Ana Cristina Vélez: Soñar, ¿para qué?
Son muchos y variados los estudios que se han hecho para saber por qué soñamos. Se ha tratado, con intentos fallidos, de buscarle interpretaciones a los sueños, y nada resulta; al menos, nada creíble.
El cerebro humano dedica una gran parte de sus neuronas a un sentido: la vista. Somos seres visuales que obtenemos un gran porcentaje del conocimiento del mundo a través de los ojos. Otros animales lo hacen por medio del olfato, y otros, por medio del tacto, la temperatura o el oído. Los animales visuales se enfrentan a una situación muy especial (que ya no es válida, debido a la luz artificial, pero lo fue durante la evolución): la noche. Casi la mitad de la vida la pasábamos en la oscuridad.
Nuestro cerebro es flexible, adaptable e interconectable. Lo que no usa, lo readapta, lo reabsorbe o lo elimina. Es un órgano extraordinario. Los neurocientíficos David Eagleman y Don Vaughn han estado haciendo experimentos para entender por qué soñamos, y creen que es una respuesta del cerebro a los efectos deletéreos que causa pasar tantas horas sin usar la visión. Las noches, en las que evolucionaron nuestros ancestros, eran oscuras. Esto significa que, de las veinticuatro horas del día, pasaban casi diez sin activar las neuronas de la corteza visual. Así que es probable que el cerebro haya encontrado una manera de mantener activas esas neuronas y sus conexiones, y es soñando sueños visuales. Soñando defendemos el cerebro de que otros sentidos se tomen para sí las neuronas y las conexiones que usamos para ver. Por eso en los sueños “vemos” escenas como de cine, pues la vista es el único sentido que se ve perjudicado por la oscuridad. Generar actividad, no importa que sea ante algo ficticio, puede proteger las neuronas visuales.
El sueño de movimiento rápido ocular (REM, por sus siglas en inglés rapid eye motion) ocurre más o menos cada noventa minutos, y es cuando usualmente soñamos. Un conjunto especializado de neuronas estimula la corteza visual del cerebro durante el sueño REM; por eso tenemos visiones, aunque tengamos los ojos cerrados. Ese mismo sistema nos paraliza los músculos, para que no nos movamos, para que no reaccionemos con movimiento a la ficción vívida.
La naturaleza es económica y busca soluciones óptimas todo el tiempo. La frase en inglés use it or lose it, que significa úsalo o lo pierdes, da buena cuenta de lo que hace el cerebro. Estos circuitos específicos que se activan en el sueño, y que están muy desarrollados, no habrían evolucionado de no tener una función muy importante que cumplir.
Distintas zonas del cerebro se ocupan de distintas tareas, pero el cerebro no está predeterminado de una manera fija y absoluta para funcionar. La corteza visual, que se ocupa de los procesos de la visión, puede adquirir nuevos usos si se pierde la visión. Los ciegos las tienen, y en funcionamiento, pero con otros usos.
Según la hipótesis planteada, ¿qué debería pasar con los ciegos? ¿No sueñan? Las personas que nacen ciegas también portan los circuitos que poseemos para tener sueños. Solo que los ciegos de nacimiento no “ven” durante sus sueños; sin embargo, tienen otras experiencias sensoriales, porque para ello utilizan la información de los otros sentidos. Sus cableados para la visión están ahí, están activos, pero cumpliendo otras funciones. Se ha comprobado que, al soñar, tanto ciegos como videntes experimentan actividad en la misma región del cerebro.
La teoría de David Eagleman y Don Vaughn parece tener consistencia en otros aspectos. Si los sueños son alucinaciones visuales desencadenadas por la falta de información visual, se esperaría que las personas privadas de información visual experimentaran alucinaciones visuales, incluso cuando están despiertas (en aislamiento sensorial). Y así ocurre. El cerebro, dicen los neurocientíficos, desarrolla circuitos específicos para generar actividad que compense los períodos de privación. Los sueños son una forma de privación, solo que regular y predecible. Cuando la privación es impredecible, tal y como una privación sensorial buscada, las alucinaciones durante esta pueden de hecho ser una característica del sistema, más que un error.
David Eagleman es un neurocientífico muy activo en los medios, con varios libros publicados y traducidos al español, conferencias en TED y programas de televisión sobre el cerebro. Es un investigador incansable. Entre sus últimas investigaciones, desarrolladas en compañía de Don Vaughn, están el sueño, el por qué soñamos y las ventajas que trae soñar.