Alberto Lovera V. : Reflexiones sobre el diálogo gobierno-oposición en Venezuela
Comenzaba septiembre cuando inicié la redacción final de mi novela María la diosa. Durante tres meses, de diez de la noche a tres o cuatro de la madrugada, escribí religiosamente, hasta que el seis de diciembre envié el texto a la dirección de correo electrónico de mi corrector y salí a votar.
Por causa del exceso que toda celebración conlleva, esa noche me quedé a dormir en la habitación de huéspedes del apartamento de unos buenos amigos, donde se había formado un grupo para recibir, antes que otros venezolanos, los resultados que nos enviaba telefónicamente un amigo que tenemos en el Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional (CEOFAN). A las 2000 horas (hay que decirlo con horario militar, por supuesto) ya lo sabíamos todo, incluyendo la fuerte discusión entre el teniente Cabello y el general Padrino, y nuestro amigo nos repitió de primera mano la frase de este último: “Yo puedo ordenar sacar la tropa, pero los oficiales no me van a hacer caso”.
Al día siguiente, mientras me desplazaba hacia mis predios, pude apreciar que en las calles caraqueñas se especulaba más sobre este hecho, que sobre el resultado electoral. Casi todos los venezolanos –incluyendo a quienes votaron por los candidatos oficialistas– veíamos venir la más que plausible paliza que la oposición unida le dio al partido de gobierno. De manera que a muy pocos sorprendió el resultado, aunque hay que decir que a muchos extrañó que el oficialismo reconociera su derrota, pero no que ésta sucediera, ni que la diferencia fuera de tal magnitud. Por ejemplo: puedo decir que quienes usamos el transporte colectivo no escuchamos en los meses previos a la elección, ni hemos vuelto a escuchar, cuando nos movemos por “las tripas de esta ciudad” (Serrat dixit), la voz de una sola persona que respalde al presidente ilegítimo, a su gobierno o al Partido Unificado Socialista de Venezuela (PUSV) que le brinda su cada vez más menguado apoyo popular.
El chavismo ya no es la sombra, ni siquiera el recuerdo, de lo que alguna vez fue. De aquellas mayorías abrumadoras que concitó el verbo del ex presidente muerto ya queda muy poco, y los estudios de opinión, incluidos los contratados por entes públicos, indican que un ochenta por ciento de la población desea que Nicolás Maduro salga de la presidencia. La situación económica (única y verdadera razón por la que se sostienen o caen los gobiernos) se ha tornado caótica para el régimen. Luego de destruir, mediante expropiaciones y subsiguientes saqueos de lo expropiado, la casi totalidad de la planta industrial y agrícola del país, confiando en que los precios del petróleo se mantendrían al alza y financiarían un sistema fundado en importaciones crecientes, que en su época de nomofilia delirante denominó “Socialismo del Siglo XXI”, el régimen chavista se estrelló contra la nueva realidad constituida por la desaceleración de las economías china y brasileña (sus grandes compradores de crudo) y la inundación del mercado petrolero con los nuevos hidrocarburos “sucios” producidos en Estados Unidos (y con ella la baja abismal de los precios).
No obstante, el gobierno no ha caído. Luego de una derrota monumental en las elecciones parlamentarias, en otras latitudes podría esperarse la renuncia del presidente para facilitar una nueva elección o, cuando menos, un cambio radical en el rumbo de la gestión del Ejecutivo, pero no ha sido así. El grupo que gobierna permanece aferrado, sostenido por una fuerza militar cuyo único vínculo aparente parece ser su participación en la corrupción que campea en todos los niveles de la administración pública, y por un Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) con integrantes designados en el estertor de la anterior legislatura y cuyo único cometido ha sido declarar inconstitucionales todas las leyes y demás actos dictados por la nueva Asamblea Nacional (AN). Mientras tanto, busca recursos para continuar la fracasada política de importaciones, habiendo llegado al extremo de vender el oro de la reserva nacional, lo que tampoco ha sido suficiente para garantizar a la población un mínimo de consumo razonable.
Por haber sido ampliamente reseñado en todos los medios, sería repetitivo volver aquí sobre las escaseces de productos básicos y las interminables colas de personas, que soportan durante muchas horas las inclemencias del tiempo para agenciarse ínfimas cantidades de algunos de ellos; así como las primeras manifestaciones callejeras de protesta por hambre y por falta de servicios básicos como luz eléctrica y agua corriente.
