Así comienza el himno de Acción Democrática que compusieron entre Andrés Eloy Blanco (la letra) e Inocente Carreño (la música).
Ese grito inicial del himno recoge el fervor democrático que siempre ha caracterizado al Partido fundado por Rómulo Betancourt. ¿Cómo pretenden esos rábulas, esta pandilla que encabezan Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Vladimir Padrino robarse un partido que está enraizado en el corazón del pueblo venezolano, que se ha sentido orgulloso de que lo llamen Juan Bimba, los “alpargatuos”, “adecos”, despectivamente? AD ha aportado mucha sangre, mucho esfuerzo democrático a la historia política de Venezuela.
Pérez Jiménez lo intentó y no pudo evitar que la sangre de Ruiz Pineda, de Carnevali y tantos otros, en tiempos de sensatez unitaria, se convirtiera en un poderoso río democrático que arrastró al dictador y lo puso en fuga. Recuerdo que, en la época de la guerrilla, cuando hablábamos con los campesinos que tenían su rancho y su conuco en el cerro de El Bachiller, cuando les hablábamos de socialismo y de reforma agraria, nos decían: “nosotros somos de la “mocracia” y pensábamos que nos estaban diciendo que ellos estaban con la democracia. Más tarde descubrimos que ellos llamaban “la mocracia” a AD.
¿Cómo pretenden robarse un partido que siempre ha aportado hombres y mujeres que renuevan y sustituyen a los que caen y mueren? Recuerdo el saludo de Betancourt a la dirigencia de AD reunida en abril de 1958 para reorganizar al partido que heroicamente había luchado en la clandestinidad. Dijo Betancourt, reflejando esa renovación constante del partido:” Hoy no están con nosotros los que cayeron en la lucha contra la dictadura. No está con nosotros Luis Troconis Guerrero, el eterno secretario de nuestras reuniones quien ya estaría con un lápiz Mongol y una resma de papel presto a recoger las deliberaciones; Luis Troconis murió en Chile en el exilio; tampoco está ese “recio guayacán” que se llamó Valmore Rodríguez –muerto también en el exilio- no están con nosotros Carnevali ni Leonardo Ruiz Pineda, el de la fina y la gozosa audacia, asesinado por la dictadura; tampoco están Antonio Pinto Salinas y Luis Hurtado Higuera asesinados por la Seguridad Nacional de Pérez Jiménez; pero están hoy con nosotros “los pinos nuevos” que lucharon y se formaron en la lucha clandestina contra la dictadura.
Esos pinos nuevos eran Américo Martín, Moisés Moleiro, Rómulo Henríquez, Lino Martínez, Raúl Lugo Rojas, Eduardo González Reyes, Rafael José Muñoz, Gumersindo Rodríguez, Freddy Melo, Adicea Castillo, Mercedes Paz, Vladimir Acosta, Julio Cabello, Mariano Rocha, Segundo Meléndez, Pedro José Madrid, Julio Escalona, Gerardo Madrid y quien escribe estas líneas, que como savia reconfortante habíamos asumido las banderas democráticas de los que cayeron en la lucha.
Confieso que la noticia del reciente atropello de Maduro me hizo hervir la sangre y recordar la especie de maldición gitana de Betancourt cuando sentenció que “adeco es adeco hasta que se muere”.
Estoy pues, de nuevo a disposición del partido. En 1955 residía en España y, por recomendación de Edilberto Moreno y Pedro Miguel Pareles iba a seguir mis estudios en la London School of Economics. Me preparaba para trasladarme a Londres cuando recibí la orden del Partido de regresar a Venezuela a incorporarme a la lucha clandestina; no vacilé y retorné a Venezuela.
Hoy, a mis casi 90 años, en los que no he desmayado en mi esfuerzo por enraizar una democracia en Venezuela respondo al verso inicial del himno que escribió Andrés Eloy Blanco y me alisto en ese tropel que se encierra en ese “Adelante a luchar milicianos”. Soy desde hoy de nuevo un miliciano de la democracia, soy uno de esos nuevos milicianos que siempre han acudido al llamado de la lucha.
Ayer, equivocadamente, empuñé un fusil, un AKA-47; hoy empuño mi voz para recuperar la democracia. Las dictaduras siempre son pasajeras en la historia de los pueblos. La libertad y la democracia son imperecederos.
¡“Adelante, a luchar milicianos”!
Para quien no lo conozca: Héctor «el macho» Pérez Marcano fue, al caer la dictadura, Presidente de la FCU de la UCV, se fue de AD en la división del MIR, fue comandante guerrillero e invadió Venezuela, con los cubanos, por «Machurucuto». Estuvo preso y después de hacerse una autocrítica demoledora -Cambió el AK47 por los Estatutos del partido y la Constitución- fusionó el MIR con el MAS y luego de la muerte de su hermano del alma, Moisés Moleiro, se retiró del activismo partidista. Hoy, frente al atropello del régimen y a sus casi 90 años, pide incorporarse a Acción Democrática. Bienvenido «Macho» a El Partido del Pueblo.