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Alemania ¿fue derrotada o liberada? Los alemanes no pueden decidirlo

BERLÍN – El Día de la Victoria en Europa, el aniversario de la capitulación militar de la Alemania nazi ante los Aliados el 8 de mayo de 1945, es una ocasión de celebración sin reservas en gran parte del continente, observada con coloridos desfiles y fiestas nacionales. Para los alemanes, en cambio, es una fecha comprensiblemente tensa.

Durante mucho tiempo, el aniversario se caracterizó en Alemania por la ambivalencia. Después de todo, ¿cómo podían los vencidos celebrar su rendición? Ahora los alemanes se enfrentan cada vez más a una cuestión más espinosa: ¿Cómo no hacerlo?

En las últimas décadas, en Alemania se ha convertido en una convención cada vez más común conmemorar el 8 de mayo como un día de «liberación«. La idea es que Alemania se salvó de los males del nazismo y, por tanto, los alemanes también deben alegrarse. Cada vez hay más llamamientos -sobre todo de los partidos de izquierda- para que el 8 de mayo sea un día festivo. El año pasado, en el 75º aniversario del Día V-E, Berlín celebró un día festivo, el Día de la Liberación del Nacional Socialismo y del Fin de la Segunda Guerra Mundial. En la Puerta de Brandenburgo se proyectó un mensaje en inglés, ruso y francés, los idiomas de las fuerzas de ocupación: «Gracias». (Este año la ciudad conmemoró el día de forma más modesta, con ceremonias de colocación de coronas en los monumentos).

Sin embargo, el argumento de la liberación es polémico, porque no es histórico. La mayoría de los alemanes que vivieron el 8 de mayo de 1945 no veían a los aliados como liberadores. Tampoco las fuerzas occidentales se veían a sí mismas como tales. «Alemania no será ocupada con el propósito de liberarla, sino como una nación enemiga derrotada», rezaba la directiva emitida al comandante de las fuerzas estadounidenses ese abril.

Los que más se oponen al marco de la «liberación» suelen tener razones nocivas. Figuras de la derecha radical alemana ven el 8 de mayo como un día de derrota que hay que lamentar, parte de un largo esfuerzo de posguerra para presentar a los alemanes como víctimas. El aniversario no puede convertirse en «un día feliz para Alemania«, dijo el año pasado Alexander Gauland, líder parlamentario del partido ultraderechista Alternativa para Alemania. Para los que estaban en los campos de concentración, fue una liberación, dijo. «Pero también fue un día de derrota absoluta, un día de pérdida de grandes partes de Alemania y de pérdida de autonomía».

Pero el debate sobre el 8 de mayo como día de la liberación, por muy bien intencionado que sea, no sólo pone en tela de juicio la narrativa de la extrema derecha. También enturbia la realidad histórica y podría contribuir exactamente a lo que muchos de los que lo abrazan desean evitar: eludir la responsabilidad histórica. En un momento en el que la memoria viva está desapareciendo, algunos alemanes -ahora y en futuras generaciones- se tomarán el discurso de la liberación al pie de la letra, pasando por alto la complicidad de las masas en los crímenes nazis.

Por décadas después de la guerra, los alemanes -al menos en Alemania Occidental- ignoraron en su mayoría el 8 de mayo, creyendo que eran en gran medida víctimas inocentes de la historia. Hitler y una banda de criminales que le rodeaban eran los responsables, decía la narrativa de la negación, y entonces los alemanes se veían obligados a soportar la carga de vivir en una tierra dividida y disminuida. A medida que la conciencia del Holocausto y de los crímenes alemanes se fue extendiendo, se produjo una reacción. Muchos se sintieron víctimas de su carga de culpa. El reconocimiento a gran escala de los crímenes del pasado apenas había comenzado cuando algunos políticos empezaron a pedir un «Schlussstrich«, una «línea final», que pusiera fin a la mirada al pasado.

