Rafael Rojas: La permanente crisis cubana
El economista Marino Murillo, cerebro de las reformas raulistas, ha anunciado en la Asamblea Nacional del Poder Popular de la Isla, que se avecinan tiempos difíciles para la ciudadanía por falta de liquidez del gobierno.
Los recortes energéticos, de por sí frecuentes, se han incrementado en los últimos meses en Cuba, y Murillo no descarta que, sin desmantelar el sistema de beneficios sociales, otros servicios públicos se verán limitados en breve por el déficit presupuestario.
La razón principal de esta crisis dentro de la crisis, que ofrece el funcionario, es la caída de los precios del petróleo y del níquel. Cuba es exportadora de níquel e importadora de petróleo, aunque hay quien asegura que reexporta petróleo venezolano. Sin embargo, las bajas en la cotización del crudo han afectado en los últimos años su intercambio energético preferencial con Venezuela, cuyo colapso económico y político ha generado retrasos en el pago a los profesionales de la nación caribeña que trabajan en ese país.
A través de Murillo, el gobierno cubano escogió esa y no otra explicación para la nueva crisis. El funcionario pudo decir que las reformas emprendidas por el gobierno de Raúl Castro desde 2012 no han funcionado y que la apertura a créditos e inversiones, impulsada por una política exterior más realista, no reportan ventajas comparativas. Esa sería la explicación que hubiera agradado al inmovilismo fidelista y a no pocos en el exilio cubano. Pero ambas son explicaciones coyunturales a una crisis estructural.
De hecho, en medios oficiales, este nuevo capítulo de la crisis cubana —recordemos que nunca se dio formalmente por superado el “periodo especial”— se ha presentado envuelto en la nostalgia por la ausencia de Fidel Castro al mando del país. Más de un comentarista gubernamental sostiene que Cuba no puede permitirse otro “periodo especial”, como el de los 90, porque el Comandante no está ahí para contener la furia del pueblo. El diagnóstico de la crisis se suma a la patética pompa de los festejos por el 90 cumpleaños del caudillo.
Marino Murillo no podía argumentar lo más razonable y es que la economía cubana vive una crisis estructural desde el colapso del bloque soviético, de la que no se recupera por la incapacidad y el miedo a propiciar un nuevo modelo entre sus máximos líderes. La diversificación del sector externo, inversiones estratégicas como la del puerto del Mariel o el aumento del turismo no son suficientes para reanimar una economía, por muy pequeña que sea.
Murillo es un experto: sabe que no puede haber cambio estructural en la economía cubana si no se dilata el mercado interno y no se procede, como en China y Viet Nam, a una ampliación de la pequeña y mediana empresa privada con capital nacional o de la emigración. La crisis cubana continuará siendo permanente hasta que se produzca un giro más sustancial en la política económica que aproveche, realmente, el nuevo escenario de las relaciones internacionales de la Isla.
Rafael Rojas es autor de más de quince libros sobre historia intelectual y política de América Latina, México y Cuba. Recibió el Premio Matías Romero por su libro «Cuba Mexicana. Historia de una Anexión Imposible» (2001) y el Anagrama de Ensayo por «Tumbas sin sosiego. Revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano» (2006) y el Isabel de Polanco por «Las repúblicas de aire. Utopía y desencanto en la Revolución de Hispanoamérica» (2009).