Las encerronas opositoras
Hubo una cierta época venezolana, a la vez cercana y lejana en el tiempo, y que es, con una cierta dosis de ingenuidad, recordada hoy como feliz.
De repente, esa Arcadia caribeña se transformó, según los versos inmortales de William Shakespeare en Macbeth, en “un cuento dicho por un idiota / lleno de ruido y de furia / y sin sentido alguno.”
Todo un sistema de referencias y de seguridades se vino abajo, y la razón la hemos achacado durante 15 muy largos años –en especial los jefes de la oposición partidista- no a las causas sino a las consecuencias de esta hecatombe: El difunto y sus seguidores.
Vale la pena recordar que, colocados en la actual coyuntura de un desgobierno que lo único que le interesa es no entregar el poder para poder seguir disfrutando del maná petrolero, la oposición ha prometido cambios fundamentales en su accionar. Con ese fin, sin embargo, ha escogido una extraña expresión para sus reuniones: “las encerronas”.
Encerrona significa según el DRAE “retiro o encierro voluntario de una o más personas para algún fin.” “Situación, preparada de antemano, en que se coloca a una persona para que haga algo contra su voluntad.” En la tauromaquia, por cierto, significa “lidia de toros en privado.”
El problema con el término, me dice un amigo que le gusta ponerle lupa a las palabras, es que los dirigentes de los partidos opositores se han especializado en vivir en una eterna encerrona –sentido inicial de los de arriba- dentro de sus sitios partidistas, salvo en épocas electorales. Y dicho encierro es tanto físico como mental. O sea, ¿por qué quienes viven en un casi permanente encierro, alejados de las tribulaciones de la vida diaria que atormenta a los venezolanos, escogen seguir encerrados para reunirse? A menos que en verdad lo que estén realizando sean los significados dos y tres.
Una de las características del desmadre actual es que más que opciones, lo que nos queda a los venezolanos son compulsiones. Ya ni siquiera tenemos la opción de viajar fuera, a menos que estemos dispuestos a superar toda una serie de trabas, calamidades y carencias –de los dólares necesarios, por ejemplo-. Así como hay centenares de miles de compatriotas que han tenido que emigrar, irse a otro país, los que nos quedamos nos sentimos cada día más como exiliados en nuestra propia tierra. Y ni los que están fuera, ni los que estamos dentro, podemos decir –salvo muy pocas excepciones- que somos dueños de nuestro exilio.
Es por ello que, además de aquello que los partidos seguramente van a producir –un calendario electoral- sería bueno que atendieran razones, que salieran en algún momento de su encierro y prestaran atención a las siguientes consideraciones, a ver si de una buena vez se conectan con la mayoría de los venezolanos:
-Una primera necesidad es que se pongan de una buena vez de acuerdo, y compartan su parecer con todos nosotros, sobre qué es este régimen de odio, pólvora y muerte. Ya estamos cansados de verlos pelearse porque unos dicen que este régimen es A y otros que es Z. Que si Maduro es un tirano, o que no, que el hombre es un poco duro de entendederas, y carente de la necesaria ciencia para gobernar, pero en el fondo quiere a Venezuela, a su muy peculiar manera. Así que, díganos de una buena vez qué cosa es para ustedes eso que en una época se llamaba el regimen chavista. El conocimiento del rival determina decisivamente las formas de lucha, así como las estrategias a seguir. Ello trae consigo una necesaria y extrañada coherencia. No es posible que se diga por meses que las elecciones del 11 de abril fueron robadas, para luego ir a Miraflores, como corderitos en rebaño, a legitimar a Maduro.