En un esfuerzo por oponerse a esta mentalidad, el Día V-E de 1985, el presidente de Alemania Occidental, Richard von Weizsäcker, pronunció un discurso que hoy se considera uno de los más importantes de la historia de la posguerra del país. Los alemanes al final de la guerra, dijo, sentían «agotamiento, desesperación y una nueva ansiedad». Sin embargo, prosiguió, «con cada día algo se hacía más claro, y esto debe ser declarado en nombre de todos nosotros hoy«: «El 8 de mayo fue un día de liberación. Nos liberó a todos de la inhumanidad y la tiranía del régimen nacionalsocialista».

El presidente Weizsäcker, conservador, recibió críticas de los miembros de su propio sector que preferían olvidar antes que reinterpretar el pasado. La reacción de Alemania del Este también fue notable: El periódico oficial del Partido Comunista publicó una carta de Herbert Mies, presidente del Partido Comunista Alemán -un aliado marginal en Occidente- en la que agradecía a Weizsäcker el reconocimiento de la «resistencia antifascista» de los liberadores comunistas. En Alemania Oriental, el 8 de mayo se celebró durante muchos años como el Día de la Liberación del Pueblo Alemán del Fascismo de Hitler. La ocasión sirvió para que el Estado promoviera su mito fundacional antifascista, para evitar su propio ajuste de cuentas histórico así como para demonizar a la Alemania Occidental como heredera del nazismo.

Aunque el impulso actual de interpretar el 8 de mayo como un día de liberación -así sea a través de una lente retrospectiva- es comprensible, pocos parecen haber tenido en cuenta el peligro de que muchos alemanes tomen el término al pie de la letra, como una realidad histórica. Pero a medida que pasan las generaciones, y que las últimas víctimas y los autores perecen, clarificar los hechos es aún más importante.

A pesar de la encomiable cultura de la memoria en Alemania, muchos alemanes tienen una comprensión sorprendentemente tenue del alcance de los crímenes nazis o de la participación en ellos de la población. En una encuesta encargada por el semanario alemán Die Zeit antes del 75º aniversario del Día V-E, el 53% de los encuestados estaba de acuerdo con la falsa afirmación de que «fueron sólo unos pocos criminales los que instigaron la guerra y mataron a los judíos«. En otra encuesta encargada por una emisora pública alemana, el 23% ni siquiera tenía idea de lo que fue el Holocausto.

Debe quedar claro que los líderes alemanes emplean hoy la noción de liberación para asumir su responsabilidad histórica, no para negarla. Esto fue así cuando el Presidente Frank-Walter Steinmeier habló en el 75º aniversario del Día V-E. Han tenido que pasar tres generaciones «para que admitamos de todo corazón» que el 8 de mayo es «un día de liberación», dijo. Aunque la liberación fue «impuesta desde fuera», dijo, los alemanes participaron posteriormente en «nuestra liberación interna». Fue un «proceso largo y doloroso que implicó enfrentarse al pasado», dijo, y «luchar para que no prevaleciera el silencio y la negación». El proceso de liberación interna, en otras palabras, significó el rechazo de un Schlussstrich.

Pero no todos los alemanes escuchan con atención los detalles de esos discursos, o se toman el tiempo de reflexionar sobre la liberación como un proceso interno. La cultura alemana del recuerdo suele estar muy ritualizada, y muchos dejan la tarea de la conmemoración en manos de sus representantes políticos.

El peligro es que muchos en Alemania acaben confundiendo a las víctimas y a los autores, y no comprendan del todo cómo los nazis movilizaron a las masas. No se trata de cargar a las generaciones actuales y futuras con la culpa, sino de garantizar que la verdad sin ambages ni adornos quede clara. No se puede extraer ninguna buena lección de la historia sin comprender plenamente que los culpables estaban por todas partes, y que lucharon hasta el final.

 

Traducción: Marcos Villasmil

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NOTA ORIGINAL:

The New York Times

Was Nazi Germany Defeated or Liberated? Germans Can’t Decide.

