Álvarez Paz: Estoy preso en Venezuela por hablar de narcotráfico
Han pasado cinco años desde que el ex candidato presidencial Oswaldo Álvarez Paz fue imputado por hablar en un programa de televisión sobre supuestas vinculaciones entre el Gobierno de Venezuela y el narcotráfico. El 8 de marzo de 2010, el político mencionó durante una entrevista en Globovisión, una investigación que estaba llevando a cabo el juez español Eloy Velasco sobre la presencia de grupos terroristas en Venezuela. La información no era originalmente de él, sólo citó el informe de la Audiencia Nacional de España. Álvarez Paz pagó su comentario con dos meses de cárcel y una condena por difusión de información falsa, que le prohibía salir de Venezuela por dos años. Aunque esta sanción ya se venció hace tres años, el juez del Tribunal 12 de Ejecución, Régulo Aponte, no le ha levantado la pena.
Algo parecido sucede hoy con los 22 directivos de medios en Venezuela demandados por Diosdado Cabello por difundir una información que publicó el diario ABC de Madrid, donde vinculan al presidente de la Asamblea Nacional con el tráfico de drogas en el mundo. A esos 22 directivos también les fue impuesta la prohibición de salir del país.
A Oswaldo Álvarez Paz, que ya tiene 72 años de edad, además le quitaron el derecho a votar. Desde hace cinco años, tampoco puede ver a sus cuatro hijos y siete nietos que viven fuera de Venezuela. “Esto es una retaliación política por la calle del medio”, dice sin perder la paciencia.
—El tema de la droga parece ser uno de los más sensible para el Gobierno, ¿Por qué van contra quienes hablan de eso?
—Porque es cierto. Son sensibles al tema del narcoterrorismo. Es decir, el narcotráfico y la alianza abierta o encubierta que tiene el Gobierno con grupos terroristas de todas partes del mundo.
—¿La condena que le impusieron logró callarlo?
—No, no me arrepiento de nada. Ratifico con puntos y comas lo que dije en ese programa, entre otras cosas, porque lo creo. El narcotráfico es un tema que yo nunca he soltado, porque me preocupa mucho. Pero no logro que la oposición lo asuma como uno de los más graves, si no el más grave. Lo eluden.
—¿Por qué?
—Bueno, por intereses, temores, comodidad. Es un tema escabroso.
—¿Es un tema que no le interesa a la masa, que no es popular?
—Sí es masivo. Todas esas matanzas que están sucediendo entre pandillas, colectivos, se deben a drogas. Es el buhonerismo de la droga. Como ahora es fácil hacerle seguimiento al dinero, a los que reclutan para estas actividades, les pagan con drogas. Y ellos deben tener sus estructuras para la distribución y venta al por menor. Y ahí vienen las batallas, los enfrentamientos y divisiones entre pandillas. Todos estos crímenes horrendos que estamos viendo, son típicos de las luchas entre bandas de narcotráfico.
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Le imputaron los delitos de conspiración, asociación para delinquir, instigación al odio y difusión de información falsa. “Es decir que yo estaba inventando lo que el juez Velasco había dicho”, concluye.
Lo apresaron en El Helicoide. Ahí permaneció dos meses en un calabozo de 2m x 2,50m, sin ventanas, sin luz natural, sin aire. Explica que la circunstancias lo llevaron a hacerse amigo de todos. Recuerda que en el Calabozo de Juan Bautista Guevara se reunían para ver los partidos de grandes ligas y de fútbol español. “Se armaban grandes discusiones de deportes”, dice. Se reconoce como fanático de los Yankees y del Real Madrid. Sin complejos y con un poco de humor remata: ‘Imperialista y monárquico’. Durante los dos meses de prisión, tuvo que comparecer cuatro veces ante el tribunal. Lo llevaban esposado. El día de la audiencia debía esperar en los calabozos del sótano de tribunales, allí lo dejaban con el resto de los presos comunes, hasta que el fiscal estuviera dispuesto a recibirlo.
“Las FARC encontraron en Venezuela un refugio y apoyo del Gobierno de Chávez”.
—¿Cree que Venezuela es un narcoestado?
—Sí.
—¿Cree que es cierto lo que dice la más reciente publicación del Wall Street Journal en la que se afirma que EEUU investiga a altos funcionarios venezolanos por presuntos tráfico de drogas?
