DemocraciaDerechos humanosEntrevistasPolítica

Michael Penfold: “Aquí nadie está haciendo política”

L1000673-768x513No sería exagerado decir que la sala situacional de Miraflores es un tablero donde titilan las alarmas tempranas de una conflictividad social que el pasado jueves llegó a Caracas para quedarse. “Nuestra realidad se ha vuelto desbordante”, dice Michael Penfold, doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Columbia, consultor en políticas públicas, ensayista y escritor.

El mapa de Venezuela se resume en un gran problema. “¿Cómo lo desmontas?”, es la pregunta que hace Penfold. Y la respuesta no despierta mayor interés en la dirigencia del país, porque hay un pasivo oculto, un enorme costo político, “que nadie quiere pagar”. Hasta el momento lo ha venido pagando la sociedad venezolana. La revolución bolivariana no socializó la toma de decisiones, pero sí las cargas que se derivan del ejercicio del poder.

“El gobierno no quiere resolver el conflicto y la oposición, a pesar del resultado del 6-D, no está en capacidad de liderar un proceso de cambio. Estamos en ese punto, en una situación muy delicada que se puede salir de control muy rápidamente”. Es el famoso tic tac que ahora se escucha a una cuadra de Miraflores.

El hecho de que el país gire alrededor del referendo revocatorio como si fuera el principio y el fin de la creación, ¿qué opinión le merece?


Yo hablo de conflicto, no de crisis, porque la crisis supone que la puedes resolver, que es una situación transitoria. En cambio, el conflicto refiere a una situación existencial y eso es lo que hemos vivido en los últimos años. Pero el sustrato que hay en el fondo es el quiebre de un modelo económico. Lo que llama la atención del caso venezolano es la magnitud de los desequilibrios. El país vive con un déficit fiscal del 20% del PIB, la inflación es de tres dígitos, las importaciones, que hace tres años rondaban 60.000 millones de dólares, van a cerrar este año en 20.000 millones de dólares, y el PIB se ha contraído en más de 40% en términos reales durante los años de Maduro. Es difícil ponerle un parangón, una referencia a esos números. Y el referendo no lo podemos leer sin entender tanto ese sustrato como lo que ocurrió el 6-D. El elector votó contra el gobierno por una insatisfacción muy grande frente a su desempeño y estaba buscando una salida a la situación económica que estaba viviendo. Pero el país se enfrascó en el conflicto político. El referendo es la anticipación temprana de un camino que decidimos no recorrer. Me refiero a la posibilidad de enfrentar los grandes desequilibrios de la economía, asociados a los controles de precios, a la distorsión cambiaria y a la expansión de la informalidad y el bachaqueo, que en gran medida explican el deterioro social. La gran preocupación de la gente es la alimentación.

El tema económico no despierta mayor interés en la clase política porque implica tomar decisiones que siempre son impopulares, que suponen sacrificios para uno y beneficios para otros, en un país disfrazado de igualitarismo. Sin embargo, el tema está ahí, con la crudeza que acaba de describir. Pero parece que al gobierno eso no le interesa. Las cifras que ha dado son materia de economistas, no son el registro de estudios del BCV, por ejemplo, o de lo que se conoce como la institucionalidad. ¿Cómo discernimos la realidad en esta caja negra?


La falta de transparencia en los datos es reflejo del quiebre institucional. No hay manera de gestionar un proceso de políticas públicas sin datos. Ahora, las consecuencias de las políticas actuales son clarísimas: 21% de la población reporta que pasa más de ocho horas en las colas. Si se añade el tiempo que esa persona pasa en el transporte público, básicamente tienes a una persona que está fuera del mercado laboral. Esa crisis está allí. ¿Por qué el gobierno no hace nada? Porque es un gobierno débil, que ya no tiene el caudal electoral que tuvo, pero que cuenta con control institucional. La oposición es fuerte electoralmente, pero no tiene la capacidad de coordinarse políticamente con la rapidez que necesita y, además, no tiene ninguna influencia sobre el marco institucional. Venezuela está prácticamente paralizada. Sin capacidad para abordar problemas, cuya magnitud es tan grande, que requiere de esfuerzo de coordinación, de visión y de capacidad para asumir costos que, inevitablemente, tienen que ser compartidos, tanto por el gobierno como por la oposición. Pero nada de eso está planteado. Lo que estamos viendo es un conflicto político en torno al poder. Un conflicto existencial entre la revolución y un proyecto de cambio para transformar la economía y la sociedad venezolana. Actualmente, ese conflicto no tiene solución, entre otras cosas, porque todo el mundo tiene un cálculo.

