Cultura y Artes

Ana Cristina Vélez: La definición de Arte

La definición de Arte

El arte va a necesitar una nueva definición, ser entendido de otra manera. Esa definición se dará lentamente, cuando llegue el momento en que las ideas y las acciones que se presentan como formas de arte se asienten en la mente de las personas, de la mayoría, y los acuerdos tácitos se institucionalicen. Es ahí cuando se inicia el juego de los incluidos y los excluidos en el nuevo reino. Los componentes sociales, como ideas, conceptos y acciones necesitan las instituciones, como museos, coleccionistas, y críticos, para que entren a regular el juego del arte, o como dicen los estudiosos del tema: las prácticas artísticas.

La historia de la definición del arte muestra lo flexible que es y ha sido la categoría. Para hacer arte no hay que saber que se está haciendo arte. De la misma manera que se puede haber muerto de cáncer, siglos atrás, sin que existiera la palabra ni el concepto de la enfermedad. No son las definiciones las encargadas de que las cosas existan, como piensan algunos.

Muchas de las piezas de arte que están en los museos no fueron hechas con la conciencia de estar haciendo arte, sino que entran en ese reino por algunas de sus características apreciables (necesariamente fueron sacadas del contexto en el que fueron hechas y se desconoce su motivo y función de existir). Por ejemplo, cuando nos referimos al “arte rupestre”, estamos incluyendo todo lo pintado y dibujado en distintas cuevas, por todo el mundo, de hace 45.000 hasta hace 7.000 años, en una categoría que comprendemos hoy de una cierta manera. Y lo hacemos, porque nos parece que tales dibujos y pinturas caben en el marco de referencia que hemos creado para delimitarla.

¿Hasta qué punto ese límite es caprichoso? Miremos un poco de la historia. En el mundo grecorromano las artes estaban relacionadas con la técnica. Para Aristóteles, el artista y el artesano hacían lo mismo: tomaban un material crudo, fuera flores, cuerpo o palabras, le aplicaban un conjunto de procedimientos o técnicas para llegar al producto deseado, y obtenían como resultado una variedad de productos: un teorema, un zapato o una tragedia literaria. Las formas de arte no se daban de forma independiente (por la gracia de existir). No, estaban embebidas en eventos sociales, políticos o religiosos; y tampoco se disfrutaban de forma contemplativa, sino de forma activa-participativa. La gente se sabía de memoria los poemas de Homero, y las canciones, y los coros de las tragedias de Sófocles, y participaba en las obras, cantando y bailando.

Los escritores medievales mantuvieron la separación de las artes grecorromana; esto es: divididas en dos grandes grupos, Vulgares o Serviles, y Liberales. Para propósitos de educación, dividieron las Artes Liberales en dos grupos: Trívium y Quiadrivium. En el Trivio estaban la lógica, la retórica y la gramática. En el Cuadrivio estaban la aritmética, la geometría, la astronomía y la teoría musical. Y aquí viene la explicación bonita (ya que Dios estaba en todas partes): Dios otorgó al hombre las artes teóricas como remedio para la ignorancia, y las artes prácticas, como remedio para los vicios, y las artes mecánicas, como remedio para la debilidad física. Y por razones similares, el término belleza, tan ligado a La Estética y a las artes, se refería más a la belleza de Dios y de la Naturaleza, que a la de los objetos; y su significado era más amplio, pues incluía un valor moral y una utilidad, además del placer. La verdadera belleza no era independiente de la finalidad que tenía el objeto.

En el Renacimiento, las definiciones no fueron muy distintas. Las Artes liberales estaban compuesta por el Trivio y el Cuadrivio y otra rama: Studia Humanitatis o Estudios de la Humanidad. En los Estudios de la Humanidad estaban la gramática, la retórica, la poesía, la historia, la moral y la filosofía. Los pintores y escultores no eran “artistas” ni genios, eran obreros que trabajaban en grupos, dentro de talleres especializados, que las élites contrataban para decorar y fabricar sus posesiones.

Al final del siglo 18, la convergencia entre las instituciones y los cambios intelectuales propiciaron un nuevo sistema de arte. Aparecieron los mercados de arte en toda Europa, y un público preparado para recibir y coleccionar las piezas ofrecidas. Entre 1750 y 1800 el concepto de arte se separó del concepto de artesanía, el de artista de artesano, y el de experiencia estética de toda otra experiencia. El arte entró en el reino de lo espiritual, la vocación artística fue cuasi santificada, y el concepto de estética remplazó al de gusto.

Desde el siglo 18 el concepto de arte se ha redefinido, pero sin modificarse por completo. Las distintas disciplinas científicas sí salieron del reino del arte. Aunque el termino Fine Arts o Bellas artes se estableció con firmeza a finales del siglo 18, el conjunto de actividades incluidas ha ido variado. Para unos estaban la pintura, la poesía, la música y la escultura; para otros estaban la danza, el grabado, el diseño de jardines, de tapetes, de muebles, de cerámicas y de joyería. El conjunto de actividades que entran en el reino del arte sigue creciendo: instalaciones, videos, fotografías, performances, cirugías plásticas, jardinería, conceptos, ideas, experiencias culinarias, etcétera. Hoy, el hecho de servir para algo no saca a un objeto o acción del mundo del arte. Por otro lado, el concepto del placer tampoco actúa de manera inclusiva, pues el arte puede chocar y repeler, y la belleza ha perdido prestigio. La línea nítida que dividía el arte culto del popular se volvió difusa. ¿Son más refinados los de un grupo que los del otro? ¿Existe una forma de arte más verdadera que otra? ¿Es necesario valorar cada obra en sus propios términos, explicarla en función de su contenido y su presentación y compararla solamente con otras obras cuyas prioridades sean las mismas?

Respuestas tentativas a estas preguntas y la propuesta de una nueva definición del concepto de arte se ofrecerán en el próximo blog, en Catrecillo.

 

 

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