DemocraciaDemocracia y PolíticaEleccionesPolítica

Andrés Hoyos: La cachetada

correa-paz-colombiaYa sé lo que se siente al recibir una cachetada de la historia.

Sospecho que muchos de los 6’378.000 colombianos que votaron por el Sí también lo saben. Pues bien, ajustado el golpe no queda otro remedio que volver a pensar. Las que siguen son las conjeturas de un miembro acongojado y mal dormido del bando perdedor.

Si en Colombia existiera un régimen parlamentario, el presidente ya hubiera renunciado por cuenta de sus errores. Pero aquí los presidentes no renuncian. Igual, la gobernabilidad de Santos está malherida y eso va a tener un costo. Será alto si sus enemigos deciden rematar al caído; tolerable, si entienden que país no hay sino uno y que el daño que hoy causen los podría afectar mañana cuando lleguen al gobierno, posibilidad a estas alturas muy real.

No voy a examinar las razones que llevaron al fracaso electoral en el plebiscito. Es este un procedimiento muy peligroso, en el que la gente suele amalgamar sus odios y sus entusiasmos en un solo voto, que al final tiene poco que ver con la pregunta que se les hace.

El ganador de la jornada, nos guste o no, fue Álvaro Uribe. Los demás son actores de reparto. La derecha en Colombia tiene en él un jefe indiscutible. Uribe ha sido, por lo general, mal perdedor y mal ganador. Ojalá esta vez algún espíritu lo ilumine y no siga en las mismas, aunque tengo mis dudas.

Dada la alternativa catastrófica, toca creerles a los del No que es posible una renegociación razonable. Ellos saben que enfrentan un problema serio: en vez de confundir, ahora están obligados a plantear soluciones viables. Es inevitable, en todo caso, que el uribismo entre al equipo negociador y lleve allí un peso importante. Sería un exabrupto moral que se negaran a participar.

Tema aparte es la situación de las Farc, que quedaron sin margen de maniobra. ¿Qué van a hacer? Se han debilitado mucho militarmente en estos cuatro años. Quieran o no, van a tener que ceder más si aspiran a llegar a un acuerdo. Claro que si la opción es cambiar La Habana por una cárcel y ningún futuro, ¿qué incentivo tendrán para avanzar rápidamente como pide Paloma Valencia? Algo me dice que la temporada de mojitos podría prolongare bastante, ya que la única ventaja de las Farc es el tiempo, que juega en su favor. No es imposible que se partan en dos: los que aceptan el nuevo escenario y los que vuelven a la guerra. Ojalá me equivoque.

Ahora bien, si pasan los meses y los del No siguen sin encontrar una solución, ¿entonces qué? Yo tampoco sé. Sospecho, sí, que de reiniciarse el conflicto, el uribismo perdería las elecciones de 2018. La gente no quiere eso.

En lo personal voy a volver a los territorios minoritarios, de los que en unas pocas ocasiones me extravié. Las recientes mayorías del país van por su lado y buscan imponer una agenda de conservadurismo extremo. El domingo muchos católicos integristas, que no oyeron al papa y a los que poco parece interesarles que venga a Colombia en 2017, sumados a un disciplinado, belicoso y gigante contingente de evangélicos y cristianos de diverso cuño, votaron masivamente por el No. No quieren oír hablar de diversidad sexual, del derecho de las mujeres sobre su cuerpo, de terminar la guerra contra las drogas o de librepensamiento.

Si en 2018 se confirma que son la mayoría, impondrán las grandes decisiones políticas. No obstante, la salud de una democracia también se mide por el respeto a las minorías y eso es el que tendremos que hacer valer en adelante.

andreshoyos@elmalpensante.com, @andrewholes

Botón volver arriba