¿Se arriesgaría a decir que no hay arreglo, que no es posible el diálogo, que no hay ninguna posibilidad?


Aquí tendemos a pensar que alguien se va a imponer. Ésa es la visión que tiene el chavismo de la coyuntura. Y algo similar podría decirse de la oposición. Pero mi impresión es que es muy difícil que alguien termine imponiéndose. Puede haber eventos externos, cuyo desenlace político pudiera controlar alguno de estos grupos o tal vez un tercer grupo o un cuarto que desconocemos. El país está en un ámbito de un conflicto muy profundo que no tiene desenlace previsible, con una incertidumbre social y económica que es realmente tremenda en cuanto a su magnitud. Repito: la magnitud de las cifras y de los desequilibrios que estamos viendo es realmente importante. Mi impresión es que tanto el gobierno como la oposición están subestimando ese proceso. En especial el gobierno, cuya responsabilidad es muy grande, no sólo en la posibilidad de abrir un espacio, no de diálogo, sino de negociación política, para restablecer la institucionalidad que ofrezca garantías a todos, tanto a los del gobierno como a los de la oposición, y a partir de ahí restaurar el orden constitucional que no tenemos en este momento, y que conduzca, por tanto, a un proceso electoral que esté supeditado a la Constitución. Pero lo que están planteado, insisto, es un conflicto puro y simple, donde hay un ganador y un perdedor. No va haber un ganador claro ni un perdedor único. Este juego va a ir cambiando, va a ir mutando, en la medida en que la crisis social y la crisis económica continúen avanzando. Ahora, no hay una resolución sin cambio político. Eso tiene que quedar claro.

Aquí pudiera imponerse una fuerza. De hecho lo que estamos viviendo es una imposición. En términos prácticos, el resultado del 6-D no significó nada para el chavismo.


El chavismo no quiere volver a leer el resultado del 6-D. Pero ésa es la realidad electoral, cuyas repercusiones no pueden desestimarse. No es un secreto que el chavismo también está fraccionado. No es un secreto que hay múltiples agendas en el mundo chavista. Al igual que las hay en el mundo opositor. No es un secreto que hay muchos chavistas que cuestionan, abiertamente, el modelo económico que nos llevó al punto donde estamos actualmente y hay quienes piensan que el desmonte de ese modelo tiene que ser mucho más rápido y más agresivo. Entonces, decir que el 6-D no tuvo ningún impacto en el chavismo es el wishful thinking (cuando el análisis o la predicción es una simple expresión de lo que tú deseas) de una parte del chavismo. Lo cierto es que el 6-D tuvo un impacto enorme y marcó el fin de la revolución hegemónica. A partir de allí hay un proceso político que se está abriendo, que no está agotado institucionalmente.

Diría que dentro del chavismo hay una dosis, una fuerza, que no solamente cancela la lectura del 6-D, sino que no quiere saber nada de futuras elecciones. Ese tema está en peligro. No sabría decir, por ejemplo, si en diciembre habrá elecciones de gobernadores y alcaldes. El chavismo se ha impuesto en varias crisis y tal vez quiera hacerlo, tal vez por inercia, por un tic, sin la mortificación del calendario electoral.


No estamos frente a escenarios electorales normales en Venezuela. Evidentemente, decretar un estado de emergencia y un estado de excepción supone que las elecciones en el país sean lo más parecido a una contingencia. Es decir: que dependan de la voluntad de un tercero y no de una regla. Ahora, tomar esa decisión de suspender elecciones tiene un costo, no sólo de cara a la comunidad internacional sino incluso hacia adentro del chavismo. Hay mucha gente de la oposición que cree que no hay salida electoral ni ahora ni nunca. Pero lo cierto es que el eje central del conflicto político son las elecciones, llámese el 6-D en su momento, que también se puso en duda, o llámese referendo revocatorio, que el gobierno puede dilatar, y mucho, pero es difícil que lo impida.

