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Un amable recordatorio (bis)

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Querido lector:

 Abajo tienes una carta dirigida a mis amigos y conocidos de caminos electrónicos, que al final decidí no enviar, sino compartir en una nota, publicada hace ya algún tiempo. He decidido revisarla y divulgarla de nuevo porque los males que allí se señalan, al menos en mi experiencia y en la de amigos cercanos, se han agravado. Espero, una vez que más, que sirva para que todos tomemos conciencia de que si bien no se ha escrito todavía un “Manual de Carreño de Internet”, como que ya va siendo hora de hacerlo.

 Con el mayor de los saludos,

 Marcos Villasmil/América 2.1

 

PS: El Manual de urbanidad y buenas maneras, conocido popularmente como Manual de Carreño, fue escrito por Manuel Antonio Carreño en España, en 1853. Esta obra contiene lecciones y consejos sobre cómo deben comportarse las personas en lugares públicos y privados, tales como el hogar, la familia, la escuela y el trabajo.

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Estimado_______:

 

Seguramente este mensaje no tiene que ver contigo. Sin embargo, lo recibes debido a que lo estoy enviando a toda mi lista de correos electrónicos, sin excepción, porque quizá les pueda ser útil, ya que a lo mejor les ocurre lo mismo que aquí se menciona.

El asunto es que estoy recibiendo más y más correos de personas que no conozco, y que, con perdón, no siento mucho interés en añadirlas a mi lista de intercambios electrónicos (mucho menos sin su permiso.)

Claramente, no incluyo en esta proclama las comunicaciones en que sin duda alguna se señala la intención de compartir alguna intimación dentro de un pequeño grupo de amigos comunes, y que conviene que todos sepan que están siendo informados al mismo tiempo de una buena noticia, o de un hecho que les corresponde conocer. Esta clase de comunicación no sólo no obstaculiza, al contrario, le echa agua a la matica de la amistad, y debe ser bienvenida.

En cambio, la única explicación que encuentro para los recibos sorpresivos de correos provenientes de desconocidos -y esto lo estoy comprobando casi diariamente- es que, por las razones que sean, nos estamos acostumbrando a la práctica sumamente negativa y peligrosa de enviar los correos de forma abierta. Debido a ello sucede, por ejemplo, por motivos que no entiendo, que si X recibe un correo abierto de su amigo Z, (es decir, que además de la dirección de X aparecen visibles otras decenas o centenas de direcciones diversas, de panas de Z), X no solo decide responderle a Z, sino que manda su respuesta a todos los de la lista. ¿De dónde saca X la idea de que otras personas están interesadas en recibir su correo-respuesta? Lo digo por mí mismo. Muy rara vez he hecho tal cosa, suponiendo que no hay razón alguna para que una persona que no tengo el placer de conocer, o que sí, a lo mejor conozco personalmente, pero que nunca me ha dado su correo, sin embargo esté interesada en recibir también mi respuesta a una comunicación enviada a ambos por un amigo común. En todo caso, únicamente le respondo al autor del envío y punto.

Lo fundamental y necesario es que cuando se envíe un correo a más de una persona, hay que hacerlo con copia oculta (CCO). Todos los servicios de correos electrónicos –Gmail, AOL, Hotmail, Yahoo, ICloud, etc.- ofrecen la posibilidad.

A bull hippopotamus displays aggressive behavior as a predator approaches.

Es momento de recordar que estos envíos abiertos cual boca de hipopótamo bostezante hacen más fácil que nuestra dirección de correo electrónico caiga en manos de terceros que los usan para incluirnos en listas de venta o compra de lo que sea, o para que recibamos estrambóticos pedidos de auxilio de supuestas princesas nigerianas que, sin entrar en muchos detalles sobre las causas reales de sus apuros, sí tienen el cuidado de mandar con brío y puntualidad de relojero suizo la cuenta de correos donde esperan recibir nuestra cuota inicial, en dólares o euros, para ayudar en los trabajos que felizmente conducirán al cobro de una fortuna que compartiremos, y seremos felices y comeremos perdices, qué duda cabe.

Las famosas cadenas son primas dilectas y directas de estas prácticas. Te informo que soy un creyente, sí, aunque sea muy a mi aire, o como diría el pana AC, un creyente firme pero practicante a medio swing -no me he perdido nunca el Spring Training, pero durante la temporada anual voy poco al estadio a encontrarme con mis dioses-; pero jamás, jamás, se me ocurriría enviarte un correo con un asunto aparentemente religioso donde, como un Júpiter ultra-tonante, añado la amenaza de que si no reenvías el correo a mil personas en los próximos cinco minutos te sucederán extravíos y percances que pueden ir desde la ida segura al menos al purgatorio o, en un tono menor pero ciertamente molesto, una paloma, no precisamente mensajera, te usará como depósito particular de sus evacuaciones.

Otro tipo de cadenas, elaborado por quién sabe qué futuros candidatos a asilos psiquiátricos, es la de un supuesto pedido de auxilio de los padres de una niña secuestrada. Basta poner el nombre de la niña en Google para que veamos que la chica nunca fue secuestrada, pero aparece, muy latinoamericanamente, en correos que la ubican en Chile, México, Venezuela, Perú, Colombia o Argentina.  Es el mismo correo casi siempre, y luego de tantos años de verlo espero que la pobre a quien le robaron la foto ya se haya graduado en la universidad y esté preparando su futura boda.

En estos tiempos de lucha venezolana por la libertad, agradezco profundamente todos los envíos recibidos sobre nuestra situación. Muchos han sido muy esclarecedores e informativos, y he tratado en lo posible de retransmitirlos a mi modesta lista de panas electrónicos, de la cual eres miembro honorable. Pero tenemos que tener cuidado con aquellos seres que, similares a los ejemplos de arriba, no les tiembla el pulso –o en este caso, el ratón- para manipular y jugar con el dolor que se está viviendo, enviando fotos e informaciones falsas o trucadas, creyendo que nadie se dará cuenta. Hay que estar siempre alertas.

Virus

Por último, con la práctica de airear nuestras direcciones electrónicas aumentan las posibilidades de recibir un virus. Sean troyanos o aqueos, lacedemonios o tebanos, me da igual, el efecto es siempre terrible. Es que le he agarrado mucho cariño a mi computadora, que ha sido muy fiel y laboriosa, y estoy decidido a tratarla lo mejor posible. No tendrá todavía el sistema operativo que nos muestra Spike Jonze en su premiada película «HER», o sea que mi computadora no me habla con la seductora voz de Scarlett Johansson y probablemente nunca me voy a enamorar de ella, pero es que, aunque bastante tímida,  siempre se muestra muy cumplidora en sus funciones, y deseo que siga así por muchos años más.

Con un fuerte y cálido abrazo,

Marcos Villasmil

 

 

 

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