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América Latina, el tablero de ajedrez de la KGB

Nicaragua, bajo la dictadura de Daniel Ortega y Rosa Murillo, se ha convertido en un centro clave en los planes expansionistas rusos, puesto que el país es la base de operaciones de su sistema de navegación satelital, mejor conocido como GLONASS.

Hugo Chávez regalando plata para desestabilizar los gobiernos de Sánchez de Lozada en Bolivia y Jamil Mahuad en Ecuador generó el escenario perfecto para desempolvar las viejas alianzas entre la izquierda de América Latina y sus camaradas rusos.
Hugo Chávez regalando plata para desestabilizar los gobiernos de Sánchez de Lozada en Bolivia y Jamil Mahuad en Ecuador generó el escenario perfecto para desempolvar las viejas alianzas entre la izquierda de América Latina y sus camaradas rusos. (PanAm Post/Archivo)

 

El primer presidente ruso post régimen soviético, Boris Yeltsin, desmanteló el sistema de control estatal de los mercados y privatizó las empresas públicas, permitiendo la libre empresa en todo el país. Casi de manera paralela, la temida KGB cerraba, oficialmente, sus operaciones, dando fin a la Guerra Fría contra Estados Unidos.

La caída de la Unión Soviética llevó a que muchos en Occidente abrieran botellas de champaña y, con demasiada antelación, festejaran el fin de las amenazas totalitarias. Sin embargo, las reformas pro mercado de Yeltsin, tampoco la llegada masiva de inversiones de la década del 90, borraron los ímpetus autoritarios de los viejos nostálgicos de la era comunista, entre ellos, Maximovich Primakov, padre de la Doctrina Primakov.

Para Primakov, y su posterior estratega de implementación, Valery Gerasimov, era imperativo que Rusia expanda sus actividades en América Latina. Ese mundo lejano para ellos; sin embargo, cercano a los Estados Unidos, se convirtió en una zona de importancia estratégica, pues les permitía equilibrar, o en todo caso, molestar a la hegemonía de Washington. Además, de lo anterior, la doctrina también planteaba las alianzas con Irán, China e India para generar un mundo multipolar.

Hugo Chávez regalando plata para desestabilizar los gobiernos de Sánchez de Lozada en Bolivia y Jamil Mahuad en Ecuador generó el escenario perfecto para desempolvar las viejas alianzas entre la izquierda de América Latina y sus camaradas rusos. Sí, aunque usted no lo crea, para el Foro de Sao Paulo y Putin la Guerra Fría no había terminado, solamente, se encontraba en pausa.

Los trabajos de pensadores militares rusos como los generales Makhmut Gareev, Vladimir Slipchenko, Sergei Bogdanov y Valery Gerasimov proporcionan un marco útil para comprender la estrategia rusa de expandir, con la ayuda de Hugo Chávez, Lula da Silva, Daniel Ortega y Fidel Castro, la confrontación más allá de la guerra convencional hacia un amplio espectro de actividades, que van desde la desinformación hasta la guerra cibernética, las alianzas con el crimen transnacional y el sabotaje económico. Básicamente, era la versión mejorada de algo que ya había planteado la KGB en los años 60, había nacido un join venture autoritario – criminal (JBAC)

Si bien, la presencia rusa en la región es amplia, para esta nota me concentraré en Nicaragua, ya que es el ejemplo más palpable del JBAC arriba citado, veamos.

Nicaragua, bajo la dictadura de Daniel Ortega y Rosa Murillo, se ha convertido en un centro clave en los planes expansionistas rusos, puesto que el país es la base de operaciones de su sistema de navegación satelital, mejor conocido como GLONASS. El país también alberga una planta de vacunación multimillonaria, una academia de policía, un centro de entrenamiento y guerra cibernética en el edificio estatal de telecomunicaciones y un edificio del Ministerio del Interior, que goza del estatus diplomático de una embajada. En resumen, Putin y sus secuaces tienen montado todo un ejército en la nación centroamericana.

Entiéndase algo, la persecución que está sufriendo la iglesia católica en Nicaragua se lleva a cabo con toda la tecnología rusa de espionaje. Al respecto, Walter Sánchez Silva, periodista de ACIPRENSA, explica:

La dictadura de Daniel Ortega y su «copresidenta» y esposa, Rosario Murillo, en Nicaragua, no cesa en su persecución contra la Iglesia Católica y otras denominaciones cristianas: ahora vigila a sacerdotes, revisas sus celulares y les exige informes semanales de sus actividades, además de restringirles la libertad de movimiento.

Por su parte, la organización cristiana internacional Christian Solidarity Worldwide (CSW) ha publicado en este mes de marzo un informe, que confirma lo presentado por Mosaico CSI en enero, que da cuenta de las «medidas cautelares» de la dictadura contra líderes religiosos, como la obligación de presentar informes semanales a la policía, compartir los detalles de su planificación y la prohibición de salir de su municipio sin autorización del gobierno.

Para varios periodistas nicaragüenses el trabajo de investigación es casi una sentencia, pues, como lo explica Luis Galeano, director del programa Café con voz: «el régimen tiene la capacidad de ver aquello que escribimos y almacenamos en ordenadores y celulares».

En conclusión, es cierto que la KGB ya no existe, pero sus operadores y agentes siguen jugando ajedrez geopolítico en América Latina.

 

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