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A esa izquierda que vive fuera de Cuba le digo: nunca ha existido un socialismo exitoso

Voy a pecar de pretencioso. Los italianos tienen una frase que siempre me ha resultado muy simpática: «Me la sento di dirtelo». Es un modo de justificar un impulso, o la expresión de una intuición, algo así como: «Igual no es el momento, igual no tengo derecho, igual no me toca…, pero siento que tengo que decirte esto».

Yo me la sento de decir algo a esa realidad que llamamos «la izquierda», sobre todo a la izquierda europea y latinoamericana. Soy un simple cura rural, soy una voz minúscula, pero me la sento di dirigirme a esa izquierda que vive fuera de Cuba, mi tierra.

Los sueños son hermosos, los ideales son hermosos, y durante mucho tiempo mi isla ha sido para la izquierda, tanto la europea como la latinoamericana, el sueño y el ideal de lo que nunca ha existido: un socialismo exitoso, un país marxista-leninista alegre y próspero, donde el pueblo se siente a gusto y protegido, donde no hay injusticias ni miserias, donde el humilde se siente respaldado y seguro, orgulloso de sus dirigentes y confiado en el futuro feliz y luminoso de sus hijos. Eso es lo que desde una bien elaborada propaganda les pidieron ver, y eso es lo que ustedes se empeñan en ver.

Yo entiendo que les hubiese gustado que Cuba fuera el modelo de un socialismo exitoso y funcional, pero mentiría si les digo que es así. Sé que es duro ver los sueños romperse, y sé cuán difícil puede ser superar el deseo obstinado de querer que lo que no es, sea.

Padecemos una vida similar a la de las naciones en guerra, donde todo se vuelve una odisea desgastante: la comida, las medicinas, el transporte, el estudio, las condiciones de trabajo

El modelo cubano ha sido un fracaso, y humildemente quiero pedir a la izquierda que termine de aceptarlo, porque mientras ustedes se niegan a asumirlo y se ufanan en seguir diciendo a un muerto «vamos, que tú puedes», mi pueblo sufre, mi pueblo padece.

Padecemos una vida similar a la de las naciones en guerra, donde todo se vuelve una odisea desgastante: la comida, las medicinas, el transporte, el estudio, las condiciones de trabajo… Padecemos el miedo a expresarnos libremente, y la vulnerabilidad ante un sistema judicial que condena y no admite defensa. Padecemos la incertidumbre de un modelo social donde no tenemos prácticamente ningún control sobre nuestro presente ni sobre nuestro futuro. Padecemos la muerte de nuestros sueños, el síndrome de la huida y el mar infinito como nuestra única esperanza.

Yo hubiese querido decir lo contrario, hubiese querido gritar: «¡Hey, vengan, hemos encontrado la fórmula de la felicidad, hemos logrado un paraíso terrenal, hemos hallado el modo de desterrar de este mundo la injusticia y la miseria!» Pero sería una burla de mi parte invitarlos a vivir un espejismo, hermoso y esperanzador, como todos los espejismos, pero falso y vacío.

Y del mismo modo en que me niego a burlarme de ustedes, les pido lo mismo para mi pueblo. Por favor, dejen de burlarse de mi pueblo, dejen de defender maquinalmente una realidad maravillosa que no existe. Respétense y asuman que Cuba no es lo que ustedes hubiesen querido que fuera, y que 62 años es tiempo más que suficiente para demostrar que nunca lo será.

Si ustedes creen que el marxismo-leninismo es la solución a los problemas de este mundo, tienen todo el derecho a buscar allí las soluciones, y yo los respetaré, pero no aplaudan el fracaso del socialismo en mi tierra con discursos de fingido orgullo. Y si no quieren decir por lo claro que hemos fracasado, al menos guarden silencio, aprendan a callar, que también puede ser una opción digna.

Nosotros, por nuestra parte, seguiremos intentando construir una Cuba donde se pueda vivir en la verdad y la libertad, recordando, de tanto en tanto, a Oscar Wilde cuando decía: «Todos estamos en el fango, pero algunos miramos las estrellas».

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Nota de la Redacción: Este texto fue publicado por primera vez como un post en la página de Facebook del autor.

 

 

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