—Sí. La lucha que dio (Alvaro) Uribe contra el narcotráfico y la guerrilla en Colombia, desplazó hacia Venezuela a muchas estructuras operativas de la droga. No es casualidad, encontraron en Venezuela un refugio, y también ayudaron las estrechas vinculaciones entre el Gobierno de Venezuela y las FARC.
—¿Qué nombres se repiten en los reportajes que ha sacado ABC, Wall Street Journal y el caso del juez Velasco en 2010?
—Son casi todos los mismos. A veces aparecen otros nuevos, como los hermanos Cabello y Tarek El Aissami. Pero aquella investigación de 2010 hablaba ya de los hermanos Makled; Hugo “El Pollo” Carvajal, exdirector general de Contrainteligencia Militar; Ramón Rodríguez Chacín, actual gobernador de Guárico. También de los etarras refugiados en Venezuela, como Arturo Cubillas y su esposa, quien trabajaba en el Palacio de Miraflores.
—Usted ha debido coincidir con los hermanos Makled en El Helicoide…
—Sí, ¡cómo no! No con Walid, sino con los hermanos menores. Yo estaba en el pasillo B, calabozo 8. Mis compañeros de pasillo eran: el general Felipe Rodríguez “El Cuervo”; los comisarios Guevara (Otoniel, Rolando y Juan Bautista), acusados por el Caso Anderson; el empresario Gustavo Arráiz. Y del otro lado, los comisarios Henry Vivas y Lázaro Forero. Simonovis estaba en el otro pasillo. Podíamos hablar durante el día. Nuestra única movilidad eran esos dos pasillos, y el área donde estaban los custodios. Mal que bien terminas haciendo una buena relación con los compañeros. Creo que la inmensa mayoría de los que estaban allí, estaban presos injustamente.
—¿Llegó a hablar con los Makled u otros narcos de temas de tráfico de drogas y vinculación con funcionarios venezolanos?
—Sí, pero aquellos fueron actos de confianza que no me siento autorizado a contar, además no sé si son verdad o no. Algunos estaban condenados porque los engañaron. Les dijeron que si confesaban y echaban paja a mucha gente, les reducían la pena, o los sacaban. Algunos hicieron eso y fue peor.
—¿El narcotráfico está presente en el ala civil del Gobierno o en el ala militar?
—Hay de todo. Dentro de las FANB hay gente que está vinculada a esto, y hay gente que está rabiosamente en contra. Igual en el mundo civil. El problema del chavismo es tremendo, porque no todos están metidos en eso, y es lo que ha ocasionado las reciente disidencias. A los que están en contra los están liquidando, son esos altos cargos que han salido del poder. No todos son narcotraficantes, vagabundos, ni lavadores de dinero. No todos.
—¿Cómo puede terminar un Estado que se fundamenta en el negocio de la droga básicamente?
—Se mantiene sobre la base de la represión ¿Cómo se sale de eso? Por las buenas no es. Hay que organizar la rebelión frente a este régimen. Salir a la calle, con los dirigentes a la cabeza. La lucha contra una dictadura no puede reducirse al hecho electoral.
—¿Cree que su caso se trató de una orden de alguien poderoso?
—Hugo Chávez, en su programa Aló Presidente, dijo: “Este señor me llamó narcotraficante, no puede darse el lujo de seguir diciendo estas cosas en libertad. Le pido a los órganos de administración de justicia que actúen, o si no va a actuar el pueblo directamente”. Las consecuencias fueron prácticamente inmediatas. Algunos insinuaron que yo era un preso de los cubanos, pero la realidad es que yo fui un preso del narcotráfico.
Ellos no contaban con la solidaridad internacional que este caso despertó. Recibí manifestaciones en documentos y en declaraciones, de gente como los Vargas Llosa, Carlos Alberto Montaner, Plinio Apuleyo Mendoza, José María Aznar, Felipe González, Andrés Pastrana, Belisario Betancur, incluso José Miguel Insulza. También Guillermo Cochez, entonces embajador en Panamá en la OEA. Esa solidaridad hizo presión y fue lo que empujó a mi liberación.
—¿Por qué los pronunciamientos de ex presidentes dieron frutos en su caso y en los de López y Ledezma no han dado resultados aún?
—Porque el Gobierno está más débil ahora. Chávez se podía dar ese lujo. Estos sienten que el piso se les mueve. Hay demasiadas contradicciones en el chavismo. Cuando eso sucede, el recurso que les queda es apelar a la represión. A la violencia física, y a la violencia institucional. Por eso los atropellos en la AN, las barbaridades en el Poder Judicial. Eso solo es signo de debilidad de un régimen. Recurren a la fuerza para poder mantenerse, porque saben que su situación es frágil.