James Angelos

Mr. Angelos is a writer and journalist based in Berlin who covers Europe. He is a contributing writer for The New York Times Magazine.

 

BERLIN — Victory in Europe Day, the anniversary of Nazi Germany’s military capitulation to the Allies on May 8, 1945, is an occasion of unreserved celebration across much of the continent, observed with colorful parades and national holidays. For Germans, it is understandably fraught.

For a long time, the anniversary was largely defined in Germany by ambivalence. How, after all, could the vanquished celebrate their surrender? Now Germans are increasingly grappling with a thornier question: How could they not?

Over recent decades, it has become an ever more common convention in Germany to commemorate May 8 as a day of “liberation.” Germany, the thinking goes, was saved from the evils of Nazism, and therefore Germans, too, ought to rejoice. There have been growing calls — particularly from leftist parties — to make May 8 a holiday. Last year, on the 75th anniversary of V-E Day, the city of Berlin observed a one-time public holiday, The Day of Liberation From National Socialism and the End of the Second World War. A message in English, Russian and French, the languages of the occupation forces, was projected on the Brandenburg Gate: “Thank You.” (This year the city will commemorate the day more modestly, with wreath-laying ceremonies at memorials.)

Yet the liberation framing is somewhat contentious — because it is unhistorical. Most Germans who experienced May 8, 1945, did not view the Allies as liberators. Nor, for that matter, did Western forces view themselves as such. “Germany will not be occupied for the purpose of liberation but as a defeated enemy nation,”read the directive issued to the commander of American forces that April.

Those who most strenuously object to the “liberation” framing often have noxious reasons. Figures on Germany’s radical right see May 8 as a day of defeat to be lamented, part of a long postwar effort to portray Germans as victims. The anniversary cannot be made into “a happy day for Germany,” Alexander Gauland, a parliamentary leader of the far-right Alternative for Germany, said last year. For those in concentration camps, it was liberation, he said. “But it was also a day of absolute defeat, a day of losing large parts of Germany and losing autonomy.”

But the discussion of May 8 as a day of liberation, however well intentioned, does not just challenge the far-right narrative. It also muddies historical reality and could contribute exactly to what many of those who embrace it wish to avoid: a shunning of historical responsibility. At a time when living memories are disappearing, some Germans — now and in future generations — will take the talk of liberation literally, glossing over the complicity of the masses in Nazi crimes.

For decades after the war, Germans — at least in West Germany — mostly ignored May 8, believing themselves to be largely innocent casualties of history. Hitler and a criminal band surrounding him were responsible, the narrative of denial went, and now Germans were forced to bear the burden of living in a divided and diminished land. As an awareness of the Holocaust and German crimes became more widespread, there was a pushback. Many felt themselves to be victims of their burden of guilt. The wide-scale reckoning with the crimes of the past had barely begun when some politicians began calling for a “Schlussstrich,” a “final line,” that would end the looking back.

It was in an effort to oppose this mentality that on V-E Day in 1985, the president of West Germany, Richard von Weizsäcker, gave a speech that is now considered one of the most important in the country’s postwar history. Germans at the end of the war, he said, felt “exhaustion, despair and new anxiety.” Yet, he went on, “with every day something became clearer, and this must be stated on behalf of all of us today: The 8th of May was a day of liberation. It liberated all of us from the inhumanity and tyranny of the National Socialist regime.”

President Weizsäcker, a conservative, received criticism from members of his own bloc who preferred to forget rather than reinterpret the past. The reaction from East Germany was also notable: The official Communist Party newspaper published a letter by Herbert Mies, the chairman of the German Communist Party — a fringe ally in the West — thanking Mr. Weizsäcker for recognizing the “antifascist resistance” of the Communist liberators. In East Germany, May 8 was for many years celebrated as The Day of Liberation of the German People From Hitler Fascism. The occasion served as a convenient way for the state to advance its antifascist-founding myth, to avoid its own historical reckoning and to demonize West Germany as the heir to Nazism.

 

 

 

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