Al buscar las causas de la permanencia de este grupo de militares y civiles al frente del Estado venezolano, nos encontramos con un hecho original, único y primero en la historia política latinoamericana: el gobierno ansía, desesperadamente, ser derrocado mediante un golpe militar; mientras que la oposición se niega, pública y reiteradamente, a participar en ninguna alternativa de cambio político que no esté expresamente establecida en la Constitución. El gobierno ve con buenos ojos la ruptura del orden constitucional porque le permitiría salir del sumidero con la cara lavada: “Nos tumbaron los malos, pero aquí seguimos en la resistencia”, lo que generaría un consecuente y previsiblemente unánime apoyo internacional, que exigiría el retorno de Maduro, esta vez sí, ungido con el aura de la legitimidad. Un negocio redondo. Por esta razón, de forma muy inteligente, la gran mayoría de la oposición, representada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), no ha caído en el juego del gobierno e insiste en la convocatoria a un referendo revocatorio (RR), única posibilidad de cambio que, conforme a la Constitución, no está sometida al control del TSJ. Pero, por esa misma razón, el gobierno busca retrasar su realización hasta el próximo año, utilizando, en forma por demás abusiva y en violación de sus propios reglamentos, la mayoría que aún detenta en el Consejo Nacional Electoral (CNE), a fin de que se cumplan las dos terceras partes del período presidencial y, conforme al dispositivo constitucional, no se convoque a una nueva elección, sino que sea el vicepresidente ejecutivo quien lo culmine.
Así llegamos a un estado de cosas en el cual, resumidas cuentas, el gobierno siente pánico ante la sola posibilidad de que el RR sea convocado este año, y por ello prefiere ser derrocado mediante un golpe de estado; y la oposición exige que el CNE cumpla con los lapsos legales y haga posible la celebración del referendo en diciembre próximo.
A estas alturas del partido irrumpen en el campo tres nuevos jugadores, quienes promueven una iniciativa de diálogo gobierno/oposición: los ex presidentes José Rodríguez Zapatero (España), Leonel Fernández (Rep. Dominicana) y Martín Torrijos (Panamá). Diciéndolo en tiempo presente: se efectúan conversaciones por separado en R. Dominicana y después en Caracas. El interés del gobierno venezolano en este diálogo es obvio: retrasar la convocatoria del RR todo lo posible; por ese motivo, la vocería de la MUD exige el cumplimiento de cuatro condiciones previas, antes de sentarse a dialogar: (1) cese del entrabamiento en el CNE y convocatoria y celebración del RR antes de concluir 2016; (2) libertad de todos los presos políticos; (3) respeto a las decisiones de la AN y al debido equilibrio entre los poderes públicos; y, (4) reconocimiento de la crisis humanitaria que afecta al país, con la consecuente apertura a la ayuda internacional.
Aquí podría concluir este artículo, advirtiendo que no ha habido nuevas noticias y que así queda resumida la actual situación política venezolana. Pero han aflorado algunos indicios que dan pie para pensar un poco más allá. Son sólo eso, indicios, pero las circunstancias y la importancia de quienes los han sugerido ameritan un par de comentarios.
El primero es el artículo París bien vale una misa de Armando Durán, hombre importante de Acción Democrática (AD), el partido del presidente de la AN, quien fue canciller de Venezuela durante la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez (CAP), publicado en El Nacional el pasado 22 de mayo,[i] y que entre otras cosas señala:
“¿Qué hacer para superar esta tranca? Negociar con ese sector supuestamente ‘reformista’ del chavismo, dejaría un muy mal sabor en el alma de la oposición, pero quizá ese sea el precio a pagar para poder contemplar el futuro del país con un cierto optimismo. Pienso, por ejemplo, que podría contemplarse posponer el cambio real de gobierno hasta las elecciones generales previstas para diciembre de 2018, a cambio de algunos acuerdos.- En primer lugar, seleccionar de común acuerdo a un sucesor de Aristóbulo Istúriz, quien tendría que aceptar, por lo menos, tres decisiones no negociables: la amnistía inmediata de los presos políticos, la renovación también inmediata de los poderes públicos por parte de la Asamblea Nacional de acuerdo con las normas y los lapsos establecidos en la Constitución, y la celebración del referéndum revocatorio y las elecciones regionales en las primeras semanas del año que viene.- No es ésta la agenda más deseable del cambio, pero quizá sea la única fórmula viable para abrirle a Venezuela un nuevo período de su historia. En segundo lugar, un acuerdo que, mientras llegue el cambio real de gobierno, le devolvería a la Asamblea Nacional sus funciones constitucionales como poder público realmente legítimo y soberano, para propiciar desde su seno los ajustes necesarios en materia económica y de seguridad ciudadana, y atajar la crisis económica y social antes de que ella se convierta en una catástrofe humanitaria de proporciones inconmensurables. En el marco de esta eventual negociación, la presidencia de Maduro sólo tendría un valor formal hasta el día del referéndum, pero le proporcionaría al presidente saliente la enorme ventaja de que no saldría del juego político mediante una capitulación humillante, sino por la vía de una simple y honorable derrota electoral.”
