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A cinco años del plebiscito, ¿Colombia es un país dividido entre extremos?

En 2016, el sí y el no dividieron una parte del país frente al acuerdo de paz con las Farc. A siete meses de las próximas elecciones presidenciales, vale la pena preguntarse si otra vez nos encontramos ante un país polarizado y cuáles son los temas de división entre los colombianos.

 

A cinco años del plebiscito, ¿se podría decir que Colombia es un país dividido entre dos extremos? La respuesta a esta pregunta no puede reducirse a un sí o a un no. Aunque la polarización de los extremos radicales llama más la atención, pues son estas minorías las que gritan más fuerte, la realidad actual es mucho más compleja.

El país afronta problemas y retos diferentes, y el conflicto armado ya no es el foco principal de las narrativas en medios de comunicación y redes sociales como lo era en años anteriores. Pero en los últimos tres años la situación de orden público se ha recrudecido.

El 2 de octubre pasado se cumplieron cinco años del plebiscito por el acuerdo de paz, y en redes y medios de comunicación se revivieron las posturas del  y del no. «El no ganó, pero nos robaron», «Santos le mintió al país», «El tiempo nos dio la razón con la falsa paz, Santos dio curules a los narcoterroristas de las Farc», eran algunos de los mensajes repetían algunas personas que estaban contra el acuerdo.

En el otro extremo de la discusión, se culpaba al uribismo, a la pérdida del plebiscito, al «incumplimientos en los acuerdos», al asesinato de reincorporados de las Farc de la actual violencia que vive Colombia. Otros insistían en la falta de validez de la decisión por «la estrategia de mentiras de los promotores del no».

Al día siguiente del aniversario, el 3 de octubre de 2021, en un salón del hotel Tequendama en Bogotá, el Centro Democrático realizó un foro para presentar a sus precandidatos presidenciales. El plebiscito fue uno de los puntos claves de las intervenciones. «Estamos celebrando cinco años de la mayor victoria de la historia de nuestro país en los últimos cincuenta años de la organización de la ciudadanía. El triunfo del no fue el triunfo histórico de una sociedad», aseguró el precandidato Óscar Iván Zuluaga, quien en 2014 perdió las elecciones en segunda vuelta con Juan Manuel Santos.

Hace cinco años, una semana después de que en Cartagena se firmara el primer acuerdo de paz entre el gobierno y la guerrilla de las Farc, 6.431.376 personas (el 50,2 %) votaron no a la pregunta «¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?». Una elección con la abstención más alta de los últimos 22 años.

Precisamente, el hecho de que haya sido una pregunta con solo dos respuestas generó divisiones. Para Luciana Manfredi, profesora de la Universidad Icesi de Cali, «el plebiscito era una elección atípica, que te daba dos opciones excluyentes: sí y no, y eso polariza».

Un análisis similar hizo el columnista Roberto Angulo en Portafolio: «[…] quiero enfocarme en algunas consecuencias que tuvo el hecho de haber iniciado una batalla entre los del sí y los del no que todavía no termina. El plebiscito disolvió matices, avivó la polarización al haber ceñido la discusión a una pregunta que solo admitía una respuesta binaria; atizó contiendas, sin duda, pero le quitó brillo al debate reduciendo el mundo a una sola controversia. La batalla entre el  y el no erigió, además, una suerte de taxonomía social: la de los amigos de la paz y los amigos de la guerra. Cada bando es, según sus partidarios, el único ungido moralmente para definir lo bueno y lo justo para el país».

La polarización actual

Pero en estos cinco años ha corrido mucha agua debajo de este puente. Este 2021 el país vivió un paro, que fue creciendo con los días, saliéndose de control y poniendo a prueba la institucionalidad democrática. También la pandemia centró la discusión por meses y causó, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), que la pobreza monetaria subiera 6,8 puntos porcentuales en 2020. Había 21 millones de habitantes en esa situación al cerrar el año pasado. Y la llegada de más de 1.700.000 migrantes venezolanos ha marcado los temas de la agenda nacional.

Los desacuerdos y divisiones por el  y el no del acuerdo de paz terminaron siendo coyunturales por el aniversario y, con los días, tienden a desvanecerse para darle paso a nuevos temas. La polarización se da frente a eventos específicos.

Juliana Uribe, de Movilizatorio, un laboratorio de participación ciudadana e innovación social para Latinoamérica que investiga las redes sociales, coincide en que «en la actualidad el proceso de paz no es el tema central de conversación, aunque sí sigue siendo el tema que más nos polariza. Los colombianos no se identifican como enemigos y defensores del acuerdo de paz en este momento, como en el 2016. De hecho, hay una gran mayoría que habla del fracaso del proceso. La división hoy en torno a la paz corresponde más a quién culpar del no cumplimiento de las expectativas. El eje más conservador culpa a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y a los líderes de la guerrilla que retomaron actividades ilegales, mientras que otro eje más de izquierda culpa al Gobierno de Duque y al Congreso por la falta de implementación».

