A Casado le crecen los delfines
Se acabó la era de los barones y llega la de los alcaldes, Almeida y Azcón, los nuevos delfines en las cábalas del PP
Núñez Feijóo siempre fue el delfín de Rajoy. Esto es, el heredero ‘in pectore’, el previsible sucesor. Eso al menos se decía en el PP, un chisme con voluntad de maleficio. Mariano tenía claro que no iba a irse, que no iba a imitar a Aznar y dejar el poder tras el segundo mandato. Pensaba quedarse el tiempo que hiciera falta, ‘si España, los españoles y mi partido lo demandan’. Feijóo, que conocía el paño, nunca se hizo demasiadas ilusiones. Jamás pensó en serio dar el salto a Madrid. Le faltaban redaños y le sobraba un incómodo cadáver en el armario. Tras la abrupta caída de Rajoy, ni siquiera se presentó a las primarias. Había exigido garantías de que sería el candidato único. Pidió que se le cerrara el paso a la candidatura de Soraya Sáenz de Santamaría. Quien podía hacerlo le dijo que no. Y se quedó en Galicia. El eterno delfín no salió del delfinario y allí sigue, tocando la gaita con su mayoría absoluta e impartiendo órdenes a toda España desde Finisterre.
Pocos dirigentes del PP ponen ahora en cuestión la continuidad de Casado. Tan sólo lleva dos años en el cargo y apenas dos elecciones generales perdidas
Tampoco ahora es su momento. Aunque el terremoto de la ‘Kitchen‘ sacude con estruendo los cimientos de Génova y aventa teorías sobre conjuras y motines, no es el nombre de Feijóo uno de los fijos en las quinielas. Tampoco lo son sus homólogos autonómicos, Juanma Moreno o Alfonso Fernández Mañueco, ambos sorayistas de pro e ilustres miembros de la cofradía del descontento.
Pese a estos ruidos internos, pura quincalla, pocos dirigentes del PP ponen en cuestión la continuidad de Casado. Sólo lleva dos años en el cargo y, como sus predecesores, apenas dos elecciones generales perdidas. Deberá, eso sí, responder a la tormenta con más firmeza de lo que ha hecho hasta ahora. ‘Yo era un diputado por Ávila’ no vale como argumento. Ni siquiera como excusa. Un presidente tiene que asumir la historia completa de su partido, no valen paréntesis ni excepciones. Y actuar en consecuencia. Igual que tomó distancia con Aznar porque su sombra molestaba a algunos ‘coroneles’, ha de hacerlo ahora con las excrecencias del marianismo y sus dos tentáculos, Soraya y Cospedal.
Batacazo y marcha atrás
De la mano de Teodoro García Egea, su fiel lugarteniente, ejecutó una intensa purga en las listas de las generales de abril de 2019. El resultado fue muy adverso, un enorme batacazo, y se asustó. Los barones ladraban con fiereza y la militancia se sumía en el desánimo. Marcha atrás. Tocaba contemporizar con el pasado y levantar el pie del acelerador en la carrera hacia el futuro. En las elecciones del pasado noviembre resucitó el marianismo. Luego cayó Cayetana. Y ahora estalla la ‘Kitchen’, el hedor del ayer. Casado, discutible estratega y eficaz orador, no ha sabido enterrar con honores el pasado y diseñar con decisión el futuro. Este es el momento de romper esas ‘amarras’ de las que él habla, dar carpetazo a la era Rajoy y a sus damas de compañía y fletar el PPP, el ‘Partido Popular de Pablo’, un proyecto aún por armar, una promesa siempre a la espera.
Azcón se ha convertido en uno de los principales activos en la interna del PP, una especie de héroe prometeico que logró unir a 32 alcaldes de trece partidos para doblarle el pulso a Montero y ala Moncloa
El delfinario periférico se agita. Los barones regionales alborotan en la sombra. Apenas pintan algo en el fragor de la cháchara sucesoria. Ahora el lío va por otros barrios. José Luis Mártinez-Almeida, desde luego, monopoliza todas las cábalas. Incluso su nombramiento como portavoz nacional del PP lejos de perjudicarle, le ha potenciado. Almeida resuena ‘tous azimuts’, quizás demasiado. Emerge también con fuerza Jorge Azcón, el prudente alcalde de Zaragoza que acaba de infligir una derrota de escándalo al Gobierno en asunto tan delicado como el saqueo de los fondos municipales. Un sonoro y humillante patadón a Sánchez en el trasero de la ministra Montero, María Jesús.
La opción de Ayuso
Azcón, hombre del PP de toda la vida, episódicamente sorayista, se ha convertido en uno de sus principales activos potenciales, una especie de héroe prometeico que logró unir a 32 alcaldes de 13 partidos para plantarle cara y doblarle el pulso a la titular de Hacienda y, por ende, a la Moncloa. Una gesta memorable porque sabido es que Sánchez nunca se equivoca, jamás recula y siempre resulta victorioso en todas las refriegas. Azcón, prudente y sensato ante la pandemia, es nombre al alza, como lo es Almeida. Es la hora de los alcaldes, el nuevo vivero del futuro. Los presidentes regionales, desbordados por la pandemia y encumbrados sin motivos, harto tienen con batallar lo suyo.
Si acaso, entre la grey autonómica, ya sólo destaca Isabel Díaz Ayuso, más casadista que Casado y más leal que el general Moscardó. Una mujer como cabeza de cartel tendría ‘chance’ en unas generales frente a napoleoncito Sánchez. Repasar su vibrante intervención de este martes en la Asamblea madrileña durante el debate del estado de la Región es tarea aconsejable para quienes alimenten dudas, quienes alientan campañas, incendian titulares o, sencillamente, se entretienen en la injuria.
De momento, nadie en la derecha piensa en un cambio de líder en Génova. El estropicio de la ‘Kitchen’ puede actuar como tremendo topetazo o como eficaz aliado de Casado y su brumoso futuro. En sus manos está en aprovechar lo segundo. Mientras tanto, Almeida, Azcón y hasta Ayuso, las tres ‘aes’ del nuevo PP, se deslizan tranquilamente en las aguas del delfinario.