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Ana Cristina Vélez: Los teléfonos inteligentes, objetos asombrosos

Se pregunta uno qué porcentaje de la población entiende los aparatos que usa a diario. Estamos rodeados de “ayudas” tecnológicas, que damos por sentado. En Occidente es difícil imaginar un mundo sin las gigantescas ventajas con las que contamos: agua caliente y fría que salen de la llave con solo abrirla, energía eléctrica, para encender los electrodomésticos, iluminar en la oscuridad, llevar entretenimiento a nuestras horas muertas: música y televisión, etcétera. Hoy, vivir sin un computador en la casa es impensable, pero más impensable aun es vivir sin el rey de los aparatos: el teléfono inteligente. Este dispositivo está cambiando dramáticamente el modo de vivir de la gente en el mundo y todavía falta mucho por pasar. Sin que muchos lo sepan, un teléfono inteligente es un super-computador, pequeño de tamaño, que se lleva en la mano, en la cartera o en el bolsillo del pantalón.

Cuando se hace la lista de los servicios que presta el teléfono inteligente el resultado es asombroso (existen hace más de diez años y ya no se debería ni siquiera llamar teléfono). Es increíble que un aparatico chiquito y casi plano contenga tanta información, sea tan complejo, sepa tantas cosas y sea tan útil. Llamar por teléfono y contestar llamadas es ya una función secundaria; comunicarte con el mundo entero, de todas las maneras que existen, es la verdadera función de este; y para ello, ofrece distintas plataformas de video, como Zoom, Facetime; y redes sociales, como WhatsApp, Instagram, Facebook, Twitter, Tik Tok; y correo electrónico, como Gmail, Hotmail, etc. En los teléfonos se pueden escribir mensajes cortos, textos largos y grabar la voz. Como los teléfonos inteligentes se conectan a Internet, toda la información inimaginable está allí disponible.

Hoy, no solo las cámaras fotográficas descansan en la oscuridad del closet, también las cámaras filmadoras y las grabadoras. La película High Flying Bird, para Netflix, fue grabada con iPhone, por el director Steven Soderbergh. La película Home made (en español, Hecho en casa) es una antología de cortos, con diecisiete obras grabadas con teléfonos y drones (los temas son distintas aproximaciones a la vida durante el confinamiento de este inusual año, 2020).

Los teléfonos remplazan muchos otros objetos que necesitábamos a diario, como la calculadora, la grabadora, los cuadernos de notas, el despertador, el cronometro, la brújula, la tableta, el radio, el traductor, las libretas de teléfono, las libretas con los cumpleaños. Ofrecen un servicio que no habíamos imaginado: GPS, Waze y Google Maps, que nos llevan a nuestro destino por la vía más rápida, nos dejan saber dónde estamos ubicados en una ciudad, dónde queda el restaurante, el hospital, el banco más cercano (se comunican con satélites y por ello mismo nos dan la hora, sin ajustarla, en cualquier lugar del mundo). Ofrece otros servicios, como Life 360, muy útil para saber dónde están ubicados los familiares o al menos dónde dejaron el teléfono, si es que no lo tienen con ellos.

En el teléfono se pueden guardar libros, música, películas, juegos. Los teléfonos inteligentes leen las huellas digitales, identifican los rostros, escanean, leen códigos de barras, sirven para hacer transacciones bancarias. Pueden ser útiles como base de datos para la salud, pues llevan registro de los pasos que damos en un día, hacen conteo de calorías, y en compañía del reloj de pulso, guardan información sobre otros aspectos de la salud, como el sueño, el gasto calórico, las pulsaciones, el ejercicio realizado.

Hay personas que saben sacarles jugo. A estas los teléfonos les sirven de control remoto para ciertos objetos de la casa y para la TV, de “sala de control” del hogar. Los teléfonos pegan gritos de S.O.S. Basta presionar tres veces el botón de encendido, y el celular toma una foto con la cámara frontal y con la trasera y las envía junto con la ubicación de Google Maps a los números de “emergencia” predeterminados.

Por último, y sin terminar, pues esta lista es casi inacabable, se pregunta por qué no se ha inventado algo muy necesario y que parece sencillo: un chip que se deje en el auto o se inserte en un collar o en una pulsera, y que tenga la función de comunicarse con el teléfono y permita ubicar el objeto, sea auto, moto, bus, perro, gato o la persona que porta el chip. Sería muy útil para encontrar el auto en los parqueaderos (cada vez más laberínticos), sería magnífico para encontrar las mascotas, a los niños y a las personas perdidas.

Si el lector quiere ver las extravagancias a las que se puede llegar mire aquí:

https://shareably.net/50-trucos-telefonos/

 

 

 

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