El otro indicio fue expresado por Octavio Lepage, también hombre prominente de AD, quien fue ministro de relaciones interiores y presidente del Congreso Nacional, habiendo quedado encargado de la presidencia luego de defenestración de CAP, hasta la elección de Ramón J. Velásquez como presidente sustituto, en una entrevista concedida a ABC hace pocos días, el 3 de junio:[ii]
“Aquí no es descartable nada. Si los militares, que hoy tienen la fachada de Maduro, resuelven asumir la conducción del país tendrán que decidir entre un gobierno intransigente y brutal o facilitar un tránsito, que creo es lo que prevalecerá. En el peor de los casos, la situación está tan grave internamente y el contexto internacional –tanto interamericano como mundial– es tan adverso, que estoy seguro de que los militares actuarían con más inteligencia y realismo que Maduro. Pero la situación está tan deteriorada que una Junta de Gobierno es también una alternativa a considerar, presidida por un civil, alguien independiente que haga un gobierno de transición. Las circunstancias obligarán a encontrar la figura.- Hay que obligar a los líderes de oposición a que sean sensatos y realistas: primero está el sufrimiento del pueblo, después sus proyectos políticos personales. Ya habrá tiempo para las aspiraciones presidenciales, que son aspiraciones legítimas pero que hay que administrar con inteligencia y, sobre todo, sin impaciencia. Hoy la prioridad es otra. Aquí un gobierno de una persona dura un mes. Lo tumban, se cae, se derrumba. Lo que procede es un gobierno de concertación que habrá que diseñar. Aquí hay una federación de mafias sin escrúpulos de ninguna naturaleza, enriquecidas escandalosamente, que manejan recursos inmensos. Por eso, además de coraje hay que tener mucha habilidad.”
No se requiere un análisis muy profundo para entender que se trata de un par de propuestas ¿globos de ensayo o anuncios? que promueven una salida con base en un diálogo constructivo, actitud difícil de encontrar, especialmente en el gobierno y en los sectores radicales de la oposición, aunque con estos últimos siempre será más fácil un entendimiento.
Estos ¿anuncios? también podrían explicar la reacción, expresada en destempladas declaraciones de prensa, de Henrique Capriles Radonski, ex candidato presidencial de la oposición, actual gobernador del estado Miranda, líder del partido Primero Justicia, primera fuerza parlamentaria individualmente considerada, y promotor inexorable del RR, quien advirtió que no le importaría que lo expulsaran de la MUD (y de su partido, se sobrentiende) por negarse públicamente a un diálogo con el gobierno, que no incluya la previa aceptación del referendo.[iii] Vale señalar aquí, que el presidente de la AN, Henry Ramos Allup, respondió a las declaraciones de Capriles con lo que llamó “un llamado a la serenidad”.
Todo esto nos lleva a pensar que, con mucha discreción, se está negociando una salida y que quizá no todos están de acuerdo con la vía que, al menos aparentemente, ha sido escogida.
* El autor es escritor, periodista y abogado, especialista en Derecho Marítimo y en Derecho Tributario. Ejerce libremente como abogado, es profesor universitario de postgrado y escribe en forma asidua en varios medios digitales.
[i] El artículo puede ser consultado aquí:
http://www.el-nacional.com/armando_duran/Paris-bien-vale-misa_0_851314985.html
[ii] La entrevista puede ser consultada aquí:
[iii] Las declaraciones fueron recogidas en muchos medios, éste puede servir de referencia:
http://www.notiminuto.com/noticia/capriles-niega-que-el-gobierno-tenga-victoria-en-la-oea/