a los soldados, policías y funcionarios del régimen actual que no estén implicados en sus crímenes.

¿Cuál es el balance de riesgos? Las consecuencias imprevistas deben evaluarse frente a los riesgos previsibles de la inacción. Si Trump se retira o realiza ataques limitados contra lugares relacionados con el narcotráfico mientras permite que Maduro sobreviva, el dictador venezolano lo verá, con razón, como una victoria y una reivindicación rotundas. Estados Unidos solo habrá logrado reforzar su determinación de aferrarse al poder en lugar de renunciar a él. Y la vacilación de Trump se interpretará, sobre todo en Moscú y Pekín, como una señal reveladora de debilidad que no hará más que envalentonarlos, al igual que ocurrió con la retirada del presidente Joe Biden de Afganistán.

¿Qué hay que hacer? Se le debería dar a Maduro una última oportunidad de tomar un vuelo con quien sea y lo que sea que pueda llevarse consigo y salir ileso y sin ser perseguido, ya sea a La Habana, a Moscú o a otra capital amiga. De no ser así, merece el tratamiento de Noriega: captura y traslado a Estados Unidos para ser acusado, junto con la destrucción de las defensas aéreas y las capacidades de mando y control de Venezuela, la incautación de sus principales bases militares y órdenes de detención para todos los altos cargos, con promesas de clemencia para quien se entregue.

“Si empiezas a tomar Viena, toma Viena”. Se dice que Napoleón le dijo esto a uno de sus generales. Lo mismo va para Caracas, señor presidente.

 

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