En estos días de cuarentena, sin deportes, vale la pena de echar mano de la historia, y recordar momentos estelares, como la hazaña del venezolano Andrés Galarraga, hace veinte años, en el juego inaugural de su equipo los Bravos de Atlanta, el 3 de abril de 2000.
Su seudónimo como jugador era «El Gran Gato» por su extraordinaria agilidad a pesar de su corpulencia (1,91 m de altura y más de 100 kilogramos de peso).
Galarraga – quien previamente había jugado con los Expos de Montreal, los Cardenales de San Luis y los Rockies de Colorado- venía de una dura lucha contra el cáncer (había perdido toda la temporada de 1999), que venció con claridad. Las expectativas en un estadio a casa llena eran una mezcla de alivio porque su salud había aparentemente mejorado lo suficiente para regresar, de excitación por verlo reaparecer, pero asimismo de incertidumbre por saber si veríamos al «Big Cat» de siempre, o si el daño a la salud habría afectado su calidad, esa que lo llevó a ser cinco veces seleccionado al Juego de las Estrellas, ganar dos Guantes de Oro, dos premios al Bate de Plata, y dos premios «Regreso del Año» – el segundo de ellos precisamente en el año 2000-.
Galarraga se retiró durante el entrenamiento de primavera, un 29 de marzo de 2005, diciendo que era «el momento adecuado para dar a un individuo más joven la oportunidad de jugar».
Terminó su carrera con un promedio de bateo de .288, 399 jonrones y 1.425 carreras impulsadas. Galarraga se quedó a solo uno de los 400 cuadrangulares, situándose en el número 36 de todos los tiempos entre los jugadores con más jonrones, al momento de su retiro.
Pero veamos una de sus hazañas, durante su primer juego luego de derrotar al cáncer (contra precisamente su equipo anterior, donde tuvo sus mejores momentos, los Rockies de Colorado). La bandera venezolana ondeada, y siendo recibido en el home, entre otros, por su compatriota Eduardo Pérez.
