A la izquierda de la derecha, pero a la derecha de la izquierda
Las encuestas auguran una elección pareja donde el peronista Fernández tiene mejores chances, dado el descalabro social que acentuó la gestión de Macri
Un chiste argentino de la década del setenta contaba el recorrido de tres automóviles presidenciales. El primero llevaba como pasajero a Francisco Franco. El auto avanzaba hacia una bifurcación y, sin necesidad de bajar la velocidad, tomaba hacia la derecha. En el segundo iba Fidel Castro. Al llegar a ese mismo lugar, doblaba sin dudar hacia la izquierda. En el último iba Juan Domingo Perón. El auto frenaba en ese punto. Entonces, el chofer miraba a su jefe. Perón le guiñaba el ojo. Entonces, el chofer ponía la luz de giro hacia la izquierda y, contra lo que se podía esperar, giraba hacia la derecha.
Es una broma muy antigua que refería a la dificultad de ubicar a Perón dentro de la cosmogonía ideológica europea. Ni de izquierda ni de derecha ni proyanqui ni antiyanqui ni fascista ni comunista ni estatista ni neoliberal pero un poco de cada cosa en distintos momentos. Todo eso fue, y cada cual, desde su muerte, lo tironea para el lado que más le place: lo hace doblar a la izquierda, a la derecha, dar marcha atrás, girar sobre sí mismo o todo al mismo tiempo.
De aquellos polvos, estos lodos.
En los próximos meses habrá elecciones en la Argentina. El nuevo candidato del peronismo se llama Alberto Fernández. Hace muy pocos años, en un solo párrafo, describió la historia del peronismo desde 1983, cuando volvió la democracia a la Argentina. “El peronismo fue conservador con Lúder (en los ochenta), neoliberal con Menem (en los noventa), conservador popular con Duhalde (en el cambio de milenio), progresista con Kirchner y patético con Cristina”, dijo. Eso fue unos meses antes de que Cristina, con quien el peronismo parece que fue patético, lo designara a Fernández como candidato a presidente.
Fernández es el candidato favorito. Las encuestas, en general, auguran una elección pareja donde el peronista tiene mejores chances, dado el descalabro social que acentuó la gestión de Mauricio Macri. Eso habilita a preguntarse, claro, cómo será el peronismo con Fernández, si es que será algo. Y, la verdad, no hay demasiadas certidumbres, dado que Fernández ha participado en la etapa neoliberal del peronismo y en su negación, ese período en el que gobernaba Nestor Kirchner. Es cierto que casi desde que asumió, enfrentó a Cristina, porque no estaba de acuerdo con su giro hacia un estilo más cercano al chavismo. Pero ahora comparte fórmula con ella.
¿Entonces? Cuando llegue a la encrucijada, ¿qué luz de giro encenderá? ¿hacia dónde doblará su auto?
La mejor respuesta, hasta ahora, la dio uno de sus hombres de consulta: “Está a la izquierda de la derecha y a la derecha de la izquierda”.
Esa ubicuidad potencial no solo distingue a Fernández. En los distintos territorios del país los candidatos peronistas son abortistas militantes (en la capital, por ejemplo) o antiabortistas fanáticos (en el norte), son caudillos eternizados en sus feudos, o partidarios de la ortodoxia económica o keynesianos de izquierda que simpatizan con Maduro. Cualquiera puede extraer de allí cualquier conclusión o ninguna. Y el candidato, según lo que le convenga, podrá parecerse a cualquiera de ellos. Nadie, en todo caso, le exigirá coherencia ideológica, sino que logre encontrarle una solución al intríngulis económico argentino. ¿Con medidas aperturistas? ¿Con un ajuste? ¿Con un shock distributivo? ¿Rompiendo con el FMI? ¿Sometiéndose?
A la izquierda de la derecha o a la derecha de la izquierda. Da lo mismo: finalmente, será juzgado por los resultados.
Alberto Fernández gusta de presentarse como un moderado, un negociador, y eso ha sabido serlo en su carrera. Prefiere que lo vean más parecido a Andrés Manuel López Obrador o al Frente Amplio uruguayo que a Nicolás Maduro o a Jair Bolsonaro. Pero no tendría problemas en sentarse con ninguno de ellos. Fernández dialogará, o intentará hacerlo, con todos los sectores de poder que estuvieron enfrentados con Cristina Kirchner, su compañera de fórmula, incluido el Departamento de Estado, e intentará mantener buena relación, al mismo tiempo, con ella. Y, si encara una transformación, la hará con extremo cuidado, dado que sus asesores manifiestan a cada paso la preocupación ante la posibilidad de que una audacia allá de Kirchner haga saltar todo por el aire.
Hasta ahí es lo que se puede saber.
Uno de sus asesores ha dicho: “Es necesario no distribuir el ingreso por un año”.
O sea: si alguna vez sube al auto y le toca llegar a esa bifurcación, hará exactamente lo que Perón le hubiera recomendado.
¿Qué Perón?
El que mejor le convenga para ese momento.
¿Y eso arreglará los problemas tan serios que tiene la Argentina?
Ni Perón lo logró.
¿Por qué alguien habría de exigírselo a cualquier otro presidente de este país endiablado?