CulturaGente y SociedadHistoria

Ana Cristina Vélez: Los perros, a nuestra imagen y semejanza

Todo el que tiene perros se ha dado cuenta de que “hablan”, de que se comunican con uno, leen nuestras emociones, y, a su vez, expresan emociones como rabia, felicidad, tristeza, aburrición, miedo, nerviosismo, desazón.

Los perros son sorprendentes, nos miran a los ojos para leer en ellos nuestros deseos e intenciones. El contacto visual es algo muy raro entre los mamíferos, y es la base de las interacciones sociales entre las personas. Los perros reconocen el No, el Sí y muchas palabras y gestos que indican: “Vamos a pasear”, “No te atrevas”, “Ven donde mamá”, “¿Quieres jugar?”, etcétera. Aprenden a guiar a las personas ciegas, ayudan a los hombres en tareas difíciles, como la cacería o el cuidado de depredadores, pues realmente defienden a las ovejas de los lobos (estos son los llamados perros pastores), y son hábiles para mantener dentro de un cerco a los rebaños y desplazarlos de un sitio a otro, como lo hacen los Border Collie, considerados la raza más inteligente.

 

 

Los perros se parecen a sus dueños y la prueba es esta galería de fotos

 

 

Los perros son capaces de hacer todas estas cosas y otras más que no se han mencionado aquí, porque han sido nuestras mascotas durante más de 11.000 años. Los humanos los hemos seleccionado a nuestra imagen y semejanza, para que nos quieran, nos sirvan, nos entiendan y cumplan órdenes. Por eso, estas características las poseen todos los perros, son genéticas, están codificadas en su ADN. No obstante, hay una característica que todavía no se sabe si es genética o aprendida. Los científicos la tienen bajo escrutinio desde hace veinte años. Es una habilidad que les ha llamado la atención: la lógica detrás de un gesto sorprendentemente complejo como el que el perro mire a un lugar, a un objeto que su amo ha señalado con el dedo, cuando él desea que el perro dirija su mirada hacia allí. Los chimpancés, nuestros parientes más cercanos, son incapaces de ejecutar o de entender esa acción.

Con los gatos no ocurre lo mismo, y han sufrido la misma selección artificial. La razón estriba en los precursores biológicos: el lobo, del cual proviene el perro, es un animal social que vive en grupos y respeta las jerarquías. Los felinos, en cambio, son animales solitarios; por tanto, no tienen los genes para responder a grupos sociales. La naturaleza no olvida el pasado: este determinará hasta dónde se puede llegar, más el tipo de adaptación que se puede conseguir.

Las preferencias culturales humanas no explican los cambios en la evolución de los perros. Según el genetista evolutivo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Massachusetts en Worcester Elinor Karlsson, existe un interés mutuo: de los perros hacia nosotros y de nosotros hacia ellos. En sus palabras: «Los perros probablemente comenzaron a explotar a los humanos porque eran un recurso útil que los ayudaba a sobrevivir». Él cree que los perros podrían haberse movido libremente, siguiendo a los humanos o moviéndose entre grupos según conviniera a sus intereses.

Esta relación entre perros y humanos es muy antigua. Se sospecha que el origen de los perros ocurrió hace más de 11.000 años, ya que en estudios de ADN se han encontrado por lo menos cinco grupos de diferentes de perros de esos tiempos. Los especialistas dicen que la diversidad genética de los primeros perros probablemente se perdió cuando se establecieron las razas modernas. Sin embargo, solo se han estudiado seis genomas antiguos de perros o lobos, y todavía no hay conclusiones definitivas.

 

Imágenes tomadas de https://blog.terranea.es/perros-se-parecen-duenos/

 

 

Botón volver arriba