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Ana Cristina Vélez: Sin algo de dolor no hay placer

¿Por qué correr una maratón voluntariamente, comer picante, leer una novela que hace llorar, meterse en un sauna o en aguas heladas, escalar rocas, hacerse tatuajes y escarificaciones dolorosas, por qué empezar un proyecto largo y difícil que nadie nos ha encargado? 

 

¿Por qué correr una maratón voluntariamente, comer picante, leer una novela que hace llorar, meterse en un sauna o en aguas heladas, escalar rocas, hacerse tatuajes y escarificaciones dolorosas, por qué empezar un proyecto largo y difícil que nadie nos ha encargado? Algunos de nuestros actos parecen absurdos, por innecesarios y dolorosos. En esta lista hay dolores de distinta índole, pero el común denominador es la molestia que producen. Parecería que la consciencia humana exige más que lo que la mera naturaleza nos pide para sobrevivir y reproducirnos.

 

 

Dos catrecillos atrás escribí sobre la habituación y la deshabituación. Hay que crear contraste para volver a percibir, para sentir y experimentar. Sin contaste es imposible notar las cosas buenas, y esto se aplica al dolor y a los placeres que podemos obtener por los 5 sentidos.

Aunque tenga mala fama, sin dolor moriríamos más temprano en la vida. Hay personas que nacen sin la capacidad de sentir dolor y mueren rápidamente, pues no poseen el mecanismo para cuidar sus cuerpos. La experiencia del dolor evolucionó para prevenir futuros actos que nos lleven a hacernos daño. Es difícil saber cómo están conectados el dolor y el placer. Hemos experimentado que un placer sin fin es dolor en sí mismo. El exceso de dulce empalaga.

El sufrimiento se puede buscar para crear contraste en la vida, como el meterse en aguas frías, comer picante, hacer ejercicio extremo o el masoquismo sexual. El sufrimiento puede ser la cuota que se paga para alcanzar las metas: voluntad, esfuerzo, concentración, dedicación y tiempo. El dolor se puede auto infligir para purgar las culpas, con azotes, ayunos y posiciones del cuerpo; también nos puede caer como del cielo, como por la ira de Dios.

Para muchas personas, en el mundo occidental, la vida tiene poco contraste. Tener todo resuelto no parece ser el camino para la felicidad. Somos extraños los seres humanos, pues, a diferencia de los otros animales, la vida sin retos nos aburre, nos deprime. Muchas personas aseguran sentir malestar sicológico después de estar muchas horas disfrutando de una serie de Netflix. Holgazanear es solo bueno si se ha trabajado arduamente y se toma como un premio. No hacer nada es un castigo (los prisioneros lo saben), el placer repetido es un castigo también. Comer mucho chocolate o mecato nos pone mal del estómago y mal sicológicamente. Estar frecuentemente de viaje o de fiesta y descansar más horas de las necesarias definitivamente abate.

Hay estudios que muestran que la búsqueda de estatus y aumento de riqueza, después de haber alcanzado un cierto nivel, no repercuten de manera importante en la felicidad; en cambio, el ser útiles para un grupo social o dentro de una comunidad sí aumentan significativamente la dicha de vivir. En la película Días felices, de Wim Wenders (2023), Hirayama muestra encontrarle significado y sentido a su vida limpiando sanitarios, pero haciéndolo con perfección, siendo el mejor en su oficio.

Los sacrificios son buenos, si con ellos se logra un propósito. Empezar un proyecto personal exige sudor y lágrimas, pero es reconfortante, alimenta el espíritu, da sentido a la vida. Simon Rodia, un obrero de construcción italiano que vivió en Los Ángeles entre el siglo pasado y el antepasado, trabajó todos los días en su tiempo libre durante 33 años construyendo sus torres, las llamadas Torres de Watts. Este es un ejemplo inspirador de la capacidad humana para crear y transformar, porque sí, por la necesidad de hacer cosas significativas, además de trabajar para vivir.

 

 

Romper la inercia, tener voluntad para hacer lo que parece difícil o da pereza, y controlar el tiempo y las acciones, es tomarse la píldora de la felicidad. El sufrimiento es positivo mientras nos ponga a prueba, mientras nos desafíe, y es negativo cuando nos pasamos de valientes y nos hacemos un daño físico o sicológico o cuando quedamos enfermos o traumatizados.

Haber tenido una vida difícil en la infancia te hace resiliente y agradecido, si la vida mejora cuando adulto. El sufrimiento aumenta la compasión. En respuesta a los ataques de las Torres Gemelas, hubo un aumento en las tasas de voluntariado en todo Estados Unidos. Las investigaciones también han descubierto que después de haber pasado por una experiencia dolorosa, las personas se vuelven más cooperadoras.

Se ha demostrado en estudios que la gente resiste con estoicismo el dolor que ha escogido, pero no el que se le ha impuesto. Una persona puede ser un masoquista sexual y, sin embargo, llorar cuando le calzan una muela. Cuando no se ha escogido un dolor, este se percibe como más doloroso. En el Campeonato Mundial de Sauna que se celebró anualmente Finlandia, hasta el 2010, murió uno de los competidores debido a las condiciones extremas de calor y humedad; o sea, murió por voluntad extrema. Se sospecha que son muchos los que por su propia iniciativa se han hecho terapias de agua helada y han muerto en estas. El famoso shock de agua fría puede causar la muerte en el primer minuto de la inmersión.

El sufrimiento es relativo y el orden de los factores altera el producto. A una mujer que conocí se le perdieron dos hijos en la selva. Los oficiales le dijeron que los muchachos probablemente habían muerto. Los encontraron unos días más tarde, uno estaba vivo. La mujer pasó del desconsuelo absoluto a una felicidad relativa. Uno no se pone feliz cada día porque no le han robado el celular. Mi papá me contaba un chiste cruel sobre la relatividad de las noticias: “Te voy a dar una noticia buena y una mala: “Te vas a ir para el Cielo. Pero lo malo es que te vas a ir mañana.” Cuando esperamos una mala noticia y esta resulta ser menos negativa de lo que esperábamos, obtenemos un estado hedónico. El sufrimiento puede hacernos sentir mejor. Que se me perdió la billetera. No fue así, la encontré. Se me había caído debajo de la silla del auto. La sensación de felicidad fue exultante.

El castigo y el perdón están relacionados. Si lo pensamos bien esto es muy extraño. En las religiones es común encontrar castigos para purgar los pecados. Por un motivo de la sicología humana, que desconozco, la gente se siente mejor cuando hace penitencia por sus culpas. “Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa” es algo que se dice golpeando en el pecho. Muchos aseguran que la penitencia trae paz interior. Los sicólogos saben que las actividades dolorosas mejoran los estados de culpa y de enojo. Pensemos en la autoflagelación. Es incomprensible. Todavía más extraño es que uno se sacrifique para que a otros les perdonen los pecados. Dar la vida con el fin de que sirva de sacrificio y de purga para los pecados de una masa de individuos desconocidos es algo muy extraño. Quizás tenga su origen en dar la vida para que otros sobrevivan. El padre que se tira al río helado para salvar a su hijo. Los que van la guerra en nombre de los otros, llámese patria, pueblo o tribu.

Sin capacidad de sufrir no hay capacidad de gozar, sin contraste la vida se vuelve sosa y plana. No se puede y no se deben erradicar los pequeños sufrimientos, porque al hacerlo se puede socavar el bienestar.

 

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