Amigos imborrables
No sé ustedes, pero yo tengo pocas amistades, en realidad creo que muy pocas. Muchas veces me he dicho a mí mismo que necesito más amigos para combatir la soledad que por momentos me embarga, para hablarles en la noche de algo tonto, para compartirles un pensamiento inmediato o una preocupación que no deja de seguirme, pero qué va, me he dado cuenta de que esos pocos amigos que tengo son más que suficientes, no necesito más, sé muy bien con quién cuento realmente en esta vida que parece un suspiro, una montaña rusa enloquecedora. Yo tengo pocos amigos, no sé ustedes, pero esos pocos que tengo los siento como si fueran mi piel, por eso me alegra cuando la vida les da un montón de cosas buenas, por eso me duelen también sus agonías.
Hace poco, una de mis mejores amigas, una mujer a quien quiero con toda mi alma, sufrió una pérdida irremediable. Su nieto de 14 años murió en un accidente absurdo en un campamento. Apenas supe la noticia yo sentí que ese ser tan querido se me había muerto a mí también. Porque la amistad te compenetra de tal forma con el otro que tú sientes que el dolor de él también te duele a ti. Creo que en ese instante entendí muy bien lo que significa la amistad. Apenas las lágrimas se me salieron en este país donde vivo lejos de todos mis amigos, abracé muy fuerte a mi querida amiga. Las buenas amistades te hacen sentir lo inimaginable.
Voltaire decía que la amistad es un contrato tácito entre dos personas sensibles y virtuosas. “Digo sensibles, ya que un monje, un solitario puede no ser en absoluto malvado y vivir sin conocer la amistad. Digo virtuosas, ya que los malvados no tienen más que cómplices; los sensuales tienen compañeros de diversiones, los negociantes tienen socios, los políticos congregan a los facciosos, el común de los hombres tienen enredos, los príncipes cortesanos; solo los hombres virtuosos tienen amigos”.
Y vaya que uno en esta vida se encuentra con espejismos, con amistades fatuas que brindan contigo con la promesa de que el aliento de él será tu aliento en las buenas y en las malas, como dos enamorados, pero hay que ver cómo corren las amistades falsas, cómo se esconden cuando deben estirar la mano para meterla en el fango, para secarte una lágrima, para rescatarte de la inmundicia y el dolor. Las buenas amistades se hacen por generación espontánea, con el tiempo, con los silencios, con la emoción que se siente cuando las palabras aparecen de nuevo y uno cree que la conversación apenas tuvo una pausa para preparar café.
Escribo esto no porque hoy sea el día del amigo o alguno de esos días que se inventan para recordar lo que debería ser significativo todo el tiempo, escribo esto porque hoy sencillamente he recordado a mis amigos imborrables y quise fijarlo sobre este papel como un sutil recuerdo.