Algunas consecuencias de la entrada de Finlandia en la OTAN
La incorporación de Helsinki es un factor de aislamiento de Rusia en dos vitales y sensibles espacios europeos: San Petersburgo y Kaliningrado
La adhesión de Finlandia a la OTAN ha refrendado el vuelco copernicano de la seguridad en Europa, iniciado en febrero de 2022, con la invasión de Ucrania por las tropas rusas. Los resultados más inmediatos de tal ingreso se resumen en dos. Uno es la quiebra de la política finlandesa de no alineamiento, de casi 80 años de antigüedad, que supone un rápido incremento de la tensión internacional, particularmente en la zona báltica. El otro es el reforzamiento de la OTAN, al pasar de 30 a 31 en el número de aliados. Además, esa ‘mudanza’ geopolítica de Finlandia (338.455 kilómetros cuadrados de extensión y 5,5 millones de habitantes) incorpora a la Alianza Atlántica, más allá de los activos militares de ese país, complejos elementos geopolítico-estratégicos de hondo calado, desde la perspectiva de considerar a Rusia como «la amenaza más importante y directa para la seguridad», como reza en el Concepto Estratégico (CE) de la OTAN (Madrid, junio de 2022), suponiendo un retorno al primer CE (1949).
Finlandia en la OTAN materializa un alargamiento hacia el este de la quijada norte de la tenaza aliada frente a Rusia, en una extensión (promediada) de 1.100 kilómetros (desde el Círculo Polar Ártico al golfo de Finlandia), y de 350 kilómetros (entre el golfo de Botnia y la frontera rusa). Además, el incremento, desde 1.200 kilómetros a 2.500 kilómetros, de la longitud de las fronteras entre Rusia y la Alianza, obligará a Moscú a aumentar el volumen de fuerzas y medios para vigilancia y protección de los 1.300 kilómetros fronterizos que, de ser terreno neutralizado, ha pasado ahora a ser potencialmente enemigo. Y eso que tal quijada no se manifiesta tan robusta como podría haber resultado, si también se hubiese consumado la planeada entrada de Suecia en la OTAN. Porque ello habría supuesto que todo el Báltico pasase, de facto, a ser una suerte de descomunal (337.000 kilómetros cuadrados) lago interior en el seno aliado. Podría así evaluarse que la congelación, por Ankara y Budapest, de la integración sueca en la OTAN ha beneficiado, al menos en sus resultados, los intereses geoestratégicos del Kremlin.
Finlandia en la OTAN es un factor de aislamiento de Rusia en dos vitales y sensibles espacios europeos: San Petersburgo y Kaliningrado. El primero -la «ventana de Rusia hacia Occidente» en la mente de su fundador, Pedro el Grande-, con alrededor de 5 millones de habitantes, es considerado como el gran centro comercial, económico, financiero e industrial de Rusia y dispone de varios puertos marítimos de carga. Asimismo, constituye la soldadura entre el Báltico y el resto de Rusia a través del canal Volga-Báltico. El acceso/salida marítimos a San Petersburgo, por el golfo de Finlandia (500 kilómetros de longitud) queda ahora encajonado entre dos países aliados: Finlandia, por el norte, y Estonia, por el sur, cuyas capitales respectivas, Helsinki y Tallin (distanciadas en sólo 65 kilómetros), son ribereñas del golfo.
Consecuentemente, tal lengua de agua podría ser controlada o incluso cerrada fácilmente. Posibilidad que incrementa la percepción de aislamiento que, inmediatamente, ha de trasladarse también a Kaliningrado, a medio camino (marítimo) entre el golfo de Finlandia y los estrechos daneses. Esta zona, además, tiene constreñido el movimiento terrestre hasta Bielorrusia/Rusia por el crítico corredor de Suwalki (70 kilómetros de longitud), que discurre, aproximadamente, a caballo de la frontera entre Lituania y Polonia. Por tanto, van así constriñéndose y dificultándose los accesos de Rusia hacia el Atlántico. De ahí que todo ello, incluyendo la posibilidad de la entrada de Suecia en la OTAN, posiblemente estaría en cartera en una potencial negociación internacional que finiquitase la guerra en Ucrania.
Finlandia en la OTAN materializa un alargamiento hacia el este de la quijada norte de la tenaza aliada frente a Rusia
Bajando la línea de mira, lo más inmediato ahora es desarrollar militarmente el potencial despliegue en Finlandia de fuerzas de otros países aliados. Fuerzas que se unirían a las finlandesas en el marco de la Presencia Adelantada Reforzada (eFP) que, en más de 30.000 efectivos, ya despliegan (de norte a sur) en: Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumanía y Bulgaria. Además de alrededor de 130 cazabombarderos y aviones de Alerta Temprana en régimen 24/7, y 140 buques en el mar.
Es difícil resistirse a la tentación de mencionar que el ingreso de Finlandia fortalece la visión nórdico-escandinava en la OTAN, en detrimento de la mediterránea hacia el Sahel que, para España, resulta tan esencial.