Alexis Ortiz: Antipolítica – vicio repetido
Los excelsos padres de la Iglesia concibieron la política como la más alta expresión de la caridad. La concreción del amor al prójimo, la voluntad de servicio público, solidaridad social y protagonismo ciudadano.
Pero la lenidad de muchos políticos, combinada con cierta propensión a la irresponsabilidad colectiva (la tendencia a buscar culpables ajenos para las faltas propias), al simplismo de acusar a un solo sector de la aparición de los problemas complejos, suelen conducir a la satanización de la política, los partidos y los políticos.
Y el detonante para esa imagen luciferina de la política, es el diabólico flagelo de la corrupción. La gente, estimulada por medios de comunicación y redes sociales afectas al escándalo, actúan como si los únicos corruptos son los políticos, como si no fuera una enfermedad social en nuestros países, como si las mayorías aprecian a los políticos honestos y no los ven como tontos, como si todo el mundo cumple las leyes a cabalidad, como si la corrupción no brota también entre abogados, empresarios, banqueros, periodistas, médicos, enfermeras, policías, militares, jueces, fiscales, maestros, agricultores, amas de casa y …
No hay un político corrupto sin la complicidad de un no político. Ya lo decía la irrepetible Sor Juana Inés de la Cruz: “Es tan culpable la que peca por la paga que el que paga por pecar”.
La política sin políticos ni partidos, dirigida por diletantes y amateurs, por gente sin entrenamiento para la tolerancia, el diálogo y la paciencia, bien intencionada pero sin comprensión de las complejidades del servicio público, está visto que se convierte en una calamidad.
Abre las puertas al dominio de la política a los no políticos, a caudillos deletéreos, verbigracia: Fidel Castro, Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales, Ortega, Videla, Somoza, Mao, Hitler, Musolini…
¡Y ya sabemos los resultados!
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