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Alguien no está midiendo bien lo que está haciendo

La Delegación del Gobierno cifra en más de 40.000 los asistentes y el Partido Popular calcula que llegaron hasta los 60.000, es la misma guerra de cifras de siempre

Decían que esperaban 10.000 personas, pero, en realidad, esperaban más. Digamos que 15.000. Puede que incluso 20.000 en las previsiones más optimistas, esas que se piensan, pero no se dicen, que ya hemos aprendido todos mucho y no queremos perder más botellas de vino. Pero es que hasta esos se quedaron cortos. La Delegación del Gobierno cifra en más de 40.000 los asistentes y el Partido Popular calcula llegaron hasta los 60.000. Es la misma guerra de cifras de siempre, una guerra un tanto absurda en la que lamento no poder aportar más luz, pero, honestamente, no tengo ahora mismo a mano un helicóptero. Lo que sí que tengo son ojos. Y puedo confirmar que aquello estaba a reventar. Media hora antes el metro de Alonso Martínez ya estaba colapsado y las salidas más cercanas a la Plaza de Felipe II -Goya, Velázquez, O’Donnel, Príncipe de Vergara- eran hormigueros en los que empezaba a haber problemas para salir. Se percibía el ambiente de las grandes ocasiones, el de esas citas históricas y transversales en las que España sale a la calle para defenderse de quien la ataca. Tradicionalmente de ETA. Posteriormente de los golpistas catalanes. Y ahora -qué cosas- de los que se juntan con en esos mismos para acabar con la legalidad, es decir, para convertirnos en un país bananero. Es cierto que aquello era un acto del Partido Popular, así que de transversal poco. Pero también es cierto que nadie mete 60.000 personas pretendiendo que solo vayan los suyos. Y la realidad es que allí había gente de todos los espectros de la derecha. También de Vox, evidentemente.

Y ese aroma histórico se percibía a cada paso que no dabas. Porque no se podía caminar y la gente se quejaba de que la manifestación no se hubiera convocado en Colón. Pero algo me dice que pasará mucho tiempo hasta que el PP vuelva a una plaza que ya no es una plaza sino el símbolo de tiempos que prefieren no recordar. Media hora antes del comienzo la plaza de Felipe II ya estaba llena y habían cortado los accesos por Goya. Así que lo intenté por Alcalá y luego por Narváez y en todos los casos me encontré con lo mismo: todo colapsado, entradas prohibidas, tráfico cortado, miles de banderas de España y muchísima gente. Lo mismo por Jorge Juan, Duque de Sesto y Fernán González. Gente, por cierto, de todas las edades. Había gente mayor, sí, pero también parejas de mediana edad caminando de la mano, padres con sus hijos, carritos de bebé, familias al completo, grupos de personas llegadas de otras provincias en autocares, personas impedidas con sus cuidadores, pandillas de jóvenes y, por abreviar, gente de todo tipo que parecía querer reivindicarse ante ese tópico del pijo del barrio de Salamanca y ese otro tópico, el de quienes quieren hacerlos creer que son unos golpistas por ejercer su derecho a la manifestación.

Se ve que, para algunos, eso está reservado a la izquierda. Y hay que reconocer que, por lo general, la izquierda es bastante mejor en esto. Son verdaderos profesionales de la manifestación, la pancarta, el megáfono y la rima consonante. La derecha no sabe manifestarse: no grita, no se altera y ni siquiera acredita. En otras ocasiones parece que van allí un rato entre la misa y el vermú. Pero esta vez nada de eso. Siguen siendo ordenados, civilizados y tranquilos, sí. Pero la gente está muy enfadada. Y sobre todo lo están los mayores, que se sienten especialmente interpelados por la humillación que se está infligiendo a su generación. Y salen en masa a defender aquello que construyeron. Tengo la sensación de que alguien en el PSOE no está midiendo bien el alcance de lo que están haciendo y las repercusiones en el segmento de mayor edad que es, no lo olvidemos, su gran caladero de votos. Y es lógico: no puedes pensar que se puede amnistiar a unos ladrones y a unos fascistas y que la gente trague, sin más. No puedes tratar a todos los expresidentes de la democracia -menos a Zapatero- como golpistas y mucho menos puedes expulsar de tu partido -de modo expreso o tácito- a toda una generación.

En cualquier caso, suena ‘The Rising’, de Bruce Springsgteen -elección muy metafórica- y discursos de Almeida, Ayuso, Aznar y Rajoy como teloneros de Feijóo, que cerró el acto. Pero, de todos ellos, solo Aznar estuvo a la altura del momento histórico, sólo él pareció entender a lo que estamos asistiendo y solamente su discurso estuvo a la altura de la ocasión. Yo que ustedes lo echaría un vistazo y me lo pondría varias veces. Ese es el tono exacto y el argumento político e intelectual que el PP necesita para hacer frente a la crisis que se avecina. Si yo tuviera que defender una investidura mañana, igual le copiaba algo. Pero como no es el caso, pensé que era buen momento para tirar Alcalá abajo hasta Retiro, tomarme una caña por Ibiza y dar un paseíllo dominguero bajo la luz taciturna de este otoño Velázquez. Sonaba bien. Pero visto lo visto, exactamente lo mismo pensaron los otros 60.000.

 

 

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