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Ana Cristina Vélez: Los objetos de arte más antiguos

Alrededor de 1990 se descubrió en la cueva de Blombos, en Sudáfrica, un yacimiento arqueológico con las piezas más antiguas que se conocen talladas por el hombre, con 76.000 años de antigüedad. Los patrones grabados en estas son complejos, parecen significar algo que no sabemos, y son producto de una acción humana intencional, no accidental. Los símbolos mantienen su hermetismo; no hemos encontrado claves que permitan descifrar el significado.

 

 

 

 

En 1939, en una cueva en Alemania, se descubrió el Hombre-león. Es una escultura hecha en marfil, con alrededor de 40.000 años de antigüedad, mide 29,6 centímetros y representa el cuerpo de un hombre con cabeza de león. No es un hombre con una mascarilla; no, es un ser fantástico, producto de la imaginación. Se parece a otras figurillas que se han encontrado en cuevas aledañas, se presume que de la misma época. En la figurilla del Hombre-león hay expresión en la mirada, una ejecución técnica asombrosa y la demostración de un ejercicio intelectual de representación simbólica y creatividad que corresponden a una mente creadora, nada ingenua y, digamos que, sofisticada. El trabajo escultórico es minucioso. Los estudiosos de la pieza han hecho experimentos con las herramientas que se supone usó el fabricante, y consideran que hacer la pieza pudo tomar 400 horas de trabajo, para una persona con experiencia.

 

 

 

 

 

En 2017 se encontraron en Sulawesi (la isla más grande de Wallacea, entre Asia y Australia) las cuevas con las pinturas rupestres más antiguas que se conocen (a pesar de que el descubrimiento tiene cuatro años, los estudios que hablan de estas son de 2021). Se calcula que las pinturas pertenecen a dos épocas: las más antiguas, con 69.000 años de antigüedad, y las menos antiguas, con 59.000. Las primeras, del Pleistoceno, y las segundas, del Neolítico. Unas y otras son indistinguibles a simple vista, respecto a los temas, la técnica y la preservación.

 

 

 

 

El estilo se caracteriza por el uso del estarcido para plasmar las manos, y en la pintura de animales la representación está hecha de forma simplificada y de perfil. El animal casi siempre va pintado de un solo color: rojo o morado, y el color fue aplicado con pincel o con los dedos. Dentro del contorno del animal van usualmente patrones irregulares con líneas y rayas que rellenan la figura, en vez de detalles anatómicos reconocibles. Es necesario aclarar que muchas de las pinturas se han ido borrando por exfoliación de las rocas, quedan fragmentos que a veces dejan reconocer lo que había.

 

 

 

 

En las cuevas de Sulawesi se identifican algunos mamíferos terrestres endémicos, como jabalíes, cerdos enanos y bóvidos, e imágenes de suidos que dominan las escenas. Hasta el momento, estos ocupan el 81,1% de las representaciones de animales. Los animales no presentan retratadas sus características sexuales primarias: ni genitales ni glándulas mamarias. En la cueva Leang Tedongnge, la figura llamada “Cerdo 1” tiene unas medidas de 136 cm por 54 cm. Lo menciono porque cree uno que las pinturas son casi a escala 1:1, o sea, de tamaño natural. Las excavaciones arqueológicas en el sur de Sulawesi han recuperado artefactos de piedra que datan de hace 194.000 a 118.000 años. Se trataría de artefactos hechos por homínidos, no por el Homo sapiens. Hoy en día se sostiene que la especie humana surgió en África hace 300.000 años y que el Homo sapiens se estableció en el este de Asia hace 120.000 años.

 

 

Esta pintura rupestre de un animal es la más antigua que se conoce hasta la fecha: ha sido encontrada en una cueva de Indonesia

 

 

La imagen del cerdo de Leang Tedongnge parecería una prueba de la presencia del Homo sapiens en Wallacea. La edad mínima de esta pintura es de 44.600 años. Los expertos no tienen la certeza de que la representación de arte rupestre figurativo de las cuevas de Leang Tedongnge sea obra del hombre moderno; sin embargo, la complejidad de lo que se ha encontrado hace difícil pensar que no lo sea. La pintura de animales que se encuentra en la pared de la cueva Leang Bulu’Sipong, en el sur de Sulawesi, en Indonesia, tiene al menos 44.000 años y se dice que es la historia retratada más antigua del mundo, pues la pintura describe criaturas, en parte humanas y en parte animales, cazando un búfalo. Estas figuras sostienen lanzas y cuerdas, y hay también cerdos salvajes.

En 1890, unos mineros descubrieron en los montes Urales la obra ritual más antigua conocida: el Ídolo Shigir. Es un tótem de 2.74 metros de altura y 12.500 años de antigüedad. La boca superior está muy abierta, y es desconcertante. La cabeza tiene forma de lágrima invertida. El Ídolo Shigir parece gesticulando, proyecta autoridad, quizás de tipo negativo, pues parece un ser malévolo concebido para asustar. Así lo concluye Thomas Terberger, arqueólogo y jefe de investigación del Departamento de Patrimonio Cultural de Baja Sajonia, en Alemania. La estatua tiene más del doble de la edad del monumento megalítico de Stonehenge, y es la primera obra de arte ritual conocida.

 

 

 

 

Esta recopilación de obras que pertenecen verdaderamente al pasado de la humanidad muestran que la historia del Homo sapiens y su producción cultural es más antigua y más compleja de lo que al principio se creyó. Nos es muy difícil imaginar y entender el tiempo, no solo desde el punto de vista de la física, sino desde el punto de vista humano y cultural en esas escalas. Sabemos que la cultura sufre procesos de aceleración, de crecimiento exponencial, pues mientras más cultura se hace, más rápidamente aparecen nuevos artefactos, desarrollos, conocimientos, ideas. Tendemos a subestimar el potencial del hombre primitivo, y lo mismo hacemos con los animales: los creemos menos inteligentes y menos conscientes de lo que realmente son.

 

 

 

 

Otro aspecto que no deja de ser sorprendente es que el pensamiento, la razón, la capacidad de hacer, están entremezclados con un sentimiento de sorpresa y de miedo. Sin duda, en estos artefactos del Paleolítico, escondidos en cuevas, está presente la magia. Quizás haber vivido en un universo del cual teníamos conciencia mas no conocimiento tuvo que ser aterrador. Le debemos a la ciencia muchas explicaciones que lo hacen comprensible. Como decía Einstein: “Lo más inexplicable del Universo es que sea explicable” (dicen que esta es una más de las falsas citas que se le atribuyen a Einstein). Definitivamente, el cerebro es supersticioso por naturaleza. No sabemos, pero no podemos dejar de preguntarnos, si el haber alcanzado la metacognición o capacidad de darnos cuenta de que nos damos cuenta, nos asuste y nos haga desear intangibles, fuerzas invisibles que nos ayuden a lidiar con la carga de la conciencia. El arte ha cumplido entre muchas otras funciones la de encarnar la magia con su mezcla de deseos, miedos y supersticiones.

 

 

 

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