Andrés Hoyos: Epílogo sin calenturas
El pasado domingo las mayorías zanjaron una campaña calenturienta y le dieron la Presidencia a Iván Duque, el candidato uribista. Escuché la mayor parte de su discurso de victoria y me quedó la sensación desapacible de que estamos ante un mandatario pandito y frágil, aunque de talante razonable.
No creo que con él venga el fascismo, como temen muchos. Duque hará un gobierno de derecha, parecido a otros que hay por ahí. El 54 % que obtuvo tampoco es una cifra del otro jueves para una 2ª vuelta, pero quizá sí le alcance para extender la luna de miel hasta fines de este año. De ahí en adelante, dependerá de su gestión. Una parte importante de ese porcentaje no le pertenece, sino que fue un voto por miedo a Petro, quien a su vez acrecentó su caudal en algo más de tres millones de votos entre las dos vueltas, debido al sentimiento antiuribista. En general, hubo más miedo a Petro que a Uribe. En ninguna parte fue más notorio el primero que en Cúcuta, donde Duque obtuvo el 80 % de los votos. La cercanía de Petro con el chavismo, pese a sus renuncias de última hora, le pasó factura en la frontera. En contraste, el antiuribismo bogotano le dio a Petro la ventaja (53,4 %), a pesar de que Fajardo había ganado aquí la 1ª vuelta. La presencia del voto en contra importa porque una vez el temido rival sale de escena, la gente empieza a mirar con ojos críticos al ganador. Le pasó a Santos en 2014 y vaya que su gobernabilidad se vino a pique muy rápido.
Cuatro son los temas más contenciosos con Duque. La educación pública seguirá desfinanciada y maltratada, la política agraria, que va a favorecer a los latifundistas productivos e improductivos, la paz, que él va a manosear porque así lo prometió, y la justicia, que primero prometió poner patas arriba y después dijo que, pensándolo mejor, tal vez no tanto. Asimismo parece relativamente inevitable que la política internacional del país sea servil a las bravuconadas de Trump y que sigamos haciendo el ridículo mundial con un prohibicionismo radical, mientras que toda una potencia, como Canadá, legaliza la marihuana. Lo único que Duque no va a prohibir nunca es el aguardiente antioqueño.
Hablando del perdedor, Mauricio Vargas y otros andan promoviendo la idea de que Petro es el jefe de la oposición. No hay tal. Existen por lo menos otras dos corrientes que no le caminan a Duque: el amplio centro político y la izquierda no populista, minoritaria en este momento. Pero el populismo petrista sigue vivo y, más que vivo, enardecido. Esto indica que estamos ante un movimiento extremo, pues esa rabia, de llegar al poder mañana, se canalizaría hacia la venganza. Razón de más para subrayar la necesidad de que surja una alternativa de centro que ejerza otro tipo de oposición, más constructiva.
Si logramos que la gobernabilidad de Duque baje pronto, tendrá que hacer concesiones al centro y, en general, dedicar más recursos a saldar la cuantiosa deuda social acumulada y que en adelante nos podría dar muchos dolores de cabeza. Una muestra clara de la misma fue la amplia votación que Petro recibió en el Pacífico. La región está diciendo con esos votos que se siente maltratada y tiene toda la razón.
Algunos, incapaces de votar por ninguno de los dos candidatos, nos hicimos la ilusión de que el voto en blanco podría ser un camino para abrir espacio al centro. No hubo tal, los miedos nos ganaron la partida y apenas obtuvimos el 4,2 % de los votos. Derrota aceptada.