Andrés Hoyos: El juicio a Maduro
El referendo revocatorio ya se realizó en Venezuela y Maduro lo perdió por W.O.
Si no se le mide a ninguna elección es obviamente porque sabe que las perdería todas. De ahí el golpe de Estado que dio la semana pasada. Cuando un régimen es fuerte, puede patear la mesa y consolidarse, pero si la patea en estado de extrema debilidad, como sucede hoy en Venezuela, corre el riesgo de derrumbarse. Falta, claro, que alguien lo empuje. Ante un golpe de Estado no se debe actuar en forma rutinaria o tímida; se requiere de una drástica reafirmación democrática. De más está decir que el dictador será responsable de cualquier derramamiento de sangre que se dé.
Aunque la Constitución bolivariana no contempla la figura del Impeachment, a diferencia de la de mayoría de los países con regímenes presidencialistas, un parlamento no puede pasar por alto que un presidente traicione al pueblo que mal que bien lo eligió y opte por dar un golpe de Estado proclamándose dictador. El dilema es evidente: ¿lo dejan o no lo dejan? No hay términos medios ni existe en ese caso más opción que someter a ese dictador a un juicio de destitución. Cualquier otro correctivo será insuficiente. De ahí que la intempestiva intervención del papa y su enviado, para no hablar del inefable expresidente Zapatero y su entorno de desocupados, sea un desatino monumental. No es posible conversar con quien acaba de arrojar la democracia a la caneca de la basura.
Algunas veces las crisis prolongadas se solucionan por cansancio. Es más corriente, sin embargo, que desemboquen en un punto crítico. El de Venezuela podría incluso ocurrir hoy miércoles. Piénsese en el siguiente escenario: una gran multitud opositora enardecida e indignada se acerca a uno de los puntos simbólicos del Estado, digamos, al Palacio de Miraflores. Los militares o las tropas de asalto del chavismo gritan ¡alto!, pero la multitud no obedece y sigue avanzando. ¿Dará entonces alguien la orden de disparar? Ojalá que no, aunque si la dan, el régimen precipita su caída.
No debe olvidarse que la noche del 6 de diciembre de 2015 los resultados de las elecciones para la Asamblea Nacional demoraban horas y horas. Hoy se sabe que Diosdado Cabello y los chavistas más radicales querían hacer fraude, mientras que los militares se resistían y al final no lo permitieron. La premisa clave es que, pese a los beneficios y corrupciones que están en juego, una dictadura militar no duraría hoy en Venezuela y los militares lo saben. ¿Se hundirán con el capitán inepto que los ha enriquecido pero que al mismo tiempo se dejó llevar a un callejón sin salida? Pronto lo sabremos.
Yo menos que nadie quiero que haya violencia en Venezuela. Digo, sí, que podría haberla en caso de que los militares o los colectivos chavistas traten de frenar la Toma de Venezuela anunciada por la MUD. Por doloroso que parezca, al chavismo solo le va quedando la violencia. No creo exagerar si digo que en los próximos días se juega algo esencial para el destino de América Latina. De seguir con la cháchara que quieren el papa y su corte de timoratos, continuaría el marasmo cruel de una Venezuela martirizada y sometida al saqueo y al abuso. También existe la posibilidad de que los ciudadanos del país se pongan enérgicos y metan en cintura a un grandulón que se creyó iluminado solo porque hablaba con pajaritos.
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