Albert Rivera: A mis compatriotas socialistas
España vive un momento crucial y a su vez delicado en su historia, el más importante en democracia desde la Transición. Nos toca a todos los españoles, y en particular a los líderes políticos, demostrar si aquella intensa y exitosa etapa, germen de nuestra democracia moderna, fue simplemente un oasis de coraje, sentido de Estado y capacidad de ceder y acordar, o si realmente abrimos por entonces una sólida etapa de grandes consensos, de estabilidad y de progreso que hoy perdura.
Desde aquellos años en los que se elaboró una Constitución para todos, o se sellaron los Pactos de la Moncloa; desde los años de modernización de España en los primeros gobiernos de Felipe González; desde la lucha por los valores constitucionales y contra el terrorismo de los constitucionalistas vascos, liderada por Nicolás Redondo y Mayor Oreja; desde entonces, los socialistas españoles, en el Gobierno o en la oposición, con más o menos escaños, con errores y aciertos, siempre han sido coprotagonistas de los momentos importantes de la democracia española.
Después de las elecciones del 20D, el mapa político español cambió como nunca lo había hecho en 30 años. Los españoles dieron la victoria al Partido Popular, pero con 63 escaños menos que en 2011, y al PSOE le otorgaron 20 escaños menos que en la anterior cita electoral. Los españoles obligaban así a los viejos partidos a dejar de darse la espalda para tener que darse la mano y abrir un espacio mínimo de diálogo. Pero ni socialistas ni conservadores parecen haber entendido ese mensaje, y hasta la fecha se han negado a ponerse de acuerdo entre ellos.
La negativa de Rajoy al Rey para ir a la investidura provocó una crisis institucional sin precedentes, al no existir ningún mecanismo constitucional previsto frente a la parálisis que provocaba una decisión táctica y poco responsable del líder conservador. Fue entonces el PSOE y Pedro Sánchez quienes dieran un paso al frente para evitar el bloqueo intentando la investidura. Y fue Ciudadanos quien, en un ejercicio de responsabilidad, negoció con el candidato propuesto por el Rey un acuerdo con más de doscientas reformas necesarias para los españoles.
Quienes hoy intentan buscar apoyos y pedir que no se bloquee la investidura de su candidato, Mariano Rajoy, son los mismos que hace unos meses en vez de poner en valor aquel intento de desbloqueo, se dedicaron a descalificar un acuerdo que no habían leído hasta hoy. Quienes en vez de analizar qué reformas se podían llevar a cabo en aquel posible gobierno constitucionalista, reformista y de progreso, prefirieron criticar que dos partidos constitucionalistas intentaran un acuerdo desde la centralidad política española. Lejos de renegar de aquel trabajo de negociación de los equipos de Ciudadanos y PSOE, estoy satisfecho de haber alcanzado un acuerdo con 200 reformas. Un acuerdo que es, sin duda, una buena base para cualquier negociación futura entre partidos constitucionalistas. Y quiero reconocer que aquella decisión de Sánchez de decirle sí al Rey e intentar articular un gobierno frente a la pinza de bloqueo de Iglesias y Rajoy fue necesaria y valiente. El secretario general del PSOE agradeció en público el sentido de Estado de Ciudadanos, y yo quiero hacerlo también hoy con ellos.
Ahora bien, después de la nueva convocatoria electoral, la voluntad de los españoles manifestada en las urnas obliga al PSOE a tomar una decisión importante para el PSOE, pero sobre todo importante para España. Urge un Gobierno, urgen reformas, urge acción. Ante semejante escenario, el PSOE puede o bien mantenerse al margen de cualquier negociación política, o bien permitir con su abstención arrancar la legislatura. De este modo podría exigir a un gobierno en minoría del PP, como haría Ciudadanos, las reformas, la regeneración y el control a la corrupción que nunca ha querido hacer el partido de Rajoy.
A diferencia de muchos otros políticos, e incluso muchos de sus propios líderes históricos, yo no le voy a pedir en estas líneas a la dirección actual del PSOE que se abstenga o vote a favor en la investidura de Mariano Rajoy, ya que es un partido autónomo, con miles de militantes, y con más historia que ninguna otra formación política española. Son ellos los que deben tomar sus propias decisiones. De hecho, puedo entender —aunque no compartir— su posición inmovilista actual. Para Ciudadanos, pensando solo en nuestro interés partidista y vista la pasividad y falta de determinación de Rajoy, lo más cómodo sería usar nuestros 32 escaños para votar no al actual presidente en funciones, aunque quedara bloqueada España. Sin embargo, preferimos utilizarlos para desbloquear España, exigiendo reformas y regeneración.
Pero al menos sí me gustaría que mis compatriotas socialistas, con quienes comparto un proyecto común diverso y unido, España, con los que comparto preocupación por el desafío a la convivencia en Cataluña, mi tierra, con los que he compartido manifestaciones de condena y lucha contra el terrorismo o con quienes comparto un proyecto federal para Europa, entre otras cosas, reflexionaran sobre el papel que quieren jugar en estos momentos decisivos para España. Me gustaría que se sumaran a nuestro sentido de Estado. En política, como en otras facetas de la vida, muchas veces nos toca escoger entre la solución mala y la menos mala. Los españoles no han querido que el cambio llegue al Gobierno de España aún, pero ha llegado al Congreso, y desde una oposición responsable y no populista, tanto el PSOE como Ciudadanos podemos desempeñar un papel clave para la estabilidad y el progreso de España.
En Ciudadanos hemos decidido que aunque no nos gusta el actual Gobierno ni creemos que Mariano Rajoy sea la persona adecuada para liderar una nueva etapa, es imprescindible que la legislatura y el país se pongan en marcha, atendiendo al resultado electoral del 26J. Ya han pasado casi 300 días desde que se convocaron las elecciones del 20D. No es momento de desentenderse de España, es momento de preocuparse y ocuparse más que nunca, para enderezar el rumbo perdido en la última década, y conseguir que los ciudadanos piensen de nuevo que la política y los políticos no somos el problema, sino parte de la solución.
Un ilustre socialista me dijo un día una frase que comparto plenamente: la mejor manera de mantener el liderazgo al frente de un partido político es tener liderazgo y proyecto para tu país. Espero y deseo que los actuales dirigentes socialistas piensen más en nuestro país y en nuestros compatriotas y menos en quién liderará su partido en un futuro. Les deseo suerte y acierto en su decisión por el bien de España.
Albert Rivera es presidente de Ciudadanos.