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Ana Cristina Vélez: Sobre el ingenio de los pájaros

La ornitóloga Jennifer Ackerman ha escrito varios libros sobre las aves; El ingenio de los pájaros es uno de ellos, y lo que cuenta allí es asombroso. Los pájaros no solo son como obras de arte de la naturaleza, no solo llenan de música los entornos naturales, sino que además sus cerebros son realmente extraordinarios.

Olga Lucía Paulhiac, dueña de un hermoso eco-hotel en Barú me contó que hace cuarenta años los nativos llevaban aves cantoras en jaulas, a modo de radio.

Uno cree que en esas cabecitas no puede haber mucho. Qué equivocado se está. El tamaño dice algo, pero no lo dice todo. La corteza cerebral de un elefante, que duplica en tamaño la nuestra, solo contiene un tercio de la cantidad de neuronas presentes en nuestra corteza cerebral. El cerebro de loros y cuervos tiene el doble de neuronas que el cerebro de un primate de talla similar y cuatro veces más que el cerebro de un mamífero de esa talla. Los loros y los cuervos tienen densidad de neuronas en la región del cerebro donde se crea el pensamiento, el aprendizaje, la planificación y la resolución de problemas. Grandes cantidades de neuronas en estructuras parecidas a la corteza, de los loros y los pájaros cantores, sugiere la existencia de una importante “capacidad computacional”, por eso la complejidad conductual y cognitiva de estas familias de aves.

El uso de herramientas no es exclusivo de humanos y monos. Las aves utilizan ramas para rascarse, y palos para aporrear presas. Los pinzones, los que viven en lugares áridos y pobres de recursos, utilizan herramientas, y lo hacen la mitad de las horas que invierten en alimentarse. Las crías de cuervo americano nacen con la predisposición genética a utilizarlas, lo mismo que los pinzones carpinteros. Pero, lo más lindo es que aprenden de los adultos en un proceso lento, lleno de errores y de oportunidades perdidas.

Hay muchas familias de aves que son sociables, y serlo está correlacionado con una mayor inteligencia. Cómo se nota que interactuar con conspecíficos es más difícil que sobrevivir. Los científicos han descubierto una relación de tamaño entre las dimensiones del grupo social del ave y su cerebro. La hipótesis de la inteligencia social pronostica que los animales que viven en grandes grupos sociales tienen cerebros más grandes de lo esperado, a causa de las presiones sociales.

 

 

Urraca piñonera

 

Las urracas piñoneras emplean un razonamiento social impresionante para determinar qué lugar ocupan en el orden social de la bandada; las gallinas también tienen jerarquías. La habilidad de hacer juicios acerca de las relaciones, basándose en la evidencia indirecta, se denomina inferencia transitiva, y se considera una habilidad social avanzada.

Ackerman cuenta la historia, muy bien documentada, de una niña que todos los días al llegar del kínder le daba maní en una bandejita a un cuervo americano. Al cabo de un tiempo, empezó a encontrarse regalitos que el cuervo le dejaba: trozos de metal, un corazón blanco iridiscente, pedazos de cangrejo, tornillos y tuercas. Este comportamiento de reciprocidad implica análisis de la situación, sentido de la justicia y de la amistad. Se han hecho muchos experimentos que demuestran que los cuervos americanos reconocen los rostros humanos, y los recuerdan durante mucho tiempo.

Para aprender y enseñar se necesitan capacidades cognitivas, como la anticipación, la intencionalidad y la comprensión de lo que pasa en la mente del otro. Algunos animales muestran claras formas de enseñanza. Las suricatas parecen instruir a sus crías en el manejo de las presas delicadas, las que poseen neurotoxinas letales, como las serpientes o los escorpiones. Las suricatas les llevan a sus crías ejemplares muertos o incapacitados, para que aprendan a lidiar con ellos sin correr riesgos. En tanto que las crías crecen, las madres van introduciendo en la experiencia ejemplares más peligrosos.

 

 

Cenzontle

 

La imitación es una de las formas más comunes de aprendizaje entre las aves. Imitar un trino implica ser capaz de diferenciar los sonidos. Imagine el lector que le dicen una frase en chino o en ruso y que debe repetirla después de oírla. Probablemente le sea imposible. El cuitlacoche rojizo es capaz de imitar diez veces el número de trinos que entona el cenzontle, aunque sin su precisión. Los estorninos pintos también son imitadores expertos. Los ruiseñores son capaces de imitar sesenta cantos diferentes, después de oírlos unas pocas veces; los carriceros poliglotas cantan pastiches internacionales, es decir, tonadas salpicadas de los trinos de más de cien especies distintas. Las aves liras son muy famosas porque son ladronas de los sonidos: cantan como otras aves, ladran como perros, imitan el sonido de las cámaras fotográficas análogas y de las sierras eléctricas, etc. El drongo ahorquillado, ave africana muy inteligente, imita los gritos y reclamos de un número desconcertante de especies de aves y mamíferos, para hacerlos abandonar sus bocados, que luego ella se roba. El loro gris africano y la cacatúa imitan el habla humana.

 

 

Loro gris africano

 

Throckmorton es un loro gris muy famoso, entre los estudiosos de aves, porque imita las voces de cada uno de los miembros de la familia en la que vive, y también imita el sonido del celular. Cuando el señor de la casa acude corriendo a contestar el teléfono, el ave se anticipa y dice: “hola, ajá, aja”.  Además, imita el glu glu de la garganta humana cuando traga un líquido y el sonido del sorbo cuando uno se toma una bebida caliente. También ladra como el perro de la casa, y sabe hacer los sonidos de sonarse la nariz y de sorber mocos.

No se sabe por qué algunas aves imitan el canto de otras aves o la voz humana, las razones biológicas son todavía desconocidas. Lo que sí se sabe es que las aves aprenden escuchando y practicando. Mientras oyen, una red neuronal crece formando siete constelaciones separadas, pero interconectadas, cuya función es producir trinos. Con el trascurrir de los días, estas crecen en volumen y en número de células. Poseen un centro de distinción de sonidos llamado Centro Vocal Alto cuya función es el reconocimiento de patrones. Las aves están genéticamente diseñadas para prestar atención a los trinos de su propia especie y para aprenderlos con eficacia. Muchas muestran tener un tipo de dialecto regional con acento, como decir entre un antioqueño y un bogotano. Estos dialectos se aprenden por vía familiar y de generación en generación. Y además se modifican con el paso del tiempo, el ejercicio de oír esculpe sus cerebros.

Las aves que carecen de tutor no aprenden a trinar bien. Como en los humanos, la ventana del aprendizaje es también limitada. Las crías del diamante cebra aprenden hasta que tienen 65 días de nacidas, luego les queda muy difícil. Los cenzontes, los canarios y las cacatúas aprenden toda la vida, pero cuando son adultas aprenden muy poco y mal. Para los humanos y las aves es cierto eso de que “loro viejo no aprende a hablar”.

El canto genuino del ave ocurre después de practicar miles de veces. Las aves repiten las canciones buscando los errores, para corregirlos, equiparando su propia vocalización con el canto que han memorizado. Cuando lo hacen bien se siente felices y, de hecho, se ha medido, sus niveles de dopamina en el cerebro aumentan.

Esto es solo un abrebocas de lo que se encuentra en el libro de Ackerman. Las aves son realmente fascinantes.

 

 

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