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Ana Cristina Vélez: Vocación o accidente

Unas pocas personas saben desde jóvenes cuál es su vocación, para qué nacieron. Supongo que entre los místicos hay más ejemplares, pues ese tipo de personalidad, la de los que sienten una especie de conexión Wi-Fi con fuerzas superiores y la de los que sienten un gusto especial por las piedras y las energías.

 

Unas pocas personas saben desde jóvenes cuál es su vocación, para qué nacieron. Supongo que entre los místicos hay más ejemplares, pues ese tipo de personalidad, la de los que sienten una especie de conexión Wi-Fi con fuerzas superiores y la de los que sienten un gusto especial por las piedras y las energías, se revela desde temprano. Entre los artistas también hay muchos ejemplos, entre los reconocidos, entiéndase bien, porque el cementerio de los artistas no reconocidos es, probablemente, vasto y terriblemente silencioso.  Si llegaron lejos tuvieron que haber empezado desde niños a ejercer o a practicar el tipo de arte o el tipo de deporte que los llevó a la fama más adelante, y de cierta manera no hacer nada más que eso —los bailarines, los guitarristas o pianistas y los gimnastas no pueden serlo como adultos si no han practicado desde niños—.

 

La visita al hospital de Luis Jiménez Aranda

 

Muchos escogen su carrera porque nacen en un ambiente que da importancia a una profesión y que crea el interés por ella, como ocurre en la casa de los médicos o de los abogados. O porque en su país se valora y se ofrecen recursos económicos que incentivan la actividad, como decir que en Colombia hay muy buenos ciclistas, patinadores y jugadores de fútbol.

Luego está la cohorte, considerablemente menos nutrida, de aquellos cuyo camino profesional se debe más una especie de obligación o coerción, en la mayoría de los casos familiar, pero también de tutores o directores espirituales. Conozco padres que obligaron a los hijos a estudiar una determinada carrera.

Los casos más especiales son los que dedican su vida a profesiones que se eligieron por razones puramente contingentes, mejor dicho, por accidente, del tipo, abrieron una carrera en la Universidad cercana y no mucha gente lo sabe; del tipo, conocimos a una persona que prácticamente decidió por nosotros; del tipo, estábamos en el lugar y en momento propicio. Conozco a tres personas que eligieron lo que fue su vida futura por accidentes menores, no obstante, trascendentales. Una amiga a la que le gustaba la filosofía tuvo una profesora de inglés excelente que le sirvió como ejemplo. Terminó de profesora de inglés. Otra amiga, interesada por la biología, tuvo un novio artista justo cuando salió del colegio y este le creó el interés por el arte y la llevó a ese mundo. Terminó estudiando diseño y artes plásticas. A un amigo muy exitoso en el campo escogido, un vecino le dijo que se presentaran a una carrera nueva ya que los exámenes de admisión eran muy fáciles y, en últimas, estaban aceptando a todo el mundo. Ambos se presentaron porque pensaban que eran mediocres, para luego descubrir que estaban equivocados, pues hicieron carreras muy exitosas.

Todos sabemos lo definitiva que es esa decisión y, sin embargo, la tomamos llevados muchas veces por un hecho que puede ser falso, como una epifanía en un estado alterado de conciencia, o la influencia de un libro de ficción o de una película o de una persona.

Algunos casos de estos y más extravagantes son los que oyen una voz interior que un día les habla. San Pablo de Tarso, perseguidor de cristianos, tuvo una visión de Jesús resucitado en el camino a Damasco. Esta experiencia lo convirtió en uno de los apóstoles más influyentes. Cat Stevens, famoso músico de los años 60 y 70, experimentó una revelación espiritual que lo llevó a convertirse al islam en 1977. Tras su conversión, adoptó el nombre de Yusuf Islam y prácticamente se retiró de la música popular.

La siguiente es una historia que parece inventada, sacada de una novela, pero es verdad. Sofia Kovalevskaya, una de las matemáticas más importantes de la historia, lo fue porque siendo niña su familia se mudó de casa. En Rusia, en aquella época, se usaban las paredes de los cuartos empapeladas, pero el cuarto de la niña estaba desnudo, entonces la familia para ahorrar lo empapeló con las notas de un curso de cálculo diferencial e integral del matemático ruso Mikhail Ostrogradski. Sofía contó que, aunque no entendía el significado de las fórmulas y ecuaciones, se pasaba las horas observando y tratando de descifrar los “jeroglíficos” de su pared. La repetida exposición a esos símbolos matemáticos y a sus patrones, y la curiosidad que le generaban, despertaron en ella una profunda fascinación por las matemáticas. Luego, Sofia Kovalevskaya se convirtió en la primera mujer europea en obtener un doctorado en matemáticas.

El gran escritor argentino, Jorge Luis Borges, en entrevistas y prólogos, a menudo expresó que sentía que su vida había estado desde siempre destinada a la literatura. Borges aprendió a leer y escribir prácticamente al mismo tiempo, y su mundo estuvo poblado de libros, relatos y enciclopedias. Él mismo confesó que no recordaba haber aprendido a leer, sino que “simplemente sucedió”.

¿Podemos saber si acertamos en esa elección? Ese es otro asunto. Uno podría decir que el éxito o el contento de cada día da fe de lo acertada que fue la decisión; sin embargo, hay personas que casi en cualquier circunstancia dirán que la carrera que escogieron —sea la que sea— era la correcta pues sienten naturalmente interés y alegría por una variedad enorme de temas. Otros, en cambio, son lo opuesto. De cualquier carrera que escojan, dirán que se equivocaron. Así que esta pregunta —la de si escogimos bien— no tiene una verdadera respuesta, lo único que sabemos de nosotros mismos es si nos sentimos bien o mal con nuestro presente, pero no podemos dar razones. Las razones serán siempre algo acomodado, de último momento, historias que dan coherencia a la narrativa de nuestra vida.

*En su libro, muy bello, gracioso y triste al mismo tiempo, Mi planta de naranja lima, José Mauro de Vasconcelos narra que un día se dio cuenta de que sabía leer sin que nadie le hubiera enseñado; lo mismo dijeron Mary Shelley, Truman Capote y Vladimir Nabokov.

*Aunque es ficción, en la novela de David Foster Wallace El rey pálido hay 4 o 5 páginas realmente maestras sobre una persona que descubre que la contabilidad va a ser su futuro.

 

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