Inmolado y condenado
¿Entenderá por fin Álvaro García Ortiz que apenas ha sido un peón del sanchismo, otra figurita de usar y tirar?

Ahora que está condenado y humillado por el Tribunal Supremo, toda una trayectoria profesional y personal manchada, ¿entenderá por fin Álvaro García Ortiz que apenas ha sido un peón del sanchismo, otra figurita de usar y tirar? Primero por prestarse al juego de una guerra sucia contra un enemigo político del presidente del Gobierno, a través de su pareja; o sea, por meterse en la insólita obsesión del inquilino de La Moncloa con Ayuso. Segundo, por aceptar el papel de dique de contención -y hasta de muñeco del pimpampum- con el que el Gobierno ha coaccionado la autonomía judicial; con una presión inadmisible del poder político a la independencia de los magistrados. ¿Se habrá dado cuenta ya de que lo de Pedro Sánchez no iba de defender la inocencia del fiscal general sino una forma desesperada de impedir que la hemorragia llegara después al hermano y a la esposa del líder socialista? Le pidieron inmolarse y García Ortiz se ha inmolado. Para salvar a la familia imperial. Algo que sólo habíamos visto por Rumanía o Nicaragua.