¿Usted cree que se va dar el referendo?


En enero nadie pensaba en esa opción, sino en las tres que estaban abiertas y en que se podía ir por todas. Actualmente, el referendo  y las consecuencias de ese proceso es lo que está estructurando el juego político venezolano. Es tan poderoso que en el momento en que la oposición recoja el 20% de las firmas, si es que llegamos ahí, el impacto que eso va a tener sobre el chavismo y, especialmente, sobre el gobierno, es realmente gigantesco. Puede que el gobierno no quiera contarse y no haya referendo, pero eso supone un conflicto, una movilización, un juego que se va a dar en el CNE, en la comunidad internacional y alrededor del TSJ. Ahora, volviendo a la pregunta. Visto desde hoy, ¿se va a dar el referendo? Yo no lo sé. En ese juego estamos. Ahora, lo que yo sí sé es que mientras estamos en ese juego, en el país hay una crisis social y económica que se está profundizando. Y en el interín puede ocurrir un evento que modifique el cuadro político del gobierno, al igual que el de la oposición, y ocurra una cosa distinta, porque estamos en un momento de incertidumbre total en Venezuela.

La crisis económica la hemos vivido con intensidad en 2014 y 2015. Y todo sugiere que va a recrudecer este año. Creo que eso está claro. Ahora, lo que no está claro es el reflejo político de esa crisis en las agendas políticas y en la lógica según la cual una fuerza se quiere imponer sobre otra. De lo contrario se estaría buscando un acuerdo y eso no está ocurriendo.


La razón de la incertidumbre política, de si habrá o no elecciones en Venezuela, es producto de la crisis económica. Es producto de que el gobierno advierte que las dimensiones de esa crisis son tan profundas que no hay forma de que haya un proceso electoral de autoridades locales (gobernadores y alcaldes), e incluso a nivel de la Presidencia, sin que tenga que incurrir en un costo político muy grande. Ése es el dilema que tiene el chavismo.

No, el gobierno.


El chavismo también, porque al final tiene que competir y ganar esas elecciones o aceptar perderlas. Pero es el juego donde ellos están. La oposición enfrenta un reto muy grande porque no ha logrado convertir el descontento social y el descontento económico, en una movilización política, en función de garantizar esos procesos electorales. En eso están. ¿Qué es lo que está ocurriendo? En Venezuela no tienes un orden constitucional porque hay un quiebre, pero no sólo en la forma en que se juramentó la Asamblea Nacional (sin la representación del estado Amazonas) o la forma en que se designaron a los magistrados de la Sala Constitucional del TSJ. Todo eso conduce a una crisis constitucional que impide que el Parlamento busque una salida a la crisis venezolana.

MIchael Penfold retratado por Andrés Kerese

Esas crisis institucionales tienen su propia dinámica, pero también tienen sus plazos. Las opciones que funcionaron ayer a lo mejor no funcionan hoy. En la medida en que la crisis se prolongue, las soluciones van a ser mucho más difíciles.


Totalmente de acuerdo. Es lo que vengo diciendo. El país está en medio de un conflicto permanente, donde no hay capacidad institucional para intermediar. El conflicto existe. Mientras no se busque una solución política al problema, lo vamos a seguir padeciendo y, en medio del ambiente que tenemos, ese padecimiento va a ser más intenso. ¿Qué es lo que ocurre? Que aquí nadie está haciendo política. Y con eso quiero decir que no se están construyendo las alternativas que permitan resolver el conflicto que tienes y a la vez preservar la integridad del proceso, tanto en el plano electoral como constitucional. Eso no lo estamos viviendo. ¿O sí?

Voy a hacer la pregunta de otra forma: si nos atenemos a la experiencia y al escenario que ofrece el vecindario, el conflicto constitucional o se resuelve por vía electoral o desemboca en un golpe de Estado o sencillamente en una salida violenta.