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A los dos meses de estar preso, un comisario del Sebin con quien había hecho amistad, le dijo que al día siguiente iba a ser liberado con medidas cautelares. Le adelantó que era “por el lío internacional” que se había formado en torno a su caso. Posteriormente, en el juicio desestimaron tres de los delitos, excepto el de difusión de información falsa. “Tenían que dejar algo para poderme condenar”, asegura Álvarez Paz. La pena por ese delito es de 2 a 5 años. Entonces el juez le puso prohibición de salida del país por dos años. Pero ya lleva cinco, y el juez no se la ha levantado.
De seis hijos que tiene Álvarez Paz, cuatro viven fuera del país. De sus doce nietos, siete están fuera. “Mi esposa está ejerciendo de abuela, cosa que yo no puedo hacer”, dice. Podría salir del país, si pide permiso al juez, pero no tiene pasaporte. Desde que se le venció, el Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (SAIME) no le permite sacárselo. Ha intentado cinco veces y siempre obtiene la misma respuesta: Ciudadano con problemas migratorios.
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—¿Ha pedido permiso al juez para viajar a ver a sus hijos y nietos?
—Sí, dos o tres veces pero nunca me ha respondido. El propio juez me recomendó que buscara un contrato con alguna institución en el exterior para avalar las salidas. Lo conseguí con colegas de varias universidades en el mundo, de un centro de estudios políticos y sociales latinoamericanos. Lo llevé y me dijeron que era un borrador, que no servía, que había que autenticarlo. Así lo hice pero el juez no me recibió más. Siempre con un pretexto. Después dictó una resolución en la que manifiesta que no le consta que el documento consignado sea verdadero.
—¿Hubo evaluación de pruebas en el tribunal?
—No, no hubo ni siquiera eso. En este momento se está apelando desde hace algunos meses, pero no hay respuesta.
—Si ya pasaron los dos años de la pena, ¿por qué sigue vigente?
—El Tribunal de Ejecución tiene que declarar que los dos años ya pasaron, y como no lo hace, sigue vigente. Además no me permiten sacar el pasaporte.
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La última vez que Álvarez Paz fue a votar, en las elecciones municipales de diciembre de 2013, no consiguió su nombre en la lista del centro donde ha votado toda la vida. “Cuando metí la cédula en el portal del CNE, decía ‘Cédula con observaciones: ciudadano con sus derechos civiles y políticos suspendidos”. No lo dejan votar. Además, la prohibición de salir del país representa una pérdida patrimonial muy grande para el político. “Una o dos veces al mes me excuso de eventos internacionales que me invitan a los que no puedo asistir. Es a lo que yo me dedicaba”.
“No está muy claro quién controla el Ejecutivo, si Diosdado o Maduro”.
—¿La suspensión de derechos civiles está en su sentencia?
—No, al parecer fue una decisión de alguien más o de último momento. Pero no puedo votar. Hasta a los presos los dejan votar. Esta es una serie de atropellos, para ver hasta dónde uno aguanta sin cometer un disparate, para entonces ellos intentar una acción peor.
—¿Cómo valora la actuación del sistema de justicia?
—Estamos en una dictadura. El sistema de justicia me produce una tristeza enorme, porque uno ha trabajado por un país distinto, lo cual es perfectamente posible. Si hubiera un cambio de régimen, Venezuela se levantaría muy rápido. Tiene con qué, desde el punto de vista humano y material. Pero mientras este régimen exista, no hay solución a ningún problema. Mucho menos a los problemas vinculados al respeto de los derechos humanos y la justicia. Aquí no hay separación de poderes. El sistema judicial depende de quien controla el poder ejecutivo.
—Y, ¿quién controla el Poder Ejecutivo?
—No está muy claro, si Diosdado (Cabello) o Maduro.
—¿Ha pensado en irse?
—Me lo han propuesto, pero no. Aquí es donde hay que hacer las cosas. Aquí hay que dar testimonio y asumir los riesgos. A estas alturas de la vida, ¿qué más voy a perder? Hay que predicar con el ejemplo. Pero no critico a los que se han ido, es más, los entiendo.
—¿Siente el país como una cárcel?
—Es una cárcel. Yo estoy preso en Venezuela. La única república que me dejan visitar es el Zulia.