Alemania no quiere liderar
Mientras París, Londres y el resto están dispuestos a acudir en su ayuda, los alemanes se resisten a ceder los Leopard 2
Una de las grandes sorpresas cuando llegué a Berlín en 1957 fue la reluctancia de los alemanes a hablar de su última guerra. Comparado con los españoles, entre quienes la nuestra era tema frecuente, los alemanes nunca hablaban de la suya. Lo tomé por haberla perdido; a nadie le gusta hablar de sus derrotas, pero pronto me di cuenta de que había algo más profundo: vergüenza, rubor, pudor. Los alemanes estaban siendo bombardeados por las atrocidades cometidas durante la contienda, y deseaban pasar página. Admitían la culpa, pagaban las indemnizaciones que se les presentan, pero no les gustaba hablar de ello. Ni siquiera en familia. El cambio del Tercer Imperio que duraría mil años a la más absoluta derrota, había sido demasiado rápido para absorberlo sin complejos.
Empezaron a sacarla del pozo dos viejos: Adenauer y De Gaulle, conscientes de que las guerras entre sus dos países no lograban más que empobrecerlos a ellos y a Europa, que podría sobrevivir sólo sobre un eje París-Berlín frente a las dos superpotencias que se la había repartido, las URSS y USA. La Unión Europea, con Bruselas como capital, fue el proyecto más exitoso de la segunda mitad del siglo XX, con gentes de todo el mundo intentando acceder a ella. Hubo, sí, una guerra en los Balcanes, pero para desmontar un estado artificial, Yugoslavia, en sus partes. Quedaba el problema de los satélites de Moscú, que se solucionó con el desplome del Muro de Berlín y reaparición de los viejos estados, más interesados en pertenecer a Europa que a Rusia. Y el rechazo de ésta.
Es la crisis actual. Lo ha dicho el propio Putin: «No estamos contra Ucrania, sino contra la OTAN». De ahí la invasión. Y la formidable resistencia ucraniana. Putin no lucha contra la OTAN sino contra la Unión Europea atracción irresistible para millones de personas, entre ellas sus súbditos. Pero no puede ceder más terreno sin cambiar su régimen. A lo que no está dispuesto en modo alguno. La guerra se halla en su ecuador, pudiendo decantarse en un sentido u otro. Putin prepara una gran ofensiva para recuperar los territorios perdidos.
Zelenski dice a los europeos: «Yo pongo los muertos, si vosotros me dais las armas más modernas, especialmente los tanques alemanes Leopard 2, para compensar su superioridad en hombres y otro material». Pero mientras París, Londres y el resto están dispuestos a acudir en su ayuda, los alemanes se resisten a ceder los Leopard 2. ¿Temen que su alta tecnología caiga en manos rusas, que el conflicto se amplíe o es el complejo del que les hablaba? Puede ser todo ello junto. Pero algo tendremos que hacer los demás europeos, porque a todos nos afecta.