¿Aeropuertos o zoológicos?
Sabíamos que Heathrow, el aeropuerto más importante de Londres y el octavo del mundo, manejó en el año 2023 más de 80 millones de pasajeros y ahora nos sorprende un reportaje en el ECONOMIST revelando que, en el mismo lapso, pasó por sus dependencias la bicoca de 6.5 millardos de animales, imponiendo a las autoridades una estresante vigilancia para cumplir con las normas de salvaguarda de su vida e integridad, establecidas por la Asociación Internacional de Transporte Aéreo.
Y es que no se trata solamente del tránsito de nuestras mascotas domésticas, porque, siempre según la acreditada revista británica, se contabilizaron alrededor de 30 millones de pupas de mariposas, veinte millones de peces, 143 mil reptiles y anfibios, dos mangostas, un panda y un gibón, provistos de una documentación tan estricta como la humana. E incluso más, para impedir que alguna mula viajera actúe como contrabandista involuntaria de estupefacientes.
Nos hallamos, pues, ante un verdadero zoológico de complejísima especialización. Porque si ya es complicado manipular un cargamento de quinientas tortuguitas caucásicas en la posición correcta y con la adecuada ventilación, las exigencias aumentan al lidiar con camellos que muerden y escupen, cebras propensas a la histeria, rinocerontes, elefantes y un largo etcétera de los bichos más insólitos.
La supervisión en el Centro de Recepción Animal se hace de modo visual cuando se puede (¡atrévase usted a verificar las huellas dactilares de un rey león!), por lo regular con rayos equis, y debe reservarse espacio para los ejemplares requisados por su comercio ilegal, que pueden permanecer durante meses y años en reclusión, como un cocodrilo que casi fue incluido en el inventario.
Y proveer, por supuesto, la alimentación idónea, que exige mantener activo un gigantesco almacén, con nueces y almendras para cacatúas, hojas de eucalipto para koalas, vegetales para macacos y ratones y ratas congeladas en caso del arribo a horas incómodas de un tigre bengalí o una anaconda brasileña.
Capítulo aparte amerita la lucha contra las remesas de animales ahumados o congelados provenientes de China, África y Sudamérica para paladares exquisitos en busca de exotismo, según refiere otro reportaje, del Guardian londinense, desde el aeropuerto de Bruselas; casi cuatro toneladas mensuales de carne de cacería de ejemplares en peligro de extinción, por un comercio floreciente que tiene en jaque a la Interpol y a las autoridades sanitarias dado el riesgo para nuestra salud.
Igual ocurre en el parisino Charles de Gaulle, donde han sido descubiertas piezas enteras de antílopes, sacrificados en vísperas del viaje, plastificados y ocultos bajo cargamentos de pescado seco o bolsas de hierbas y vegetales; y tan lejos como en Australia, donde una investigación de la Universidad de Adelaide reveló hace ya algún tiempo que uno de cada doce pasajeros provenientes del Continente negro era portador de carne de animales salvajes, para consumo propio o lucrativo negocio.
Varsovia, febrero de 2024.