Aquí, por un lado, no tienes ni orden constitucional para que se dé esa consulta, entre otras cosas, porque hay incertidumbre sobre la forma en que se interpreta toda la normativa alrededor del referendo. Y, por el otro lado, nadie tiene aquí fuerza  para forzar una ruptura institucional. Ése es el dilema. Estamos en un punto muerto en un país en ebullición. Eso supone, a mi manera de ver, una situación de total irracionalidad, tanto del gobierno como de la oposición. Porque el gobierno cree que puede decretar (y gestionar) el estado de excepción, que puede aplicar un ajuste y ocultarlo, que puede incluso posponer elecciones y nada va a pasar, que va a seguir allí, intacto. Y la oposición también tiene su propio cálculo.

¿Qué sería cual?


Acelero la presión política y acelero la presión social para forzar una elección presidencial, luego del referendo revocatorio. Y, con el poder que tengo en la Asamblea, hago la transición de acuerdo con mis propios intereses. Yo creo que esos cálculos, que son absolutamente racionales, desde la perspectiva de cada una de las fuerzas políticas, en el contexto social y económico que estamos viviendo, son riesgosos, complejos, porque la probabilidad de que ocurra algo que ninguno de los dos pueda controlar son altas.

¿Qué va a hacer la sociedad venezolana? ¿Será una simple espectadora? ¿Será como en la batalla de Verdún? ¿Una guerra de trincheras?


La sociedad venezolana está reaccionando tal como reacciona una sociedad que tiene que pasar ocho horas en una cola y que enfrenta un índice de escasez de 80% en medicamentos, en alimentos, donde hay además una situación conflictiva. En Venezuela todos los días hay un conflicto. Y tienes una aceleración de la conflictividad. La sociedad venezolana está protestando. Está alertando. Está diciendo: “Esto es insostenible”. ¿Van a contener a la sociedad? El gobierno piensa que la puede contener, pero lo veo muy difícil. A veces no puedes contener porque cometes pequeños errores. ¿Por qué ocurrieron las protestas en el centro de Caracas? Porque el gobierno decidió que no iba a vender productos regulados en los supermercados de esa localidad, que se iban a vender a través de los CLAP. Y la gente dijo: No. Eso es muy incierto. Yo no sé si eso va a funcionar. De ahí el malestar y la protesta. En la medida en que la conflictividad social se vaya complejizando, magnificando, vas a cometer pequeños errores, cuyas consecuencias no siempre vas a poder controlar.

Hay claras evidencias de que la comunidad internacional está poniendo su atención en el conflicto venezolano. Y no sólo a escala regional. Digamos que el episodio de la OEA es parte de ese proceso.


En todo el hemisferio hay cambios políticos a raíz de la caída de los precios de los commodities. El marco institucional en la región, la OEA, UNASUR, la CELAC, es bastante disfuncional. Nadie sabe bien cómo funciona esa institucionalidad política en la región. El asunto venezolano es bastante importante actualmente, no sólo por la vigencia de la democracia, sino por las consecuencias de seguridad que tiene en la frontera con Colombia, en las cuentas (factura energética) de los países de Centroamérica y el Caribe y por la pérdida de control en caso de que se produzca un colapso en Venezuela. Eso preocupa a cualquier país de la región. Creo que los países suramericanos están anticipando la crisis y están promoviendo un espacio, no para dialogar, sino para negociar.

Hay una visión del conflicto y una sugerencia muy acentuada. El vecindario le está pidiendo a las fuerzas políticas de Venezuela que negocien y que asuman los costos de ese proceso, que ha sido insistentemente su planteamiento en esta entrevista.


Eso es lo que va a terminar pasando. Por los momentos, la comunidad internacional está asumiendo un papel de facilitador, pero creo que en ese proceso la comunidad internacional muy pronto se va a dar contra la pared. Entre otras cosas, porque las características estructurales del conflicto venezolano impiden ese diálogo. Ésa es la tragedia. Lo cual los va a ir llevando, cada vez más, a un papel mediador. Y eso quiere decir que la comunidad internacional buscará una alternativa que sea viable para ambas partes. Y ese mediador no está en la región. El conflicto nuestro pasa a tener una dimensión internacional, lo cual lo hace más complejo, más prolongado, porque se jugará en el plano doméstico y en el plano internacional. Ésa es la realidad.

Botón volver arriba