Entre los nuevos temas que forman parte de la polarización está el paro, que primero generó múltiples emociones, incluso el miedo, y que divide las opiniones entre apoyarlo o considerar vándalos a quienes lo llevan adelante, y entre negociar o recuperar el control por la fuerza. El paro nacional empezó el 28 de abril y llevó a miles de personas a marchar en varias ciudades del país, coincidiendo en exigir que se tumbara la reforma tributaria que el Gobierno Duque había presentado en el Congreso. Pero el consenso entre personas de todo tipo (centro, izquierda y centroderecha) no duró mucho cuando el paro se fue extendiendo con los días y, en algunas ciudades, especialmente en Cali, hubo destrucción de infraestructura pública, saqueos y bloqueos. A esto se le sumaron las denuncias por excesos de la fuerza pública, recopilados en un comunicado de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Este paro, a diferencia del que se presentó en 2019, tuvo una mayor participación de jóvenes, pero también los temas de la protesta fueron diferentes e incluyeron la exigencia de que se cumpliera con los compromisos del acuerdo de paz firmado el 24 de noviembre en el teatro Colón de Bogotá.

«Hay temas que siguen en la agenda política como el narcotráfico, los asesinatos de líderes sociales y desmovilizados o el discurso que nos vamos a volver como Venezuela, seguirán siendo usados en estas elecciones. Todavía hay polarización, los políticos en campaña quieren generar posiciones opuestas; no es un fenómeno que se deba a las redes sociales, lo que pasa es que las redes, con el alto flujo y esto de poner verdades y mentiras manipulando la información, van generando mayor polarización en el electorado. En los candidatos no hay cantidad de propuestas, pero sí discusiones con altos niveles de agresividad», explica Manfredi.

Para Yann Basset, del Grupo de Estudios Políticos de la Universidad del Rosario, no se debe hablar de un país polarizado a más de seis meses de las elecciones y con más de sesenta precandidatos. «Hay una realidad en las redes sociales donde unas minorías radicalizadas y muy visibles hacen ruido, pero no alcanzan a representar a la sociedad».

Las opiniones de si Colombia está dividida y polarizada también están divididas. Liliana María Gómez Céspedes, directora de la Maestría de Comunicación de la Universidad Javeriana de Bogotá, asegura que en el país desde el bipartidismo siempre ha habido esa polarización, pero ahora con las plataformas se exacerba. «Sí la hay, tanto en lo offline como en lo online», explica.

«Durante el proceso, la discusión era sobre si la salida era militar o de diálogo, con mucha desinformación por parte del no y con una desconexión con la realidad por parte de los del . Hoy el tema del proceso de paz no va a estar en el centro de la polarización ni en las agendas de los candidatos. Este es un tema fundamental sólo para territorios lejanos afectados por el conflicto, está invisibilizado y se ve menos importante que la seguridad y la economía. La polarización de ahora se ha dado frente al paro y a movilizaciones sociales, que ha sido tratada con una narrativa de vándalos, usada para polarizar», concluye la docente.

Una reciente encuesta de Invamer Poll, que describe la percepción sobre el Gobierno, las instituciones, las autoridades locales y los principales líderes del país en cinco ciudades, no evidenció solo el aumento de la desconfianza hacia estos y la democracia, sino en que también mostró que los colombianos ven como sus principales problemas la corrupción, el desempleo, la economía, la seguridad y el orden público.

En las últimas encuestas, los alcaldes de ciudades como Bogotá, Cali, Barranquilla y Medellín y el presidente Iván Duque han perdido aceptación.

Así que serán temas relacionados con la seguridad, como la necesidad de mano dura contra la delincuencia, las críticas a los gobernantes locales, la corrupción, las movilizaciones sociales, las denuncias de infiltración al paro, el apoyo a la fuerza pública, la migración venezolana, la interrupción voluntaria del embarazo, entre otros, los que marcarán el camino de las conversaciones del 2022, aunque del proceso de paz el tema que podría seguir sería la JEP, que ya empezó a dar sus primeros resultados en los macrocasos de los falsos positivos y las FARC.

Pero hay un punto en el que la directora de Movilizatorio resalta y es que «muchas veces, la polarización es más fuerte en torno a personas e instituciones. Hay una hiperpersonalización en las discusiones. Entrando en etapa electoral, entendemos que habrá en ese sentido mucha polarización alrededor de las candidaturas y partidos. Es un fenómeno que ya estamos empezando a ver».

Y aunque todavía faltan siete meses para las elecciones de 2022, si estas se centran de nuevo entre uribismo y petrismo y los candidatos más que propuestas usan la demagogia y el ataque al otro, en Colombia nos espera un panorama de polarización electoral que tendrá sus picos.

 

 

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