-Tener claro –como tenemos que tenerlo todos los venezolanos democráticos- que la nostalgia es buena porque es “la melancólica fidelidad a lo ausente” (Julio Cortázar), pero que no es con nostalgia sino con acciones efectivas que se debe enfrentar al régimen. No todo lo pasado fue mejor, y en lo esencial, desviaciones como el rentismo, el sauditismo, y una corrupción que penetró toda la sociedad contribuyeron a quebrar el modelo democrático. Ello nos ha hecho vivir en un eterno presente, un eterno engaño (“somos un país rico”), y no asumimos la miseria de ser un petroestado rentista y burocrático de la peor clase. Los que tenemos edad suficiente para recordar los “viejos, buenos tiempos” del 4.30, no deseamos un simple retorno a una vida que –junto con las virtudes que poseían esos tiempos- era la de un país subdesarrollado y con muchas injusticias y carencias. Lo que queremos en verdad es una sociedad de buen juicio, y no de prejuicios, evitando las humillaciones y las ignorancias que nos llevaron a ellas. Una sociedad que por fin entre en el siglo XXI, al comienzo con pasos humildes, realistas y sensatos.
-Sean políticos. Ello implica una práctica que al parecer se les olvidó aprender a algunos de los más jóvenes entre los jefes partidistas: “cobrar” los errores del contrario. Una pregunta que nos hacemos todos: ¿Por qué no se cobró el fracaso del diálogo? Era evidente que no se podía esperar del gobierno un diálogo sincero. Por ello, luego de la reunión inicial y del fracaso de las posteriores, unido ello a la presencia de los representantes internacionales, luego de un tiempo prudencial algunos esperábamos ¿ingenuamente? que la dirigencia opositora le mostrase al mundo la verdadera catadura del régimen, y su negativa a negociar. En cambio, lo que hemos visto es cómo el gobierno logró sus objetivos fundamentales, mientras que la oposición se dividió en dos opciones que nunca, nunca han sido irreconciliables. La lucha de calle y la lucha electoral. De ambas se nutre la política democrática, la una sin la otra es como una mesa de solo dos patas.
-No aceptamos más discursos plañideros de Boabdiles tropicales sobre la pérdida de los medios de comunicación. La pregunta que esperamos que ustedes asuman es ¿qué están haciendo para llevar un mensaje opositor, que diga la verdad de las cosas, a la mayoría de la población, aquella que no lee Tal Cual o El Nacional, no tiene cuentas en Twitter o Facebook y no vive en Miami, Panamá o Madrid? De ello también trata la política.
-Tengan claro lo siguiente: los venezolanos no les hemos dado a los partidos y sus dirigentes una patente de corso. Tenemos el derecho de apoyarlos o no, individual o colectivamente, según las decisiones que ustedes tomen, y eso no nos convierte en mejores o peores demócratas, ni tampoco en radicales o comeflores. Ustedes no pueden considerarse como dueños absolutos de la defensa de la democracia. Y anoten esto: los ciudadanos demócratas de a pie nos estamos cansando de victorias morales (a las que parece haberse aclimatado confortablemente una cierta dirigencia partidista).
-Necesitamos que muestren una voluntad rebelde, con la cual se impulse la realización de acciones contundentes, no el modelo “un pasito pa´lante y otro pa´tras” (como cuando afirmaron que no irían al diálogo sin condiciones previas, como la liberación de los presos políticos, y luego lo hicieron).
Prometen ustedes una nueva MUD. Ello debe significar no una estructura burocrática, sino una nueva travesía, con un nuevo navío, poderoso, donde quepan muchos más, y que conduzca hacia victorias futuras. Travesía sin descanso, que las simples inercias nunca son buenas en política. Un viaje que, como todo inicio, implica soltar lastre. Y ustedes saben dónde se encuentra su lastre. Un viaje rico en viajeros de todo tipo, creyentes en el ideal democrático, fruto de una “diversidad llena de similitudes amigas”, en palabras de Paul Valéry. La imagen que deseamos de ustedes no es de personas encerradas, sino liberadas de ataduras, de prejuicios, de perezas mentales, dispuestos a surcar un océano de nuevas luchas y conquistas para beneficio de todos. Prepárense para ese viaje, y convénzanos que los acompañemos. Y sean más empáticos, más abiertos, más solidarios con esos millones de venezolanos que creyeron en el difunto y están despertando de su pesadilla, pero que no encuentran, ante una nueva traición, en quién creer.