Juan José Monsant Aristimuño: Cartas y cartas
La primera carta pública que recuerdo se la escribieron a Eufemia por allá en 1951, en el filme “Ahí viene Martín Corona” protagonizado por el simpático tenor Pedro Infante y la bellísima actriz española Sarita Montiel, prima por cierto de otra bellísima mujer, la miss universo Maritza Sayalero. “Cuando recibas esta carta con razón, Uuufeeeemia, ya verás que entre nosotros todo terminó…” acompañaban las guitarras, el guitarrón, los violines y la trompeta del mariachi, la canción que entonaba el tenor.
Ahora tenemos otra carta, la Carta Democrática de la OEA que se la están cantando a la dictadura venezolana; no la entona Infante sino Almagro, acompañado por los demócratas venezolanos y los pueblos libres de América y el Caribe, cansados de tanta corrupción, bravuconadas, amenazas, extinción, terrorismo, palería, crímenes, ignorancia y vulgaridades de sus agentes contra su propio pueblo.
Si no fuera tan trágica la realidad en cuanto al sufrimiento de la casi totalidad de los venezolanos, y la destrucción de su patrimonio moral y material, la reacción de los voceros de la dictadura santero-comunista y el lenguaje arrabalero utilizado para dirigirse a la nación, a la comunidad internacional y al propio Secretario General de la OEA, Embajador Luis Almagro, produciría sonoras carcajadas o material para un guion de chistes subidos de tono de alguna cantina a orilla de carretera.
Hemos calificado, en el caso de Venezuela, la acción sistemática de destrucción y persecución por razones de ideología, normalmente comunista, de Genocidio Inducido. Y con esa misma percepción la comunidad internacional no comprometida con la dictadura venezolana, llegó a la conclusión que era hora de aplicar el instrumento jurídico que la propia Venezuela firmó en su momento y que luego ratificó con su acción, tanto en el caso Zelaya como cuando a Chávez se le dio el golpe, por las razones que el artículo 350 de la Constitución bolivariana le otorga al pueblo: el derecho a rebelarse contra la tiranía. Por desgracia el golpe fracasó por inmadurez y candidez de sus protagonistas, que no sabían y muchos aún no lo saben o se hacen que no lo saben, el verdadero talante totalitario del gobierno.
Lo cierto es que la argumentación muy bien elaborada desde el punto de vista diplomático y jurídico en 132 páginas, por Luis Almagro, para invocar el artículo 20 de la Carta y convocar al Consejo Permanente de los Estados miembros a fin de considerar la grave situación institucional y humanitaria por la que atraviesa el país, despertó las más extrañas reacciones en la nomenclatura gubernamental, así como de algunos Jefes de Estado que giran en torno a Unasur y Alba. Reacción que contradice lo que ha sido la posición de la dictadura desde Chávez para acá con respecto a la Carta Democrática, pero que hoy es rechazada con los siguientes argumentos:
1) “Métase su carta democrática por donde mejor le quepa Sr. Almagro… Enróllela, métala en un tubito y haga de ella el uso que Ud. quiera…”Nicolás Maduro;
2) “Un informe pirata, ya tú sabes Almagro, sigue el consejo de Maduro”, Delcy Rodríguez, Canciller;
3) “No es más que una conducta sistemática y alevosa contra de Venezuela… Chávez Vive…Independencia y patria socialista…Viviremos y Venceremos”, Ministro de Defensa Vladimir Padrino López.
Hay otras de mayor talante que nada tienen que ver con las coplas suplicantes a Eufemia, que me abstengo de reproducir por respeto al lector.
Como se observa, no hay argumentación desde el punto de vista jurídico, procesal o diplomático, simplemente porque no la hay. Entre tanto, ya se mueven las diferentes piezas para bloquear la convocatoria y la posibilidad de aplicar la Carta Democrática, en tanto que algunos países adelantan su propia agenda, más allá de compromisos de honor.
Por lo pronto, la dictadura ya cuenta con el apoyo automático de Correa, Morales, Ortega, Cuba, Dominica, República Dominicana, Haití, en caso que se llegue a considerar aplicarle la Carta Democrática al régimen santerocomunista de Venezuela, violador masivo de los derechos humanos.
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