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El PP rompe su techo en Extremadura con un castigo fuerte al PSOE

Sánchez penaliza hasta en sus feudos. Pierde 50.000 votos y 6 diputados. El PP crece, fideliza más que nadie y gana a la izquierda. Vox crece 3 escaños

Encuesta electoral Extremadura

 

El último sondeo de NC Report para LA RAZÓN dibuja un panorama devastador para el PSOE en una de sus comunidades históricamente más fieles. Extremadura, que durante décadas fue un bastión socialista, puede convertirse en el epicentro de un descalabro que pondrá a prueba el liderazgo del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. El próximo 21 de diciembre los equilibrios internos del partido pueden saltar por los aires. Según la encuesta, realizada entre el 2 y el 5 de diciembre, el PSOE pasaría de los 28 escaños que cosechó en las autonómicas de 2023 a solo 22, una caída de seis asientos que supone el hundimiento a un mínimo histórico.

El análisis en Ferraz es todavía más crudo cuando se observa la fidelidad del electorado: solo el 72,5% de quienes apoyaron al PSOE en 2023 repetirían su voto, mientras que un 17% se marcharía al PP, configurando una transferencia masiva e inédita en la región, en la que el propio Pedro Sánchez confía que el arraigo a las siglas frene el previsible batacazo. El sondeo confirma que los socialistas mantienen cierta fortaleza entre los jóvenes –son la fuerza más votada entre los 18 y 29 años, con un 16,6%–, pero ese dato es insuficiente frente al abrumador dominio del PP entre los mayores de 30, donde los populares concentran la mayoría de sus apoyos. En el conjunto del electorado, el PSOE se queda con un 21,8% de apoyo estimado, muy por debajo del 28,3% que alcanzaría el PP.

La encuesta confirma un vuelco estructural: el PP sería ahora primera fuerza en Extremadura con 30 escaños, rozando la mayoría absoluta –situada en 33– y ampliando su representación en dos diputados. Vox también crece con fuerza: pasaría de 5 a 8 escaños, impulsado por una fidelidad del 70,3% de su electorado y por una transferencia relevante de antiguos votantes populares. Unidas por Extremadura recuperaría algo de terreno, alcanzando los 5 diputados, uno más que en 2023. El ecosistema de fuerzas menores, incluido el partido regionalista Juntos por Extremadura –de centro moderado-, se desploma.

El problema del PSOE no es solo que pierda votantes. El problema es el golpe simbólico que implica deja de ser el primer partido en una tierra donde los socialistas construyeron su identidad autonómica y donde gobernaron de forma casi ininterrumpida desde 1983. La desmovilización también juega un papel determinante: el 40,4% de quienes se abstendrían ahora procede de votantes socialistas, un síntoma de desafección profunda que evidencia que el deterioro no se debe únicamente al trasvase hacia otros partidos, sino también al desenganche emocional de una parte sustancial de sus votantes, que llevan meses desayunando con un carrusel de escándalos socialistas: corrupción, supuesto tráfico de influencias, prostitución, acoso sexual…

El dilema de los socialistas extremeños el día siguiente de las elecciones será, previsiblemente, cómo recomponer un espacio electoral que se estrecha por la derecha –con un PP en ascenso sostenido– y por la izquierda –con Unidas reteniendo tres cuartas partes de su electorado y captando un 29,8% del voto procedente del propio PSOE–. El colapso, en cualquier caso, no es coyuntural. la encuesta proyecta una pérdida de influencia que compromete cualquier expectativa de recuperación inmediata. Por eso, como ya contó este diario, la federación extremeña será la primera en prepararse para el «postsanchismo».

Y el PP se frota las manos, porque ha logrado absorber los votos, relato y centralidad. La presidenta, la popular María Guardiola, ha construido un liderazgo tranquilo que atrae a socialistas desencantados. El derrumbe socialista en Extremadura no es solo un problema territorial. Es un síntoma. Un aviso de que uno de los pilares sobre los que se levantó el PSOE está a punto de caerse. El golpe dinamitará la narrativa nacional del partido, que mira ahora a Cataluña como único corazón con capacidad de regar votos. Las fuentes socialistas reconocen que el horizonte electoral se presenta especialmente adverso para Miguel Ángel Gallardo, inmerso en el proceso judicial por el supuesto tráfico de influencias que salpica al hermano de Pedro Sánchez, quien habría logrado una plaza en la Diputación de Badajoz valiéndose de su vínculo familiar.

A ello se suma un contexto político marcado por la convocatoria anticipada de los comicios –decisión de la presidenta tras fracasar la negociación presupuestaria con Vox–, un escenario que deja al partido en una posición delicada, justo cuando encara la campaña bajo el bombardeo del «caso Salazar», que supone otra bomba a la credibilidad del partido ante las mujeres, su principal caladero de votantes.

Lo cierto es que en Ferraz preparan el batacazo y en Extremadura advierten de que Gallardo debería dar un paso al lado en caso de que el golpe sea demoledor, como temen la mayoría de los cargos consultados. Mientras tanto, el presidente se ha tomado las elecciones como un asunto personal. No solo eso, es que ha decidido que las urnas sean una elección sobre él con todos los riesgos que eso implica. Pero el análisis que hacen los estrategas del presidente es que, puesto que la derecha está tan movilizada en contra del líder socialista, no cabe otro recurso que presentar a Sánchez como el candidato a batir. Ese es el relato, el de dibujar a Sánchez como adalid de los servicios públicos.

Pese al cúmulo de incendios que rodean al presidente, en Moncloa mantienen la convicción de que sigue siendo el candidato más competitivo y el único capaz de activar al electorado progresista. Aun así, en el PSOE nadie se hace ilusiones: existe plena conciencia de que el partido afronta un periodo extremadamente complicado. Estas autonómicas inauguran un nuevo ciclo que culminará, salvo imprevistos, en 2027 con las próximas generales.

Sánchez, de hecho, lleva meses instalado en una lógica claramente preelectoral –desde septiembre ha intensificado su presencia mediática, encadenando entrevistas y apariciones en redes–. Aunque el ambiente es de campaña, en Ferraz recalcan que la estrategia responde únicamente al calendario de citas regionales que ya asoma: Extremadura, Castilla y León y Andalucía. Falta saber si Aragón se sumará o no a la lista.

En verdad, en el partido esperan con ganas las urnas en Extremadura pese a que esperan malas noticias. Los socialistas están deseosos de ver cómo afectan todos los casos que les salpican: Begoña Gómez, David Sánchez, el fiscal general, el «caso Koldo» y el «caso Salazar». Estas elecciones serán las primeras en las que los ciudadanos acudirán a votar con toda la información encima de la mesa. Todos los cargos consultados coinciden en que ese debate llegará, pero está aún lejos porque Sánchez tiene intención de presentarse de nuevo como cabeza de lista. Hasta entonces, tendrá que contener la respiración cada domingo electoral.

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